«Las convicciones son más peligrosos enemigos de la verdad que las mentiras» anuncia con atino Nietzsche, otro gran maestro, en gran medida, incomprendido.
Las convicciones son más peligrosos enemigos de la verdad que las mentiras
Claro que cuando la mentira se hace convicción, el problema estimo que tiene que ser más que doble. En realidad, nuestras idealizaciones convertidas en convicciones, pretendemos que no tengan discusión, que sean verdades como puños. Y son puños, puños de acero que inciden sobre la convivencia, sobre la vida propia y de los otros. Al final, se convierten en capillas, sean partidos o iglesias o confesiones de cualquier tipo, y reducen clarísimamente la comunicación, la intercomunicación. Mala cosa.