Forum Innovación: tercer paso

Tercera reunión del Forum permanente de Innovación educativa

Promotor: Dr. Roberto Carballo. UCM + Asociación Espiral para la Innovación Educativa

Después de presentarnos rápidamente, centrándonos en el interés por estar en el Forum, el prof. Carballo propuso una “píldora” para empezar a trabajar. Del libro de Stephen Covey “7 Hábitos de la gente realmente efectiva”, comenzó haciendo una cita de Aristóteles, y continuó con lo esencial del modelo de Covey: el paso de la dependencia a la independencia y de la independencia a la interdependencia. Fases ineludibles que recorremos en nuestro proceso vital y también educativo, o al menos tendría que ser así. Lo cierto, sin embargo, es que “la escuela” nos concede más libertad en los primeros años, en la infancia, y se va perdiendo la autonomía y la capacidad para decidir con el paso por las escuelas primaria y secundarias, hasta que en la Universidad encontramos un espacio informal que nos facilita la interrelación, pero el modelo tradicional nos hace regresar a grados de libertad bajos en relación con lo que ya sabemos y somos. La enseñanza tendrá que tender a convertirse en espacios de aprendizaje, donde se camine primero hacia la independencia –autonomía-libertad y más tarde, ya en el Bachillerato o en la Universidad, hacia la interdependencia.

“La excelencia no es un acto, sino un hábito” decía Aristóteles

¿Qué nos libera de la dependencia inicial? Sobre todo, y en primer lugar, nuestra actitud proactiva, la acción misma. La acción tiene efectos “terapéuticos” sobre nuestro carácter y nuestra relación con las cosas y las personas. La acción es el espacio para aprender: se aprende haciendo. Pero se aprende mejor si lo hacemos con otros y con un método para trabajar con ellos. Lo cual nos lleva a que aprendemos mejor cuando hacemos, experimentamos, probamos, y lo hacemos en grupo, con otros: aprender haciendo en grupo es básicamente el horizonte y el método de aprendizaje. De ahí la importancia de reconocer los intentos en lugar de reprimirlos, de reconocer no tanto los resultados, como los procesos que nos llevan a aprender sobre todo del error. Si a la acción le sigue un aprendizaje (action-research) y ambos están casi ineludiblemente unidos en el tiempo, pero empezando siempre por la acción, por el intento, por “tirarse a la piscina”, estamos constantemente aprendiendo de lo que experimentamos. Y sabemos que la experiencia es la antesala de la ciencia, es decir, que si vamos incorporando poco a poco un método científico en el análisis y comprensión de nuestras experiencias, estamos construyendo o deconstruyendo conocimiento, saber.

