¿Por qué hago un alto en el camino y no termino de una vez con las cosas?
Primero, porque entiendo que todo lo que he escrito es más difícil leerlo, comprenderlo, interiorizarlo y criticarlo, que escribirlo, y por tanto, se requiere un poco de pausa para deglutir y para revisar y contrastar.
Segundo, porque volviendo sobre el tema, nos damos de bruces con las interrelaciones, y sabemos que una cosa es relacionar algo con otro algo, y una más diferente es interrelacionar en multivariable y con el referente. De esos movimientos, se aprecian nuevas situaciones, tal vez hasta más complejas y que nos permiten avanzar y hasta comprender mejor.
Además, cuando uno se para para respirar, tiene tiempo de observar el paisaje (y es placentero ser viajero y no turista), nutrirse de las diferencias y de las variedades y aún cuando le parezca que no lo necesite, tomar aire y respirar de otra manera. A mí me pasa que cuando estoy en un tema, lo «rumio» como las vacas, lo voy rumiando, casi inconscientemente, y a veces, en los sitios más insospechados, surge una idea renovadora, que empiezo a darle vueltas.
Luego, evito el excesivo re-pensar y me pongo a escribir. Como escribiendo uno tiene la suerte de ir un poco más lento que el pensamiento, es fabuloso, porque casi nunca se requiere borrar o cambiar algo. Bueno, yo sólo lo hago cuando escribo un libro o un artículo, pero entonces lo lleno de notas a pié de página, con reflexiones contradictorias o complementarias del texto. Y reconozco, y mis lectores lo saben, que me acabo poniendo muy pesado para ser leído, precisamente por eso, por la interrupción para el lector de las notas al pié o las reflexiones entre paréntesis o entre guiones, que no puedo evitar. Para no hablar de las comas y puntos y comas, que todavía hacen más complejo mi escribir. Cuando escribo en internet no tengo «la pega» de las notas a pié de página, y eso gana el lector.
Por último -aunque seguro que se podían decir muchas más cosas-, me paro de vez en cuando para masticar bien, para dejarme llevar por los vientos, porque si bien es cierto que es bueno saber siempre donde uno está y hacia dónde va, para de esa forma aprovechar el viento, también es importante, al menos para mí, sentarme en una roca, mirar el mar, sea tranquilo o embravecido, sentir el viento en las sienes, cerrar los ojos, y entonces sentirlo más intensamente, y eso me ayuda a comprender muchas cosas o a relacionarlas con otras, y de ahí salen nuevos enlaces, más complejidad y más interrelaciones, que como sabéis mis lectores son el fundamento último de los procesos innovadores (y cuando digo innovadores no quiero decir creativos, sino innovadores).