Ya lo he repetido una y mil veces: el sistema capitalista necesita bajar el coste por unidad producida, o lo que es lo mismo, el salario real por unidad producida. Y aceleradamente.

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¿Por qué? Pues porque los capitalistas de los países avanzados no invertirán en sus países respectivos y lo harán siempre en otros que les ofrecen seguridad y costes laborales mínimos. Y esta es la dinámica de los últimos veinte años. La globalización en economía ha significado una diferencia substancial de costes por unidad producida entre los países llamados emergentes, con China a la cabeza, y los países llamados avanzados, con Europa, USA y Japón a la cabeza. Estos últimos llevan varios años estancados o con una dinámica que les pone en situación de bajo nivel de competencia respecto a los emergentes. Y todavía queda África por explotar.

En general, en Europa se ha vivido bien, y la mayoría de los países han ido reculando, con algunas excepciones significativas. Desde luego, todos los de más de 50 millones de habitantes, es decir, los grandes: Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia y España -y también Polonia, aunque este menos, por haber llegado más tarde- lo llevan de mal a muy mal. Sus salarios son muy altos comparativamente y los Estados han crecido, a veces desorbitadamente y a un ritmo super-acelerado, como es el caso de España con el gran negocio provinciano de las autonomías.

Este artículo del país nos muestra como la misma Alemania ha puesto en marcha varios paquetes de medidas para reducir el salario real y por tanto, el coste por unidad producida, llegándose a niveles insosprechados, sobre todo, para aquellos que no lo viven directamente. ¡La hora de trabajo por debajo del euro, muy por debajo del euro! Creíamos que eso era para países tercermundistas, pero no, la misma Alemania se lo permite, y hay poca respuesta.

Hay poca respuesta, porque los Sindicatos no pueden hacer frente a nada, porque el sistema de relaciones laborales es tan libre que impide protestar, porque la dependencia de los trabajadores ante la posibilidad de ser despedidos, es total y protestar puede significar la indigencia para ellos y sus familias, y todo el mundo compite por un empleo, aunque sea a casi medio euro por hora.

No hay defensa: sólo queda una defensa incierta en la calle y mediante mensajes cortos, pero los medios de comunicación estatales y del poder económico lo tienen claro y desacreditan hasta el máximo todas estas acciones. Pocos recursos quedan. Sin sindicatos, sin partidos de izquierda de verdad que tengan relevancia, con un mesosistema asociativo poco desarrollado o en decadencia, poco o nada se puede hacer para defender la posición de los que tienen trabajo, porque en el fondo están enfrentados objetivamente con los que no lo consiguen. Y al final, a medio euro la hora, y empieza a ser caro, al menos eso dicen las empresas.

En fin, está difícil. Sólo hay que ver a los sindicatos en España sin poder reaccionar ante el ataque del gobierno.

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