Oyendo una exposición de mis alumnos, se me vino a la cabeza, como una bombillita de pronto: profesores del sector público relajados; profesores del sector privado estresados.
Por supuesto, no pretendo hacer una generalización, sino pensar en torno a lo que entendemos por relajado y lo que podemos entender por estresado, aplicados ambos términos a profesores.
Los profesores del sector público (psp) se lo pueden tomar con algo más de calma, aún cuando he visto en una mayoría de ellos siempre un gran interés y motivación por lo que hacen y por su profesión. Les suele gustar su profesión y tienen un nivel medio profesional bueno, aunque casi siempre el punto en que bajan la media es en competencias pedagógicas, y en este caso, me refiero a la universidad y las enseñanzas medias.
Los profesores del sector privado (pspr) suelen ser más proactivos y adaptados a su situación, pero con menor libertad de movimientos, aspecto que tal vez valoran menos que los públicos, suelen tener una preparación profesional media inferior, al menos en términos técnicos, aunque probablemente se mantienen algo más al día que los públicos, aunque no siempre, porque en la universidad pública hay mucha necesidad de investigar y de trabajar lo más actual. Es difícil profesar sin renovarse. El pspr está más acomodado a su situación, que es evidentemente más exigente, al menos en el trato con el alumno, el cual es un cliente y por tanto, como paga directamente -él o sus padres-, hay que responder directamente ante él, porque sino se van los dineros a otra parte. El psp es tan libre respecto a los alumnos que muchas veces no los considera suficiente. Les da lo que sabe, pero no tiene que obligarse demasiado, aunque a veces, muchas, lo haga.
El psp vive más relajado su profesión y tiene menos horas de clase a la semana. Está preocupado por la calidad de su enseñanza, pero rinde menos cuentas a supervisores, alumnos o padres, aunque en las enseñanzas medias más. El pspr vive continuamente en tensión, porque se ve muy amenazado por los propietarios o sus representantes, por los alumnos o sus padres, y por la calidad de su trabajo.
Unos más relajados y tal vez más productivos; otros más estresados, cumpliendo el plan de trabajo, pero creciendo poco y aportando pocas novedades. Todo depende de la autonomía y libertad de los espacios públicos y de los espacios privados.
Pienso que tanto la enseñanza privada como pública, si se hiciera en un país anglosajón se le llamaría pública. En realidad, la auténtica diferenciación entre ambas, tendría que ser entre enseñanza estatal y enseñanza privada, pero ambas son públicas, porque tienen ese carácter.
Eso nos lleva a que la única que es intrusa es la privada, porque la estatal es coherentemente pública, y la privada es pública por su carácter, pero privada por sus intereses, es decir, es una gran contradicción. Hacer negocio de un servicio público no es coherente ni corresponde.
Un servicio público, lo imparta quién lo imparta, ha de ser público, y por tanto, hacerse cubriendo sus costes. Se hace porque cuesta tanto y ya está. Si además, existe un margen-beneficio-negocio que aumenta el precio, es algo ilegítimo y que produce todos los problemas sociales que vemos.
La sociedad no puede, no debe, permitirse el lujo de privatizar un servicio público, porque aunque a corto plazo parezca mejor y más barato, en el medio plazo se hará peor de calidad y más caro. Se empieza por encubrir la calidad, bajo distintas formas, y se acaba subiendo el precio, cuando hay un control del espacio -y un colegio abarca un espacio de clientes potenciales, los que rodean en un circulo estrecho sus instalaciones. Ahí se convierte en monopolista, en cártel-.
No les negaré que nunca he entendido la privacidad o privatización de la enseñanza, sólo se puede entender en términos de poder o posición de poder en la pajarera -por ejemplo, en España, cada orden religiosa tiene sus poderes adquiridos-.
La enseñanza tiene que ser transparente, y nada privada; pública y no privada; para todos y no para unos privilegiados; en fin, me parece que la opción privada es muy cara, es injusta -porque sólo favorece a los que son acomodados o ricos- y es contradictoria, al hacer privado algo realmente público.