Pero además para avanzar en la vida y en el aprendizaje precisamos contar con el otro. Dice Sábato: “el otro es el que finalmente nos salva”, y tiene razón básicamente. Para ello, el otro no es un cualquiera, sino una pieza esencial en nuestro avance. Por eso no podemos sólo competir o verlo como un enemigo, sino que todo lo que hagamos tiene que acabar conduciéndonos a pensar que el otro es básico en nuestro desarrollo. De esa forma, nos adentraremos en lo que se ha dado en llamar el win-win, el gana-gana. Aprender es aportar a los demás, aprender es ganar y dejar que el otro también gane: todos ganamos aprendiendo. No hay plazas limitadas, como en una oposición, sino que todos podemos aprender y mucho más de lo que ahora hacemos, siempre que lo hagamos desde la experiencia, y aprendamos pensando en nosotros, pero también en la repercusión positiva en los demás. En consecuencia, aprender no es competir, ni luchar por ser el único o el mejor, sino ser social y humano, es decir, socializar nuestro aprendizaje que normalmente ya es un producto social (los maestros y lo que ya sabemos) y humanizarlo, o sea, poner en primer lugar a las personas y no cosificar nuestro aprendizaje, aprendiendo cosas y más cosas como si fuéramos una memoria de un pen-drive. Una práctica, una experiencia de ese tipo acaba conduciendo a sinergias, a espacios de colaboración, a “parcerías”, como dicen los brasileños, a grupos colaborativos y de apoyo mutuo. Y de ahí a pensar que continuamente tenemos que renovarnos, porque a pesar de avanzar, nunca llegamos ni llegaremos al horizonte que se abre con el aprendizaje, no hay más que un paso.
Trabajamos también una de las “trabas” o inhibiciones que dificultan precisamente el desarrollo de espacios de aprendizaje. El grupo enseguida se dedicó a hablar sobre la evaluación, y sobre todo, sobre el tipo de evaluación en el que nos movemos y se mueven los estudiantes casi desde su más tierna infancia. Una evaluación competitiva, casi de opositor, con plazas excelentes sólo para unos pocos y muchos que son “desheredados” del placer del conocimiento y del saber, al ser orillados por el mismo proceso y sacados del mismo. Entendió el grupo Forum que tendríamos que caminar hacia un horizonte de auto-evaluación grupal. Se debatió mucho en torno al tema, presentándose diversas experiencias evaluadoras, y analizándose la práctica evaluadora y su tendencia a aumentar en los tiempos actuales, con el objeto de que el sistema educativo acabe sólo preocupándose sobre “los excelentes”, que serían una minoría de todos los que estudian y aprenden. Esa tendencia es correspondiente con el sistema económico y social dominante, capitalismo, que tiende a primar al “mejor” y más adaptado al sistema, por un lado, y a pensar en términos “marginales”, es decir, de lo último que se ha hecho, como referencia permanente (por ejemplo, la importancia del último acto del proceso educativo, el examen final; o la hiper-valoración del hoy respecto al aquí y ahora, que es una dimensión más humana (el hoy, en los comportamientos actuales, el carpe diem, es un momento mínimo, marginal –dicen los economistas-, en tanto el aquí y ahora es un estado social, una estructura de comportamientos transversalizados y complejos).

Al final hicimos una Ronda de Aprendizajes:

