Parezco pesimista, soy realista, pero al final resulto de los más optimistas.
Soy pesimista porque cada vez pienso que vamos a peor, mucha gente no sabe ya como salir del hoyo donde casi sin darnos cuenta nos encontramos. Es una especie de agujero negro, donde las fuerzas que te atraen son mucho más fuertes que las fuerzas individuales que intentan contrapesarlas. Vas metiéndote más y más en el hoyo. Ayer tuve la suerte de comer con dos empresarios y el pesimismo con ejemplos fue la tónica. La idea de que aquí ya no podemos hacer nada, y hay que irse a otros sitios, que yo pensaba que estaba sólo entre mis alumnos y entre los jóvenes, debido a los niveles de paro y la falta de perspectivas, está también incorporada en «los genes» de estos pequeños empresarios, que no veían otra salida que escapar de las redes administrativas, gubernamentales y de todo tipo, que les forjaban murallas prácticamente infranqueables que no se podían salvar así como así. Se me ocurrió hablar de mi idea de que las inhibiciones y limitaciones se superan a partir de sí mismas, pero no lo dije, porque no tenía sentido. El pesimismo estaba instalado, y la única salida era soñar o largarse e invertir en otro sitio.
Me encuentro con más de uno que dice que mi pesimismo no responde a la realidad, pero si, responde a la realidad. Es cierto que a algunos les va bien, pero si tienen una buena relación con el poder establecido, sea estatal, autonómico o local, o si todavía conservan la confianza en que las cosas, tal y cómo las ha planteado el neoliberalismo español en el gobierno, pueden cambiar, bien por coincidencias ideológicas o bien porque se agarran como sea a un clavo aúnque esté ardiendo. Pero no, la realidad es que la economía española está de mal a muy mal, que no es cierto prácticamente todos los mensajes optimistas promovidos o publicitados a partir del gobierno y el partido en el poder, y que las cosas no remontan, sino que para muchos están yendo a peor, pero a mucho peor, porque se acaba la paciencia y las reservas -ahorros- que se habían previsto para una situación normal de crisis. Y esta no es una situación normal de crisis, es una burrada de crisis, porque a la económica, se une la social, la política y hasta la cultural.
Pero soy optimista, aún viendo este panorama, y ¿en que consiste, en que baso mi optimismo? En que se puede, que es posible, que hay soluciones innovadoras para esta crisis, que sólo se trata de avanzar hacia un nuevo paradigma, un paradigma que en vez de seguir enfatizando en lo que no funciona ni es posible, enfatiza en cambios significativos, pero posibles, en el mundo de las formas, de las maneras de actuar, de la metodología, y de las formas de relacionarnos. Sabemos, sé, lo que nos falta y lo que nos sobra. Nos sobra individualismo y pensamiento supuestamente creativo, y nos falta participación y pensamiento innovador y científico. Nos sobra orgullo y nos falta humildad. Nos sobra querer imponer nuestras ideas, y nos falta saber compartir. Nos sobra dependencia y subordinación y nos falta libertad y autonomía. Nos sobra crítica y nos faltan alternativas y decisiones. Nos sobra ……. Sin duda, son muchas cosas las que nos faltan, pero no tenemos que conseguirlas enseguida, inmediatamente, no es cuestión de chascar los dedos y que de pronto veamos un mundo nuevo. También nos sobran muchas cosas, en general, pero no tenemos que cambiar enseguida y dejarla inmediatamente. Debemos pensar estratégicamente, y no en el cortísimo plazo. Si pensamos en el corto plazo, no hay casi ninguna solución, puede existir para algunos en algunos casos, pero en general, no hay soluciones en el corto plazo. Es más la crisis, como le llaman, va para largo: no hay ninguna duda, y como decía uno de los empresarios, tenemos que acostumbrarnos a navegar en aguas turbulentas, porque son las que son, y ya «no volverán las oscuras golondrinas» otra vez.
Soy optimista porque sé que no es tan difícil alterar o enfatizar en nuestras concepciones, siempre que se quiera aprender, escuchar, participar y proyectar futuros. Porque lo que más ilusiona es que nos veamos envueltos en proyectos. Si hacemos proyectos, nos motivaremos. Y conseguir que grupos de empresarios o de cooperantes o de estudiantes hagan su propio proyecto es sólo cuestión de dos meses de trabajo en un ciclo que llamo productivo. Sólo dos meses. Si se está ya aguantando más de seis años, como no podremos aguantar dos meses y cambiar nuestra vida. Es para ser optimista. Sé que es posible y que a pesar de los muchos obstáculos que hasta la misma administración nos pone constantemente, es posible superarlo, es posible entrar en un paradigma diferente, en unas formas de vivir y de hacer las cosas diferentes.