“El amor ahuyenta al miedo y, recíprocamente, el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma” (Aldous Huxley)
He encontrado esta frase por los entresijos de internet. Sinceramente no me pegaba con Huxley, pero despues de pensarlo, la he reproducido, para dar origen a algun pensamiento sobre este tema. Dicen que el miedo se nos mete estructuralmente en el cuerpo, de forma activa o pasiva, cuando nacemos … en esa impresion que tiene que ser mucha de desembocar desde ese interior acuoso donde nos conformamos. Desde luego, el miedo tiene una gran presencia en nuestra vida, y sin duda, muchas veces expulsa al amor, a la inteligencia y hasta a la humanidad misma de nuestro comportamiento y nuestro ser. El miedo a la libertad, decia Fromm, el miedo a ser nosotros mismos, el miedo a ser libres -que tiene su coste-, el miedo a cambiar, el miedo a independizarse ….. las instituciones las hemos construido para reproducir los limites del miedo y recordarnos los peligros y hasta institucionalizarlos.
El miedo, incompatible con la libertad, es por tanto, incompatible con la innovacion, sobre todo aquella que se fragua en las personas y los grupos sociales. Porque los resultados de esos procesos, las innovaciones pueden a veces hasta meternos miedo, sobre todo las de destruccion, pero tambien otras supuestamente menos destructivas.
Nuestros comportamientos estan frenados por el miedo. Saber lo que quieres, pero temer las consecuencias de lo que quieres, y entonces, pararte porque dudas si ponerte en marcha, aun sabiendo, pero creyendo que vas a ser rechazado. El miedo al rechazo es tambien un buen argumento para no hacer.
Y la sociedad se ha llenado de nuevos miedos desde hace diez años. Miedos que exigen nuevos cuidados, nuevos comportamientos, nuevas aceptaciones de limitar nuestras libertades, nuevos posicionamientos, y hasta ese miedo nos radicaliza en posiciones que resultan tan temerosas que dificilmente permiten que nuestras mentes se ocupen de otras cosas mas constructivas. Estamos navegando con miedo, como si nuestras naves hubieran perdido el timon, y fuera lo azaroso del destino lo que nos lleva ….. lo cual, sin duda, excepto para los obsesivamente creyentes, se convierte en un desconcierto.