«Necesitamos una cultura que se dé cuenta de la deriva terrible en la que llevamos decenios inmersos. Una cultura de oposición radical a los poderes hoy dominantes, una cultura que sepa hacerse cargo de las pérdidas y que saque fuerzas de flaqueza para enfrentarse a esa plutocracia nihilista que gobierna nuestras sociedades. Hay que reivindicar la cultura de la pobreza, en relación con la exuberancia con la que trabajan otros ámbitos de la cultura» dice Jorge Riechmann, poeta y algo más.
Me apunto y muchas veces me pregunto, ¿dónde está la cultura? ¿dónde la intelectualidad? ¿dónde las posiciones «depresivas», las posiciones que saben, pero que se mueven desde el aprendizaje, desde lo que no sabemos, pero intentamos saber, que no dogmatizan, ni obligan, sino promueven y facilitan, acercan, sienten y piensan que las cosas pueden y deben (tal vez) ser de otros modos? ¿dónde estamos nosotros mismos? ¿dónde nos quedamos escondidos? ……
Si, … hay que sentirse realmente pobre …. desarrollar una cultura desde abajo, sin florituras, sin barroquismos, sin tanta mentira, sin «peloteo», partiendo de una adecuada «posición depresiva» kleiniana, sabiendo que lo que haces puede ser importante, sobre todo, si no lo haces; sabiendo que lo que buscas no es prácticamente posible, pero sigues buscando; sabiendo que no hay intereses en el corto plazo, sino horizontes hacia donde nos proyectamos, y que son horizontes, y no un sólo horizonte, y que tenemos que ir construyéndolos y reconstruyéndolos entre todos …. participando activamente en la vida …. desgranando el camino y disfrutando al tiempo de uno mismo y de los otros, sobre todo, de los otros, que no sólo son más, sino que son siempre apasionantes.
Nos hemos quedado atrás, como es común en nuestras latitudes …. porque hemos «vivido» y vivimos en una supuesta y barroca abundancia, que nos impide comprender que las cosas se obtienen con esfuerzo, sobre todo, las importantes …. y que trabajar es bueno, sobre todo si lo es en cosas que nos gustan o que lo hacemos de tal forma que acaban gustándonos, siendo nuestras cosas, …. ¡se puede aprender tan aceleradamente cuando se parte de lo que uno es ….. casi nada, cuando hasta se es capaz de infravalorar lo poco que uno tiene y se parte de un poco más abajo! No necesitamos tantos «bienes» (sic), no necesitamos tantas cosas, no necesitamos tantos excesos. Lo sabbemos por nuestros hijos y nietos, cuantos más juguetes, menos disfrutan de ellos. Tenemos demasiados juguetes ….. y ya es hora de que disfrutemos con el camión de madera …. si, ese que no tiene ningún automatismo, ni nada añadido, sólo es un camión, que hasta sus ruedas son de madera y no ruedan demasiado bien ……porque si el camión es teledirigido, si el camión está lleno de vías de scalextric, si el camión es «la monda» … ¿que nos queda a nosotros? sólo seguir las instrucciones y no romperlo, porque el disgusto de los «papas» será grande, porque es un camión no sólo caro, sino a su parecer extraordinario. ¡Juguemos con camiones de madera y no demasiado grandes, más bien modestos …. y seamos capaces de poner en ellos bolas, papeles, cartones, y desechos de todo tipo, y si es posible, convirtamos el camión en algo útil para nosotros y para los demás!