He sido obligado durante los últimos meses a vivir algunas escenas de poder en sus diversas manifestaciones. Y no es que me considere un experto, pero si un experimentador de lo que son las relaciones de poder. Todos lo somos. Aquí escribiré algunas de mis hipótesis y hasta conclusiones provisionales sobre lo que he vivido y todavía vivo.

Lo primero que destaca en quién gusta del poder es el silencio. El silencio para el común de los mortales, acostumbrados a ser sociales, a tratar las cosas con otros, a relacionarnos en definitiva, si se produce por una causa determinada, acaba minando a las personas normales. El silencio es profundamente agresivo, y acaba dañando tanto a la persona que lo ejerce como al que lo recibe. Pero sin duda, es el receptor el que más lo sufre, y además, en todo caso, no es causa de él, sino a pesar de él. Tener una discusión, por ejemplo, y que una de las partes no quiera hablar -siempre hay una que quiere hablar más que la otra- produce una tremenda desazón que puede acabar en culpabilizaciones y desenlaces en absoluto queridos por una y otra parte, pero ahora más fáciles de concurrir. El silencio administrativo es una agresividad bestial sobre los administrados. El silencio del jefe, máxime en nuestras circunstancias, supone aterrorizar al interesado que probablemente no podrá dormir pensando en su debilidad y las negativas posibilidades que puede conllevar dicho comportamiento. Si las cosas se hablan, tienen una dimensión hasta cierto punto medible. En el silencio, que es la muerte, no hay dimensiones, sino una única, esa, la muerte.

Las personas que tienen o ejercen autoridad o son autoritarias por las razones que sean, ejercen continuamente del poder del silencio para romper los límites, para someter, para hacer su voluntad, para destruir las defensas del otro, y hasta sus argumentos, que después de un dilatado tiempo de silencio, se acaban y se convierten en miedos, en necesidad de conciliación y de someterse al autoritario a sus posiciones. El silencio es dramático, y aquellos que saben gestionarlo, son muy peligrosos para los demás y para la humanidad en general.

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2 comentarios en «Silencios y poder»

  1. ¿Cómo es el silencio del Poder? Básicamente interesado y la mayoría de las veces producto de la misma paralización que genera el poder. No querer decir, porque no se sabe que decir, o no se quiere comprometer, o no quiere darle información a «los enemigos», o es un desprecio o una prepotencia, o se viste de tales para conseguir mejor sus objetivos de reproducción del poder. El silencio del Poder -y poder también es cualquier situación dónde alguien tiene ventaja y los otros tienen que pedir o demandar o exigir o subordinarse- es muy duro para los administrados, y digo administrados y no ciudadanos, porque no se entiende el silencio del poder sin subordinados, lo contrario en principio de ser ciudadano de derechos y obligaciones, pero de derechos.
    Por eso el silencio del Estado, de la misma Administración que lo representa, de los Gobiernos o de las Instituciones que lo componen y amparan, es un silencio interesado, es un silencio que lo inunda todo, es un silencio que hace que el subordinado no se sienta, o mejor, se sienta nada.

    Este tipo de silencio muy experimentado en el mundo del Estado, cuanto más dictatorial mejor, viene siendo utilizado por todo tipo de institución u organización y en la medida en que camina hacia formas monopolistas o lo que se llama corporativas, donde el cliente es en sus publicidades considerado el gran protagonista, pero luego cuando cada cliente quiere comunicar o resolver alguna incidencia que no sea pagar más, se encuentra con la barrera del silencio, compuesta básicamente por filtros que hacen casi imposible, por no decir imposible, llegar a la resolución del tema, y de esa forma el silencio o su subterfugio de filtros se convierten en la expresión del poder corporativo o del poder del monopolio. No todos actúan así, pero en España casi es una generalidad los que así lo hacen.

    El silencio del poder, el silencio interesado, el silencio que destruye, también se utiliza por extensión en las relaciones interpersonales y hasta en las más íntimas, en las de pareja. Aunque diríamos que aunque sigue teniendo efectos similares, no suele ser tan destructivo, al menos en el plano social.

  2. Que importante y que cierto ese silencio a modo de isla que te deja fuera del juego.

    Pero yo si creo que el silencio es tambien destructivo en el plano social.

    Tenemos un ejemplo claro en Adolfo Suarez a el si le hicieron el silencio.

    Pero hemos visto como el pueblo no se calla.

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