Los profesores tenemos que cambiar

Tenemos que empezar a cambiar nosotros. Los estudiantes nos seguirán, si sabemos motivarles, si nos gusta lo que hacemos, si nos motiva a nosotros continuar avanzando y haciéndolo mejor cada vez. No vale con disculpas y con decir que la culpa es de ellos, de otros, ni de otros, ni de las leyes: puede ser cierto, pero no es la forma de abordarlo, tiende a la justificación de nuestros errores, y los errores han de servir para aprender y reflexionar sobre ellos, no para justificarlos.

Somos nosotros los que dinamizamos el aula, nadie estamos en un lugar de máxima atención y privilegio, nadie entra ni se pone en nuestro lugar. Podemos ser grandes profesores, pero siempre que sepamos que lo más importante son los estudiantes y lo que demandan, y detrás de nuestros estudiantes está la sociedad en su conjunto, primero los padres, luego los demás, también el aparato productivo. Pero son ellos a los que hay que preguntar, a los que hay que facilitar su participación.

Los estudiantes como grupos e individualmente saben muy bien lo que quieren -mis estudiantes me lo han dicho muy bien y muy claramente-. A veces, lo saben mejor que nosotros. Saben lo que les gusta y lo que no. Y son muchas veces más responsables de lo que creemos. Si les dejas participar, son estupendos. Si no les dejas, son rebeldes y con mucha causa. Lo que me extraña es que no lo sean mucho más, más rebeldes me refiero.

Si no partimos de sus necesidades, de lo que quieren encontrar, de los tipos de profesores que les motivan y los que no les motivan, de las formas que buscan, tal vez sin saber hasta que las encuentran que eran las que buscaban -no es su tarea, ésa es una tarea del profesor, encontrar la fórmula adecuada para tener una clase motivada, altamente motivada- si no sabemos sobre nosotros mismos, si además no les hemos preguntado a ellos, a los protagonistas, no iremos a ninguna parte, y nunca, digo nunca nos conoceremos a nosotros mismos, ni tendremos ganas de perfeccionar nuestras formas para llegar a una especie de excelencia.

Pensarlo, soy duro porque hay que serlo. Me puedo equivocar en algunos argumentos, pero no en todos o en la mayoría. Pensarlo. Lo necesitamos todos, y más que nadie nuestros estudiantes.

Nuestro sistema profesional tiene que empezar por las necesidades que conocen tan bien nuestros estudiantes, y que no sólo son suyas, sino que expresan lo más interesante de nuestra sociedad cuando pide un aprendizaje de calidad, un aprendizaje donde tengan ellos también la palabra -participativo-, dónde los profesores los respeten y los traten no como niños, sino como personas, muchas veces altamente maduras, que no sean autoritarios y sólo manden, que no los encierren tantas horas en aulas, para personas con esa energía, …. y quieren la mejor enseñanza, la mejor. La mayoría no se ampara de tonterías y en triquiñuelas o en eso de aprobar, si encuentran que les enseñan bien, que participan y que las materias se hacen atractivas y motivadoras, el 90% está por la labor de trabajar más, de aportar más, de hacer que todo funcione.

Nosotros tenemos que dar el primer paso, igual que en el mercado, el que tiene que ofrecer es el que produce. Nosotros «producimos» una manera de enseñar. Podemos modificar esa «producción», en sus formas y en sus cantidades, sabiendo lo que demandan, las necesidades de los estudiantes, ellos como representantes de la sociedad, porque ellos son los que más directamente sufren las cosas y tienen derecho a participar, o es que no estamos en una democracia. A veces, lo dudo, sobre todo viendo las aulas y lo que ocurre en ellas. A nosotros nos corresponde la iniciativa, pero basada en lo que se demanda, no en lo que nosotros queramos, sino en lo que ellos necesitan. Es probable que al final aprendamos muchísimo de nuestros estudiantes y ellos deseen que nunca acabe el curso con nosotros. De eso se trata.

Los estudiantes cambian si los profesores cambian. Podemos cambiar, en consecuencia, cambiemos.

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Un comentario en «Los profesores tenemos que cambiar»

  1. Pienso que siempre somos nosotros los que tenemos que cambiar, seamos profesores, seamos líderes, seamos empresarios, seamos directivos …. nos corresponde dar ejemplo de responsabilidad, de respeto, de positividad, de perfeccionamiento constante, de aprendizaje continuo. Si no aceptamos el reto, lo razonable es dimitir. Seguro que puede haber otros que lo puedan hacer mejor que nosotros en ese puesto. No tiene sentido acurrucarse temerosos en sí mismos, y ocultar a nosotros y a los demás, la verdadera realidad de nuestros temores y de los retos que no podemos asumir. No es tan grave dimitir como ocultarse a las miradas, detrás de una teoría desfasada, de unos prejuicios más de una vez irracionales, o de otros que hacen de escudo. Dar la cara es humano y sobre todo, es, aunque parezca mentira, la única forma de enfrentar la vida. No importa que uno no sepa, si sigue intentando saber; no importa que uno se equivoque si lo ha intentado; no importa que uno tenga capacidades limitadas, si a pesar de ello se atreve a seguir buscando. Pienso que ahí es donde está el sentido de la vida y el sentido común: seguir y cuando creamos que no podemos, saber retirarnos y dejar el sitio a otros que casi seguro lo harán mejor que nosotros.

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