Viendo al seleccionado de Portugal en uno de los encuentros anteriores, uno que ganó y no sé contra quién, por 3-2, me salió del alma la palabra «rácano», supongo que sería por alguna asociación de ideas, de esas que ocurren a veces y que uno no explica del todo. Me gustó el calificativo para aplicárselo a esa forma cutre por la que se hace lo mínimo posible y si hay que hacer algo más, es como si te tuviesen que pagar por ello. La palabra que más se ajustaba a lo que me había salido espontáneamente era mezquino, cutre, interesado. Tal vez no sean las acepciones de la academia, si existen, pero era lo que yo intentaba expresar con mi vocablo.
Y ayer también me volvió a parecer lo mismo: los jugadores portugueses están siempre protestando, siempre se tiran al suelo para engañar al árbitro, cayendo exageradamente; si hacen una falta, practican dos cosas: una, siempre le añaden un «toque» al contrario, aparte de la falta; y dos, si la falta es muy fuerte, se tiran sin razón al suelo, sólo para que el árbitro vea que han sido ellos los perjudicados. Es impresionante y pienso que estudiado, como era estudiado cargarse a los contrarios en las ligas de futbol americano. Y tienen unos grandes maestros: Pepe, Cristiano y Nani lo hacen siempre en alguna de sus facetas.
Todas esas impresiones personales, tal vez exageradas o interesadas, me ubican enfrente de este tipo de comportamientos, y me acaban produciendo rechazo y finalmente sufro si los que las hacen ganan. Por eso, me alegré ayer de que los portugueses fueran eliminados. Es cierto que todos los equipos de futbol -unos más y otros menos- intentan engañar, pero hay algunos en que las
cosas están más acentuadas. Por una vez, en mi opinión, el resultado se adaptaba a mi deseo.
Y realmente me gustaría aclarar que no es una cuestión racial o nacional la que me mueve. Bien saben los que me conocen, que he intentado reconocer Portugal cuando para España ni siquiera existía, y en cierta medida, gracias a su revolución «dos cravos», fue posible nuestra pobre transición política posfranquista. El rechazo es de comportamientos, y esos comportamientos tan «típicamente» mourinhistas son los que me producen rechazo. Estoy seguro que muchos portugueses piensan como yo, igual que muchas personas habitantes de Madrid. En ese formato, parece que vale cualquier cosa, da lo mismo que medio, siempre que se consiga el fin, y yo no soporto lo que eso significa desde un punto de vista humano.