Cuando estoy esperando al teléfono o no recibo respuesta de aquella persona con la que he intentado ponerme en contacto, siempre me viene a la mente mi primera experiencia con estas formas. Estaba yo en lo que se llamaba «una casa particular» alojado y llamaban por teléfono. Lo cogía la señora y preguntaba quién era. El marido, que era el requerido, le decía por lo bajo, «no estoy, no estoy». Y ella le decía eso, que no estaba y que llamara más tarde. Era la forma más educada de lo que yo llamo «gente escondida». En aquella época no nos molestaban por teléfono con anuncios y promociones, o sea que no tenías que esconderte. Pero mi casero siempre estaba escondido. Tenía 19 o 20 años y era la primera vez que observaba ese comportamiento.
La experiencia en Madrid poco a poco me convenció de que mi casero no era nadie extraño en Madrid, sino que había mucha gente escondida, mucha más de lo normal. Cuando llamo por teléfono a un lugar distinto de Madrid, las probabilidades de que la persona no esté dónde llamo son bajas, pero si no se pone al teléfono, las probabilidades de que me devuelva la llamada, son muy altas. Sin embargo, en Madrid casi nunca se pone nadie al otro lado del teléfono, salta el contestador -la mayoría de las veces, el que pone la empresa- y luego, se produce una espera indefinida, porque en el 90% de los casos, nadie te responde a tu llamada: «Gente escondida», cuando he querido escribir gente escondida vino a mi mente «Xente ao lonxe» de Celso Emilio Ferreiro: «pechai todalas portas e que xa ninguem saia». La poesía de Ferreiro tiene poco que ver con este asunto, pero me acordé del «pechai» (cerrar) «todalas portas» (¿es necesario traducir?).
¿Por qué en Madrid la gente casi no contesta al teléfono o devuelve la llamada? ¿Por qué? Es un tema que pienso tiene que ver con el poder, la cultura del poder. El poder, cuando se constituye en poder, necesita elementos ostentosos y uno de ellos es tener secretaria. Sin secretaria no hay poder que sea tal. Cuando el poder es muy grande, hay más secretarias, y más filtros para llegar a él, por ejemplo, un secretario de gabinete o jefe de gabinete o algo similar. Al final, nunca se llega al poder, que está aislado. El personaje «está escondido». De tanto verlo a sus jefes, de tanto verlo a los padres, de tanto verlo a todo el mundo, eso se va difundiendo como cultura de todos, y al final, todos -porque mola- están escondidos, pero no contestan y piensan: «si es importante, ya volverán a llamar, y sino que dejen un mensaje». Es decir, aún los que no tienen el poder de los filtros de secretarias y gabinetes, se montan su «chiringuito» de poder y o no contestan o no devuelven la llamada, y en cualquier caso, no estan. Luego, si por casualidad dan contigo, siempre se puede decir que estabas muy ocupado, que es otra de las fórmulas sociales aplicadas para «hacer como que se trabaja» y «se es importante». Pero no engañan a nadie. He sido «poder» y lo cierto es que no estaba tan ocupado que no pudiera atender las llamadas que recibía, cuestión que depende más de una cultura dónde el otro es importante, y no de que estés más o menos ocupado. Entiendo que eso le pueda pasar a una persona realmente muy ocupada, pero hay pocas. No lo creamos, ¿o es que nos lo queremos creer en este Madrid artificial porque de esa forma tenemos una justificación social para parecer que somos lo que no somos o trabajamos lo que no trabajamos? Más bien todo esto. Ya sé que es duro, pero un país se construye con transparencia, y no con gente escondida, dando la cara, enfrentando la realidad, y no diciéndole a la secretaria que «cuando me llamen, que no estoy, y toma nota, ya veremos si le llamamos». Y lo peor es que casi nadie tiene ya secretaria. Las pobres deben también estar en el paro.
Madrid, como todas las gentes del poder, es un lastre para todos los demás, y mientras los demás no se quejan de trabajar, ni de llamar una y otra vez, ellos se mantienen escondidos y justificados en un exceso de ocupación inexistente.
Pido disculpas a quiénes no tengan nada que ver con esta entrada y se sientan ofendidos. Hay mucha gente en Madrid que no es así. Pero para mí es un problema de porcentajes, y el porcentaje aquí es más alto que en otros sitios de la península.