He estado hojeando un libro de Matemáticas que utilizan durante dos cursos del equivalente de bachillerato en Brasil, que supongo será la base de las evaluaciones de selectividad en esa materia, y me ha alucinado.

Tengo que decir que aunque nunca ha sido mi materia, siempre he destacado y sacado buenas notas en mates.

Lo cierto es que me ha parecido inaceptable que se le exija a un chico de quince o dieciseis años pasar un rollo de tal calibre que sólo se entendería si se dedicase a ser profesor de esa materia en cualquiera de los niveles. No me extraña que los chicos, la gran mayoría, acaben odiando las matemáticas, y quién dice matemáticas puede decir otra materia, porque parece que tienen que hacer carrera especializada en exactas, y no saber lo necesario para entrar en materia especializada si es su afición. ¡Cuantos estudiantes no seguirán en el mundo especializado porque las materias son inaceptables, inalcanzables, inútiles y sólo tienen como función generar muros para una supuesta selectividad! Sinceramente, si se aprenden todo eso, están muy cerca de ser niños prodigio, y me temo que sólo pueden hacer de cacatúas repetitivas, que prácticamente de una forma memorística pueden aprobar sus exámenes.

Pero esto no sólo ocurre con las matemáticas, materia que siempre me ha deleitado y preocupado, sino con otras muchas. ¿Para qué tantas cosas inútiles y culturalistas? Innecesarias en la vida, y después probablemente, no saben el cálculo más elemental?

En fin, todo eso es el producto de la especialización. Todos creen que su materia hay que estudiarla a tope, a cien por cien, que se la sepan toda, porque es más importante que ninguna, y al fin, los chicos pierden una gran cantidad de energía en intentar ser lo que les frustará probablemente para toda la vida, o les convertirá en escépticos u opuestos frontalmente a tal o cual temática.
No podemos hacer que la gente se interese por las materias que impartimos, si creemos que son tan importantes, que hay que hacerlas más y más abstractas, más fuera de la realidad, y que nadie entienda para qué sirven esas cosas. El lenguaje no puede ser el de los matemáticos, sino el de humanos. Y si hay un «genio» -que yo lo dudo- entre cada 1.000 chicos, pues hacerle tragar a ese genio todas esas manías de los especialistas.

De verdad, parece imposible, pero es nuestra forma de decir que éste sabe y aquél no sabe, qué éste es apto y aquél es un bruto. No me extraña que al final la gente se despegue y a la primera oportunidad, deje de aprender, y aun más, odie aprender.

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