De pronto, tu móvil que es un smartphone, y que nunca habías conectado a la red, pones la clave del wifi de tu casa y de forma automática, te da de alta como abonado/pagador de cuota de internet para móviles. Te das cuenta de que la información del correo y otra ya no sólo la consigues en los autobuses porque tienen wifi gratuito y en tu casa, porque es tu wifi, sino que parece que lo tienes conectado en cualquier sitio. Un engaño. Te han dado de alta sin tu autorización. Me lo ha hecho Vodafone, y todavía sufro las consecuencias, porque sigo sin llamadas de salida; y ahora se lo ha hecho a mi pareja, Yoigo. Un engaño que parece que es un engaño sistemático, igual que lo es en el mismo sector el no tener un contrato en tus manos, porque lo hacen a través de una grabación, cuya validez sería discutible, pero eso hace que no sepas bien cuales son tus derechos, ni tampoco la letra pequeña, que es la que finalmente importa.

Llamo a un 900 y que pasa: siempre están los operadores ocupados. Estas pagando y están ocupados. Es decir, pagas porque ellos tengan un mal servicio. Si los operadores no estuvieran ocupados, es decir, te atendieran, pagarías menos. Y una parte de lo que pagas va a la empresa de telecomunicación correspondiente y otra parte va a la empresa que provoca la llamada. He llegado a estar quince y hasta veinte minutos para conseguir que «los operadores» se pongan al teléfono. Eso supone facturación para la empresa de telecomunicación, en este caso, Telefónica-Movistar, y para quién no tiene operadores, en este caso, Asisa, pero podrían ser otros los agentes. Es lo de menos.

Los engaños son algo normal en el sistema capitalista, casi se podría calificar de sistema de engaños o de también de despilfarros, o antiecológico o antisocial. La presión para vender hace que se salten todo lo que es razonable, y vendan como sea, aunque sea sin que tu hayas hecho ni decidido nada para comprar. El caso es expropiarte, también a ti, en la vertiente de consumo, igual que te explotan cuando trabajas para ellos. En fin, explotación, engaño y capitalismo son prácticamente lo mismo.

Aunque yo me pregunto por qué la telecomunicación es tan propensa al engaño, al menos en España. Y puedo hacer varias hipótesis:
a) hay una de fondo, y es que este país tiene poco remedio. Ya lo decía Lucas Mallada en su «Los males de la patria». Es un país poco confiable, y eso es un dato que no sólo afecta a la telecomunicación;
b) hay otra de formas: cuando se permite que un contrato sólo lo conozca una parte, y eso se ampare legalmente, es que hay gato encerrado o puede ser encerrado en cualquier momento, ¿cómo es posible que las autoridades permitan que un contrato no sólo nos engañe en la letra pequeña, sino que ni siquiera lo conozcamos físicamente, ni siquiera a través de un archivo que llega a tu mail?;
c) y dando un paso más, es un problema de sector. En realidad, la telecomunicación es una forma de incomunicación, es decir, hay un problema de base: es un «como si» te comunicaras, pero la comunicación real es en directo, cuando uno se pone detrás de un teléfono, de un móvil o de un smartphone y sus correos y demás, lo que está haciendo no es comunicarse, sino «evitar la comunicación», quiénes más usan de estos medios no quieren que se les conozca como son, sino como quieren que se les vea, es decir, comunicamos como avatares, no como personas, y el resultado es que el engaño básico de la telecomunicación y derivados, acaba confluyendo en un engaño que nos hacemos a nosotros mismos y a los demás, si se dejan. Esto no excluye que habiendo nacido de un gran engaño, pueda servir para algo, claro que sirve, pero no dejará de ser algo que evita la cercanía y las relaciones reales.

Luego viene la segunda parte de los engaños, la protesta cuando descubres que te están engañando y aún encima todas son imposiciones, como si tú hubieras querido darte de alta en algo que no ha sido así. Y por supuesto, quieren cobrar su engaño. Y empieza un nuevo tormento, la reclamación. Primero, llamas a la empresa y sólo te dice que es lo que es y que «le debes» tanto y que si no pagas, te corta la línea y te manda al registro de morosos. Segundo, después de mucho buscar, encuentras una vía para reclamar …. -a todo esto han pasado uno o dos meses-, a través de tu ayuntamiento puedes presentar una reclamación y tramitarla. Con poca confianza, lo haces. Y te llega un mes y medio después una carta del ayuntamiento en la que se adjunta otra de la empresa, en este caso Vodafone, en la que te dice que si, que tienes toda la razón y que te reduce la factura en esas cantidades que te ha querido cobrar -mientras tanto, la tal Vodafone, que podría ser cualquier otra, te ha tenido durante seis meses sin servicio de salida en el teléfono móvil-, pero tienes que pagarle la mensualidad de esos meses en que no has podido usar el servicio, porque te lo han cortado. Ahora tengo que volver a reclamar …. porque aunque las cantidades no son altas, no tengo la obligación de pagar esa cuota si no he recibido el servicio. Otra vez a empezar otra reclamación. Y esto parece que no se acaba, y sigo -ya son casi ocho meses- sin servicio de salida en mi móvil.

Engaños, engaños, tal vez incrementados por el sálvese quién pueda de la crisis, pero sin justificación. Siempre engaños. Engaños, explotación y otras cosas. Esto es el sistema -para qué hablar de los bancos, para qué hablar de los desahucios, para qué hablar de las comisiones, para qué hablar de la ¿justicia» y de los indultos, para qué hablar de las privatizaciones innecesarias, para qué hablar ……. ENGAÑOS, y podemos conjugarlo hasta el infinito: ENGAÑOS, ENGAÑOSO, ENGAÑADOS, …… Si, esto es un atraco, una estafa, una falsedad, ….. sinónimos de ENGAÑO y de sistema.

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