«La felicidad no está en la cima, sino en la forma de llegar a ella» Confucio, ¡qué gran maestro! Un maestro no sólo lleno de conocimiento, sino de sensibilidad y sobre todo, de experiencia que ha conducido a método y respeto a uno mismo y al otro.
Así es también para mí, hay que saber hacer las cosas, disfrutar de los caminos, de los recorridos, sufrirlos en cierto modo, a veces caminar sin saber si uno está realmente orientado, pero siempre disfrutando de cada instante en el camino. Mirar atrás sólo para aprender de los errores cometidos, y seguir y seguir, seguir hacia el horizonte, no tanto a una cima, a un objetivo, sino a un lugar donde sabemos a priori que no podemos llegar, que es imposible llegar, pero aún así lo intentamos, porque el resultadismo de llegar no es lo importante, sino el compartir del caminar, el hacer el camino con otros, el compartir una conversación que ni siquiera parecía que venía a cuento, ni estaba programada, pero -y tal vez por eso- fue algo estupendo que nos ayudó a proseguir en nuestro camino, porque nunca el camino está trillado, siempre hay obstáculos -y bienvenidos sean- que nos enseñan que vale la pena sublimar esos pequeños inhibidores, obstáculos, pero sin pensar que alguna vez no los habrá, sino sabiendo que aunque hayas superado uno, siempre habrá otros que nos recordarán nuestras formas de vivir y de superarlos y nos darán estímulo para continuar nuestro camino hacia el poniente, nuestro camino hacia el horizonte, nuestro camino «detrás» del sol.