El artículo, creo que de ayer, de Vicenç Navarro: «El silencio sobre el amianto», donde se divulga el trabajo realizado por Ángel Cárcoba, Francisco Báez y Paco Puche («El amianto en España: estado de la cuestión») es de obligada lectura.

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La gravedad del tema y la dependencia de los poderes públicos y políticos respecto a los intereses privados del capital son dos aspectos que resaltan en su lectura y la del buen informe de Cárcoba, Báez y Puche.

Resulta sorprendente que estas cosas ocurran, pero no es en realidad nada sorprendente, es más bien lo normal. Es normal que el sistema y sus representantes busquen por todos los medios ganar más en menos tiempo y hacer buenos negocios. Su acumulación de capital, y su supervivencia, dependen del ritmo que impriman a sus ganancias, y de la ampliación de los márgenes, sea a cuenta de la naturaleza o de los seres humanos que somos parte de ella. Y para protegerse de posibles leyes o retrasarlas, como está ocurriendo con el cambio climático, sólo es preciso presionar, presionar, y presionar -lo cual muchas veces, conlleva intereses, corrupciones y pagas diversas- para que las cosas sigan como están …. sin muchas regulaciones o con las mínimas, con objeto de que haya «más libertad» para ganar dinero matando a trabajadores y hasta a consumidores, como también es el caso.

Todo vale en estos mercados, con tal de que el margen obtenido sea mayor. Si hay límites, se evitan, como son los paraísos fiscales; si hay leyes, se reforman o se obvian o se les ataca por dónde son más débiles, como ha ocurrido con el famoso hotel de Almería; y si no hay leyes, mejor, cuanto más tiempo mejor, como ha ocurrido durante años con el amianto. Resultado: un montón de muertos ….. pero «es que somos muchos …..» y «valemos» bien poco para quiénes nos explotan.

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