Hay situaciones en las que no nos gustaría volver a encontrarnos. Cuando ocurren, se nos hacen odiosas, aunque pronto las olvidamos, para dejar paso a cuestiones menos intensas y desagradables.
Hace unos días, me fui como todas las tardes a mi facultad, aparqué y cuando lo hacía, me di cuenta de que dos coches, un 4×4 y otro más pequeño, ocupaban dos plazas de aparcamiento en lugar de la que le correspondía. Es una práctica maleducada que no es demasiado frecuente, pero siempre hay algún listillo que lo hace. Más que listillo lo denominaría prepotente o maleducado o antisocial. Lo cierto es que me parece siempre muy inadecuado, y tal vez como profesor, si me encontrara con el dueño o dueña o lo viera hacerlo, me gustaría llamarle la atención y pedirle que la rectificara. Nunca lo había podido hacer, porque nunca había visto a los propietarios mal-educados aparcando el coche, pero muchas veces tuve el impulso de decirlo en la conserjería para saber quién era la persona en cuestión y hacerle demanda de que se ubicase en su sitio.
Pues bien, hace unos días, del 4×4 salieron una pareja de unos cincuenta años, bien vestidos, y cuando aparqué, me dirige a ellos, y les dije que habían aparcado utilizando dos plazas, lo que me parecía una falta de respeto a los demás. La mujer no dijo nada, al menos que yo oyese, pero el hombre se puso «gallito» y retador y vino a decir que hacía lo que le daba la gana. Le noté una posición de prepotencia, que siempre acabo imaginando en aquellos que tienen coches grandes, y aludió desde el principio a que su coche era tan grande que no se podía aparcar más que así -argumento totalmente inválido para este caso: muchos coches de ese tamaño conviven con otros en las dos plazas-. Al final, le dije que era un mal educado y me fui para dentro de la facultad. Cuando estaba entrando, vino detrás como un ser de la edad media gritando y queriendo quitarse la responsabilidad y utilizando los mismos argumentos, y añadiendo otro, más prepotente todavía: él era un profesor de la universidad y hacía lo que consideraba oportuno. Nuevo rasgo lamentable de prepotencia. Yo me acerqué a la conserjería para evitar que dados sus bríos me acabase pegando un bofetón o algo más, porque sus modales eran absolutamente primitivos, aunque no dejé de defenderme y de mostrar mi disconformidad con su mala educación y no comprendiendo como un supuesto profesor de universidad se comportase de tal forma, en lugar de rectificar el aparcamiento de su «gran coche», argumento que seguía repitiendo. Su agresividad siguió aumentando y llegó un momento en que vino a decir que yo no parecía profesor ni nada, mirándome con eso que yo siempre he llamado «mirada por encima del hombro» que me pareció otro rasgo de prepotencia. Le dije lo que pensaba, que era un prepotente y se mostraba como tal, y él dijo que no le insultara.
Cuento todos estos detalles porque quiero escribirlos para quitarlos de mi cabeza. Recuerdo que me había pasado algo parecido cuando hace muchos años reprendí a un conductor de un 4×4 también por tirar residuos desde el coche al arcén de la calle, y casi me pega.
De todo esto, derivo algunas conclusiones provisionales:
1. Ser ciudadano en este país no es una buena práctica, reprender aquellos comportamientos lamentables y fuera de lugar, mal-educados, puede acabar mal para uno o al menos que le quede un mal sabor de boca y de cuerpo. Tal vez por eso necesitamos tantas ocupaciones de bajo nivel de cualificación para cubrir todo lo que nuestra mala educación va produciendo.
2. Un profesor universitario (supuesto) que se pone como un energúmeno por no reconocer y rectificar lo que ha hecho mal y en público. ¿Puede enseñar algo? ¿Qué ejemplo es?
3. Cuando nos subimos en un coche pareciera que no somos nosotros, perdemos un poco la poca salud mental de la que disfrutamos.
4. Los propietarios de 4×4 son más propensos a la prepotencia que otros, por mi experiencia. Sus coches son en sí mismos intimidadorios -todavía recuerdo en Los Angeles a un Hummer que en un semáforo se puso detrás de mí, tuve una sensación de no ser nada-.
5. Y es lo que más me preocupa: los modos me sonaron a franquismo puro, a cuando todo el mundo tenía que aludir al famoso: «usted no sabe con quién habla» para enfrentarse a la agresividad y prepotencia de un sistema caduco y lleno de fantoches. Franquismo no exento de clasismo, de displicencia hacia el otro, de -aquí hago yo lo que quiero-.
6. Hay algunas personas de la derecha, de comportamientos propios de la derecha, que se piensan los amos del mundo y que los demás no son nadie, sólo porque ellos han comprado un coche grande o todavía lo deben.
Todo esto me parece muy grave y tiendo a ver en ello una tendencia social. Me da la sensación de que vamos a peor, que la agresividad va en aumento -es probable que tenga que ver con la crisis-depresión económica y social-política-, que la falta de respeto hacia el otro, aún siendo más mayor que tú, esta en alza, y que todo esto no me gusta nada.
Es cierto que todavía estoy impresionado por el incidente y mi juicio no es todavía plenamente equilibrado, pero las cosas están demasiado tensas, llevadas al límite. No es el único incidente de parecidas características en otras circunstancias, al que asisto, aunque no como protagonista principal-secundario como en este caso.
Más tensión, más ignorancia, más dinero concentrado en pocos, más poder, más injusticia, más riqueza y más pobreza, más nuevos ricos, más «clases ociosas»-Veblen, …. todo eso que está en la sociedad en la que vivimos, y acentuada por las tendencias estructurales de la globalización y del sistema económico capitalista, …. tiene unas consecuencias que esperemos que no se desencadenen en todas sus vertientes.