Hoy, un grupo de trabajo al final de su exposición, me citó en primer lugar, mostrando su agradecimiento por el trabajo y cómo les he ayudado. Es lo más normal, porque soy su profesor-facilitador y les he aportado realmente cosas. En ese momento, se produjo un gran murmullo en clase, que entiendo aludía a «no seas tan pelota», «jo, que tipo más pelota ….» etc. Lamentable, pero también propio de un país cuya cultura no permite reconocer el mérito del trabajo bien hecho, y sobre todo, de alguien que te está enseñando o es tu empresario o tu director de tu tarea. Todos los que lo hacen son «pelotas» (sic). Pues no, sólo lo son si la persona a quién se le agradece no ha hecho nada, y sólo es una nube de alabanzas impropias e inadecuadas. Es preciso distinguir entre los que lo merecen y los que no. No lo merecen los que sólo tienen poder, pero no saben ni hacen bien tu trabajo o al menos lo intentan. Sí lo merecen los que hacen no sólo bien su trabajo, sino que aportan muchas cosas novedosas y positivas para el desenvolvimiento de esas personas. Y esa distinción casi nunca se hace, aún cuando una gran mayoría piense que el trabajo realizado ha sido estupendo. Pero …. decir que el profesor te ha ayudado, dicho en directo y delante de otros, es, según la cultura dominante, algo casi ignominioso y que se tiene que ocultar, porque no se acepta el agradecimiento público al trabajo bien hecho.

Como mi labor es de orientación también social y cultural, tuve que intervenir y acallar los rumores, y afirmar lo que ahora estoy repitiendo: que este país tiene que aprender a agradecer a aquellos que realmente merecen su agradecimiento, y no a hacer la pelota a los que sólo tienen poder, como vemos todos los días en los telediarios oficiales o en las actitudes de las personas ante los políticos, sobre todo, si están en el poder, y que en su mayoría no son las personas adecuadas para que se les agradezca nada, sino para que fueran ellos los que nos agradecieran que los tengamos en el poder, haciéndolo tan mal como lo hacen.

Y punto y seguido. Hay mucho que hacer para dotar a nuestra cultura dominante de los recursos que le faltan y le llevan a incidir en regresiones de carácter tan significativas como la poca iniciativa para agradecer a quiénes nos han hecho el bien y nos han ayudado a aprender.

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