Autoorganizarse (IX)
Realmente, un grupo que sabe trabajar y tiene método para hacerlo, precisa poco de un director, más bien cuando el grupo es de más de seis personas, un coordinador, por supuesto, siempre rotativo, es decir, uno diferente cada sesión.
Aún así, y para grupos que empiezan a ser relativamente grandes, es conveniente, aunque no obligatorio, usar de un coordinador o director de grupo. Sus tareas son light, pero importantes, y lo son más en tanto en cuanto el grupo está más en sus inicios, sobre todo, para mantener centradas las tareas (procesos y objetivos) y para evitar emparejamientos y marcar los ritmos y los cambios de ritmo. En general, la participación es el comienzo de dejar a un lado la dirección o los estilos jerárquizados en el sentido en que los conocemos. Coordinar un grupo es sencillamente facilitar la labor del mismo, y hacer que las cosas fluyan ágiles en lugar de convertirse en procesos burocratizados y lentos, debido a la “atención al de más arriba”.
Por otra parte, como apunto en mi artículo: “Conocimiento, innovación y aprendizajes: de los inhibidores a los sublimadores”, un estilo de dirección jerarquizado es contraproducente para una buena interrelación y por tanto, para la participación en sí misma.
Conocemos ejemplos de programas que se organizan “desde arriba” y que tienen la vida que se desprende del interés de los de arriba … por eso tal vez los programas europeos, excesivamente burocratizados en sus formas y, en consecuencia, condicionados -en última instancia, jerarquizados por la burocracia europea-, acaban obteniendo buenos resultados en sus inicios -sobre todo, porque están muy financiados- y poco a poco van perdiendo fuerza, y sobre todo, no consiguen el autodesarrollo, la autoorganización necesaria en cualquier programa participativo. No se forjan emprendimientos sociales fácilmente cuando se depende de la sombra de un poder. El grupo permite desarrollar las capacidades, las competencias individuales y al tiempo, unas nuevas, las grupales, que son el principio de una metodología que permite una interacción más libre y mucho más eficiente y sobre todo, satisfactoria. Por eso, el grupo casi no necesita del director, aunque sí contiene en sí mismo la dirección que se va desarrollando a partir de la autoorganización no-lineal del grupo mismo.
Si, la tarea central de un grupo es participar, es decir, no quedarse sin ninguna voz …. enriquecerse en la diversidad …. y no forjar equipos unitarios que dicen lo mismo todos o que cuando habla uno, los demás siempre están de acuerdo, “haciendo mesa o pedestal” con los demás. No es eso. Un grupo es para desarrollarse en la complejidad, en la diversidad y en la heterogeneidad de personas, cosas y situaciones, y no para que alguien tome las riendas y decida lo que es bueno para los demás. Un grupo es realmente democracia, y su metodología está pensada para hacer más democráticas las relaciones y ser coherente con la participación que propugna.
Un grupo puede autoprogramarse, autodesarrollarse, autoorganizarse, pero eso está en su misma esencia …. toda metodología que oculte la posición democrática y rotativa de sus roles, está malinterpretando tanto el grupo como su posible consecuencia: una mejor y más amplia participación y cooperación.