¿Para qué el deaguisado que se ha montado con Bolonia -por cierto, pobre Bolonia, tan bella como es, y sufrir el escarnio de todo el mundo acusándola de todo lo que pasa en la enseñanza-? Pues para nada. Previsible, porque tal y como se estaba montando en un país como el nuestro, nos habíamos montado en una especie de espiral hacia el agujero negro, lamentable en casi todos los pasos que se han dado, llenos de poderes que se imponen a las razones, de exigencias y retrasos que no tienen nada que ver con mejorar la calidad de la enseñanza, de privatizaciones latentes que destruyen la poca calidad que podíamos tener en la enseñanza pública, en fin, para llorar.

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