Escuchamos mal. Cuando alguien sospecha que no lo estamos haciendo, nos pregunta: ¿me estás escuchando? y nosotros decimos que si, a veces, se amplía la pregunta y se dice: «entonces, que te estaba contando» y uno recurriendo a la memoria inmediata, le dice algo de lo que realmente no estaba escuchando. Cuando no escuchamos en grupo y todos hablamos casi al mismo tiempo, o cuando no escuchamos en el aula, sino que sólo queremos decir lo que «tenemos que decir», estamos cometiendo un grave error no sólo de educación y de democracia, sino de utilidad de lo que hacemos. Si no escuchamos, mal podemos dialogar, y si no dialogamos, nuestro monólogo no va a encontrar mucha acogida en los demás. En definitiva, si uno quiere avanzar, escucha, escucha.