Alguien podría pensar que empezar nuevamente un curso es volver a empezar, pero estaría plenamente equivocado. Cada curso es diferente de cada otro, y siempre hay sorpresas … por supuesto, casi siempre agradables. La experiencia dicen que importa, y por supuesto, importa, pero lo importante es vivir cada momento como si fuera el primero, y este curso es como mi primer curso. Puede ser que pueda pensar que sé más, que casi cumplo los cincuenta años dando cursos en esta mi universidad, pero es lo mismo, cada curso hay que prepararlo, y más si piensas que el conocimiento se construye o deconstruye en el aula, y a partir de las necesidades de los que estamos o vamos a convivir y compartir en ella. Las partes repetidas de un curso son en parte previsibles y en parte aburridas; las que te acaban interesando son las propias de una nueva aventura.

El martes pasado he empezado mi aventura. Este año tengo que impartir dos cursos de segundo de grado y uno de quinto de licenciatura. Los de segundo son más jóvenes, más inquietos, más ávidos, menos alineados por el sistema todavía, muy interesantes, muy vivos, muy sugerentes, diferentes todos ellos, a los que tuve el curso anterior, pero tremendamente interesantes para un facilitador-profesor como yo. Los de quinto son casi un segundo cuatrimestre, muchos los tuve el curso pasado y ahora en otra asignatura reanudan la relación conmigo. Es una gran oportunidad de hacer lo que siempre he soñado, disponer de dos cursos o cuatrimestres con gente similar, porque entonces, tienes que avanzar en la propuesta del segundo cuatrimestre, tienes que proponer otras cosas, otras formas, otros contenidos, y eso siempre es atractivo, aunque sea un viejo profesor, como soy. Me ilusiona lo que pase con estos tres cursos del primer cuatrimestre, porque viviré experiencias seguro que diferentes, alguna se repetirá, pero también de las repeticiones se aprende, a veces, hasta mucho más.

Me gusta lo que hago, me gusta sentir que puedo ayudar a que las personas aprendan, a que se interrelacionen, a que convivan y compartan tantas cosas que cada uno sabe y la mayoría de las veces, guarda en un silencio excesivo. Contribuir a que las personas se interrelacionen, a que aprendan de sí mismos y de los otros, a que abran los ojos ante algo nuevo en su camino, a que aporten lo que saben o lo que buscan, encuentran y difunden …… es un sueño. Todo mi trabajo es un sueño, pero un sueño que vives, un sueño real, un auténtico sueño: dedicarme a lo que me dedico y que me guste tanto como me gusta.

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