«Lo importante no es mantenerse vivo, sino mantenerse humano» dijo George Orwell
Los miedos nos conduce a sobrevivir como sea, pero el «como sea», no puede ser a cualquier precio. El mayor precio que pagamos por continuar, por seguir, por estar allí «dónde pensamos que nos corresponde», es sin duda perder nuestra sensibilidad ante lo que ocurre, es que llegue un momento en que la indiferencia y la frialdad predominen sobre todo lo que significa la humanidad y lo que es y lo que les/nos pasa. Aceptar que «no podemos hacer nada» y «que me quede como estoy». Si, Orwell una vez más nos guía hacia lo que da sentido a la vida: el otro es quién nos salva, nosotros podemos contribuir a salvarlo también al otro. Esas sensaciones del fondo de nuestro ser, que algunos llaman valores, son los que nos mantienen realmente con vida. Tenemos que continuar, tenemos mucho que hacer, no vale la pena rendirse, es preciso dar un paso más, bien sea para recuperar alguno que hemos dado como humanidad hacia atrás o bien porque tenemos que avanzar para que la humanidad sobreviva mejor a sus escaseces, pobrezas y crisis.
Mantenerse vivo sería como vegetar, expresando que el mundo vegetal vive, pero a nuestro parecer es una vida poco intensa, aunque sería discutible. Mantenerse realmente vivo, seguir sintiendo lo humano, sus maravillas y sus desgracias, sentirlo en la punta de los dedos, es otro nivel, hasta existe un horizonte por el que seguir y desarrollarse.
Vivamos en la sensibilidad de lo humano. Es posible siempre hacer cosas que nos mejoren y que mejoren a los demás. A esto también le llamamos innovación (¿humana?) social.