1. Se precisa de una re-formación (reformulación) constante de los profesores. Esto no se consigue con una evaluación competitiva, sino que precisa una aprendizaje continuo, a partir de uno mismo y de sus necesidades, que también son las necesidades sociales.
2. El profesor aprenderá más y mejor interactuando con otros profesores, intercambiando experiencias con ellos, derivando pequeñas mejoras para su trabajo, aplicándolas y difundiendo los resultados para que otros también tengan la oportunidad de seguir aprendiendo.
3. Es preciso no distinguir tan clara y hasta contradictoriamente, la posición de los profesores y de los estudiantes. Ambos forjan el espacio de aprendizaje. Si bien el profesor es el “promotor”, el estudiante ha de ser el motor de su propio espacio de aprendizaje, y ambos aprender de sus acciones combinadas.
4. Es conveniente “abrir” las aulas, tanto para la “salida” de estudiantes, como para “entrada” de otros profesores. También abrirlas a la vida, a la sociedad, salir del aula, relacionarse con la naturaleza, aprender peripatéticamente o de otras formas, ver las cosas y las personas en sus medios, no sólo a través de las páginas frías de un libro, de un manual o de unos apuntes y desde lejos.
5. También es preciso caminar hacia un aprendizaje multidisciplinar, con menos presión sobre los contenidos y sólo los contenidos, y más aprendizaje significativo en el sentido de Vigotski. Esto significa muchas cosas que ahora sería difícil por su amplitud completar.
6. Evaluar para avanzar, para caminar, y no para castigar (no todo tiene que evaluarse, como ahora se tiende). Si la evaluación no tiene feed-back (y la nota final no es un feed-back), no sirve para aprender, más que “con el palo” (me han suspendido, entonces tengo que estudiar más, pero ¿por qué? ¿en qué? Solo el evaluador lo sabe). Una evaluación continua exige una interrelación mayor entre estudiante y profesor y un intento de re-enseñar lo ya supuestamente aprendido.
7. El trabajo por objetivos tiene que nacer de una colaboración en libertad entre los estudiantes y los profesores, y entre estos y los programas que imparten. Si te imponen un programa o un plan de estudios, y el profesor sólo tiene que aplicarlo, ejecutarlo, sin pensar lo que haría si tuviera autonomía para decir, si los estudiantes estudian lo que les dicen, y no lo que les motiva, que a veces puede coincidir con lo que se propone, y otras no. Si ocurren estas situaciones de falta de autonomía, la motivación va a estar muy lejos de las posiciones de los profesores y también de los estudiantes. Dos partes poco motivadas o desmotivadas, no pueden dar un buen resultado, ni siquiera una mínima satisfacción. El profesor dirá: “me pagan por esto” y el estudiante: “tengo que aprobar para sacar un título”, pero no dirán: esto que aprendo es maravilloso y vale la pena dedicar este tiempo a hacerlo.
8. Las competencias básicas no han de ser las de repetir o ser obedientes y hacer las tareas que se dicen; sino que es preciso reenfocar el énfasis de las competencias hacia aquellas que permitan prioritariamente: a) aprender a cooperar, porque cooperando se encuentran mil razones para aprender con mayor motivación; y b) aprender a hacer, es decir, a atreverse, a buscar, a investigar, a reconocer, a vivir, a experimentar, a “tirarse a la piscina” (¿no se buscan emprendedores? ¿Cómo se quiere obtener una “buena cosecha” de emprendedores si no tienen autonomía, ni libertad, ni proactividad, solo dependencia y repetición, en las aulas?)
9. Hay que tender hacia un aprendizaje diverso, complejo, que combine los conocimientos y siendo especializado, siempre se pregunte que es esto dentro del todo, de la sociedad, de la vida. Nada de aprendizajes sólo especializados. De elecciones de “ciencias o letras” que nos evitan a unos saber lo elemental de la lógica matemática y a otros, lo elemental del mundo artístico y lingüístico. Los seres humanos han de buscar la integración en la especialización. No sólo ser especialistas, sino saber que role tiene esto en esto, y así.
10. El cambio es posible, pero poco a poco. El cambio que no sabe dialogar con el río de la vida, suele ser un cambio fallido. No se puede correr demasiado, cuando se ha estado mucho tiempo parado. Es preciso entrenar para correr 10 km., no podemos intentar hacerlo sin preparación. Y lo mismo es con el cambio. Proponer cambios radicales sólo nos lleva a fracasos radicales. El cambio es mejora continua, el cambio es diálogo y no imposición, el cambio es oportunidad y no directriz.

El mejor cambio es el que no es necesario, porque todos los días hacemos algo que mejora y devuelve mejorado lo que hemos recibido. Malo cuando hablamos de que tenemos que hacer un gran cambio. Eso quiere decir que llevamos mucho tiempo estancados y estaremos indolentes de no hacer más que lo que hemos hecho durante años.
11. Y el cambio no puede venir de arriba o desde arriba; ni tampoco desde abajo. En ambos casos, la autoridad primaría sobre la necesidad, e impondría formas de un tipo u otro que habría nuevamente que cambiar y que en gran parte serían rechazadas por otros que no les gusta que les impongan las cosas. El cambio se hace probando, pero sobre todo compartiendo experiencia, y más poco a poco rompiendo las resistencias, y se hace, se inicia, se promueve desde la mitad para abajo. Tienen que ser los que viven las cosas los que tienen que promover el cambio, los profesionales (en este caso, los estudiantes, en primer lugar, y los profesores). Ambas figuras son las que saben lo que ocurre; y ambas saben que no están satisfechas ni motivadas en su gran mayoría con lo que tienen que vivir. Los profesores precisan de más libertad y más reconocimiento; los estudiantes precisan motivarse con lo que aprenden, que les llegue a gustar tanto, que toda su vida la vivan aprovechando lo mucho que han aprendido y sobre todo, los métodos que han aprendido para vivir y para seguir aprendiendo.

Y ahí acabamos la tercera reunión del Forum permanente de Innovación Educativa, promovido por la Asociación Espiral. Una reunión extraordinaria.

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