Innovar es, en cierto modo, moverse desde la necesidad, desde la realidad, desde la escasez.
Innovación = f ( Realidad ……)
primero, sentir la necesidad, luego ser estudiada, posteriormente …… ya veremos como lo abordamos.
Segundo,
No todas las realidades ni necesidades son iguales, ni permiten el mismo tratamiento. Las realidades elementales son aquellas que están realmente vinculadas a una necesidad, cuanto más ineludible mejor. El sentido de lo real es más perceptible cuando la necesidad, la escasez es más manifiesta, y hasta más difícil de resolver. Motivación-superación profundiza en la adquisición de ese sentido de lo real.
El recurso básico es el análisis complejo, no cualquier análisis. Para comprender la necesidad hay que sentirla, pero luego aplicar una metodología compleja para una realidad siempre compleja.
Tercero,
La Innovación es un producto social; y no un acto individualizado. Se innova porque es un deseo social, sentido, y porque se dan las circunstancias para esa innovación. Por una parte, la Innovación responde a una necesidad, y a una sociedad, a una “clientela” potencial; y por otra, no todo es posible; sólo es posible, lo que es posible, y no es una redundancia. Como producto social la innovación es calidad, denota calidad, denota productividad, denota avance. Si no es así, no es más que moda, imagen o deslumbramiento, pero no innovación. Por eso, la innovación se puede definir, aunque el término le queda corto, como mejora, como mejora continua. Y eso nuevamente, nos remite a la calidad y la productividad.
Quedémonos hoy con el concepto elemental de que innovación es calidad …… pero no sólo calidad, sino algo más, como veremos en “elementales” subsiguientes.
Cuarto,
La innovación se construye a partir de un proyecto. Un proyecto no es cualquier cosa, sino algo que tiene que “engancharnos”, “agarrarnos”. Un proyecto nace del análisis, de la comprensión, de lo que pasa, de lo que es, de lo que interpretamos. En ese análisis “está” el proyecto.
Pero no hablamos de un plan, sino de un proyecto, de algo que sea más que conseguir unos objetivos, sino también que nos permita introducirnos en un mundo de aprendizaje, de investigación, de saber, de ser, de vivir, y para ello precisa de un horizonte que nos enganche y un sistema de valores que sea coherente con nuestra concepción del mundo y que nos impulse y nos dé pertenencia.
Esto no se entiende muy bien por las grandes corporaciones, ni tampoco por las pequeñas. Se cree que los proyectos son una especie de exclusiva de unos pocos, para impulsar a unos muchos; cuando un proyecto es un acto cognoscitivo y vital que nos permite desarrollarnos y sentirnos bien y a gusto en ese espacio que lo propicia o lo permite. La mayoría de las veces, las empresas “imponen” sus proyectos, los marcan desde arriba, queriendo llevar las cosas por donde quieren unos pocos. Es un grave error, un error que afecta profundamente a la satisfacción, pero sobre todo, a la producitividad y eficiencia de los actores, y por tanto, a la eficacia del proyecto.
(Continuará)