Escuchar, segundo reto para profesores y dirigentes en general (2)

El segundo punto prioritario a mejorar tanto profesores como dirigentes es SABER ESCUCHAR, o lo que viene a ser su corolario: no hablar demasiado, no ocupar demasiado espacio, más bien poco, y cuando los demás hablen, sean estudiantes o colaboradores, aprender a escuchar activamente, no para replicar, sino para compartir y pensar, reflexionar profundamente, mientras los otros hablan.

Existe una fuerte tendencia en este país -ayer mismo lo ví en La Sexta con la Ana Pastor- a no saber escuchar, a interrumpir constantemente y desviar consecuentemente, el discurso de los otros, deformando el discurso original y no sabiendo percibir lo que tiene de interesante y lo que se puede mejorar. Me enfadó enormente, me enfada siempre esa chica que no sabe escuchar. Tendría que hacer un curso intensivo, para dejar que las respuestas fluyan. No soportaba su presión, y cambié de canal. Lo contrario ocurría con un tipo, que no sé como se llama, sólo lo he visto mostrando su mala leche en otros ambientes, pero ayer al entrevistar a Anasagasti, dejó que el hombre fluyera, hablara, y cuando se nos da libertad y hay inteligencia detrás del personaje, las cosas no sólo son más interesantes, sino que se habla mejor y con más contundencia sobre lo que se sabe. La parte que ví de la entrevista de Anasagasti -personaje que nunca decepciona- fue estupenda y enriquecedora, pienso que para los teleespectadores y para los que estaban en el plató.

Bueno, volvamos al tema: saber escuchar. Muchas culturas saben escuchar por cultura, por sus maneras de ser. Conozco muchas, entre otras nuestros vecinos inmediatos: portugueses y franceses. Nosotros no parece que tengamos una buena tendencia a escuchar …. cuando alguna vez oigo en la radio alguna discusión, da pena, todos se interrumpen unos a otros, es lamentable, es un malísimo ejemplo cultural. Como en todo, no se puede generalizar, pero pienso que hay muchas razones para que nos llevemos el premio a los que menos saben escuchar.

Hoy mi compañera me decía que saber estar en silencio puede ser una buena forma de poder pensar y reorganizar nuestro pensamiento, y estoy de acuerdo con ella. Es preciso, ya lo decía también mi maestro Piedrabuena, saber guardar silencio, saber escuchar, saber cuando es positivo que haya silencio, tal vez porque es un buen momento para hacer una reflexión: decía, hay silencios reflexivos, y notábamos que si, que un silencio puede ayudarnos mucho y enseñarnos a utilizar la palabra mejor.

Las aulas o las organizaciones están llenas de palabras desde arriba, desde los profesores o desde los dirigentes o empresarios. Los demás, a escuchar y casi a callar. El aula, como representación más evidente, está llena del discurso del profesor -que si es bueno e interesante, bueno, se puede aguantar, pero en todo caso, siempre es excesivo-, y nunca llena por los discursos variados y variopintos, y muchas veces tan interesantes o más que los del profesor, de los estudiantes. Igual ocurre en las empresas entre dirigentes y dirigidos-subordinados, o entre políticos y ciudadanos. El discurso es monopolio del profesor, del empresario-dirigente, del político y como mucho del periodista, pero hasta las «cartas al director», siempre manipuladas en su selección, están en decadencia. Sólo hay un discurso que es el del profesor, el del dirigente, el del politico o el del periodista. Y los demás, a callar …., cuando lo que se pide no es sólo callar, sino asumir y bajar la cabeza para hacer lo que te dicen que hagas.

No es algo nuevo, sino que es algo ANTIGUO, tremendamente absolutista, profundamente equivocado y bestialmente impositivo y autoritario. Y la autoridad no se gana levantando la voz o habiendo una sola voz, sino convenciendo y la mejor forma de convencer es que los «subordinados» piensen, reflexionen, aporten, y luego, tú -profesor, maestro, político, periodista, empresario, dirigente- puedas contribuir con alguna síntesis o participar como uno más. Los autoritarios de formas y contenidos me dirán que la gente no sabe nada que decir, y yo les digo que están profundamente equivocados. Ahora mismo, voy a tomar un tema de portada de un periódico brasileño, por ejemplo, y vean la cantidad de opiniones que se vierten sobre el mismo, voces auténticamente respetuosas del otro, salvo excepciones contadas. Al tiempo puedo hacer lo mismo con un debate sobre otro tema en español, en este país que padecemos y verán que todos son descalificaciones y nadie escucha.

Esto es sólo un ejemplo, y en gran medida al azar. Ya sé que me dirán que lo he manipulado, pero no es así, lo percibo todos los días cuando abro la prensa aquí o la de Brasil: a) primero, cada uno expresa su opinión y son muchos los que opinan; b) segundo, en pocos casos se insulta o se opone uno radicalmente a la opinión de otros; c) dan la sensación de que no están contra otros, sino sólo compartiendo, etc.

En el aula ocurre igual, ¿cuántos jóvenes salen «ilesos» de una posición diferente a la del profesor en el aula y con todos los compañeros delante? Pocos, con lo cual participan poco, o si lo hacen es para prevenirse del ataque y forzar su discurso hacia posiciones radicalmente opuestas.

El profesor tiene que aprender a escuchar. Después de aprender a cooperar, a trabajar con los demás, a hacer trabajar a la gente en grupo; después de esto, lo segundo en importancia -si hay alguno que piensa que es lo primero, no voy a discutir- es aprender a escuchar …. no lo tenemos incorporado en nuestro ADN, porque nunca nos han dejado hablar, porque el que tiene la palabra no la quiere soltar, y sólo como parece ser que hizo una vez -y se convirtió en leyenda urbana- Ramón del Valle Inclán, en su tertulia, y acabó mandando callar al que había tomado la palabra con esa frase ya famosa: «ahora que este señor se ha callado para siempre». Sólo hay que recordar la falta de paciencia y de saber escuchar de ese señor que es el rey de este país de pandereta, cuando le dijo «¡¡¡Cállate!!!» a Chaves, que por supuesto podría tener sus cosas, pero nunca le hubiera dicho lo mismo a «su majestad». El ya famoso «¡¡¡Cállate!!!» que nos hizo mundialmente famosos por nuestras malas maneras y que algunos de nosotros todavía toman a broma, como una manera de imponerse, evidentemente autoritaria y absolutista, que tendría que ser vergüenza de todos, y nos debía de llevar a aprender de una vez lo que es escuchar, escuchar al otro. Por cierto, queréis conocer realmente lo que se dijo en esa cumbre. Aquí tenéis una presentación latinoamericana.

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