Indignarse es relativamente fácil …. idealizar la respuesta y la indignación es uno de sus peligros …. pensar que indignándose ya empiezan a estar resueltas las cosas que nos indignan …. también …..
Muchos dicen que el peligro de la situación actual de indignación es la falta de liderazgo. Yo pienso que no, que lo que puede matar ese proceso es más bien la idealización exagerada y el narcisismo colectivo que se deriva del «triunfo», de ser capaces de convocar a tantos. ….. Perder el sentido de lo real siempre es un problema, pero más cuando es un acto colectivo. El camino es largo, el camino es difícil, el camino no se resuelve en un chiscar los dedos …. hay que andarlo paso a paso, y esperar que de vez en cuando se retroceda, para volver a tomar impulso. Si nos desanimamos pronto, las cosas se diluirán, pero no por falta de liderazgo, sino por eso que ya en cierto modo «mató» al 68: pedir lo imposible y considerarlo posible. Hoy no tendría que tratarse de pedir, sino de razonar las muchas causas y fenómenos por los que es necesario cambiar o mejor reformar. Buscar el poder es empezar, como diría Nietzsche a «volvernos estúpidos» … como todos los que lo alcanzan. Sin embargo, ser un contrapoder …. actuar como sociedad o su representación, llamando la atención sobre aquello de lo establecido que no funciona, y haciendo que funcione de otra manera más adecuada y de sentido común para todos …. eso sí tiene más sentido …. ganar el poder …. sólo servirá para tener un escaño, que, en mi opinión, es lo más parecido a no tener nada y aún encima estar atado a la representatividad del que «ya ha llegado». Un movimiento asambleario y pacífico tiene que profundizar sobre sí mismo, conocer los problemas, denunciarlos y hasta ofrecer cómo se llegaría a resolverlos, y hacer lo posible para que las injusticias legalizadas no se lleven a cabo, si es posible, y por medios pacíficos. Ahí está su solvencia, en saber pensar, saber conocer, analizar, comprender y aportar, y consecuentemente, exigir.
Y en todo este proceso, todos los grupos y personas implicadas tienen que llegar todos los días a casa y pensar en lo que han aprendido, sobre todo, lo que han aprendido para reunirse mejor, para intercambiar mejor sus ideas y conocimientos, para respetar más a sus compañeros, para convivir y saber cooperar.
Porque en el fondo, lo que se trata es de contrastar una sociedad «anónima» e individualista, egoista en sí misma, por una sociedad cooperante, solidaria y que sabe hacer democracia desde abajo, respetando y positivando las aportaciones de los otros.
Hola Roberto
Me gustan tus comentarios, ahi está la musica que muchos no saben oir.
Si «esta gente» ha llamado la atencion a tanta gente con tan pocos recursos, por algo será.
Creo que esta es la forma propia de la sociedad civil. Movimientos que pueden crear oportunidades politicas, o no. En todo caso, algunos sólo entienden la lucha por el poder. Restos de los años «marxistas» en los que cada reunión tenia alguien con las conclusiones preparadas de antemano (lucha de clases, lucha por el poder, superestructuras culturales..)
En el entorno del 15 M se mueven ahora muchas cosas,algunas ya llevaban años. Por ejemplo, esta gente http://www.barcelonaconsensus.org/ son varios cetenares de expertos de todos los continentes. Tienen incluso un manual para hacer avanzar los cambios sociales. Santi
Gracias, Santiago …. es curioso, hoy te llamé a tu casa …. llevábamos tal vez meses sin comunicarnos y justo nos acordamos el mismo día. Un gran abrazo y gracias nuevamente por tus comentarios … me han descubierto otras facetas que no había investigado.
Les grand esprits se rencontrent, dice Colette cuando pasa una cosa asi. O bien como dicen otros, las coincidencias no existen.Eso creo yo también. Un abrazo
Estoy de acuerdo …. las coincidencias o la referencia a ellas, suele ser una coartada.
Los grandes cambios comienzan con pequeños pasos.
En este momento estamos viviendo «un despertar masivo». La antesala del 15M tuvo lugar en petit comité, entre amigos, en la cafetería, compartiendo confesiones acerca de lo mal que estaba el mundo, pero sin llegar más lejos que a la queja, el desahogo.
Hoy estas mismas personas se han echado a la calle y se han mirado sorprendidas a los ojos con una sonrisa en el rostro, al comprobar que eran muchos los insatisfechos. Y así lo celebraron, como si de una gran fiesta se tratase.
Está claro que éste fue el primer paso y que este sentimiento no debería quedarse tan sólo en un golpe de ilusión y de esperanza.
Para ello están trabajando grupos en barrios, entre otros colectivos, intentando determinar cuáles son los problemas a solventar y cómo hacerlo.
Ha nacido un sentimiento de involucración en las personas, una necesidad de compartir para avanzar. Y se ha creado una gran red partiendo de pequeños núcleos humanos.
Parece evidente que todo este movimiento requiere de una organización, de portavoces que denuncien las inquietudes colectivas. Y este proceso es lento y está intentando tomar forma.
Nuestros políticos vuelven el rostro y no quieren siquiera mencionar lo que está pasando. Les cuesta asumir que ha terminado el periodo de la calma aparente.
La DEMOCRACIA con mayúsculas, dentro de la cual muchos hemos nacido y crecido, comienza a descubrir sus hendiduras. Y quienes nos gobiernan se han acomodado demasiado pronto en sus sillones acunados por esta gran palabra a la que deberían de estar sirviendo con devoción y motivación.
Al malestar nacional hay que sumar un malestar mundial, porque no olvidemos que vivimos dentro del mismo planeta, único e irremplazable. El sistema capitalista actúa como un virus que está enfermando el medio y a todos los que vivimos dentro de él. Y los miembros de los distintos regímenes políticos solamente actúan para alcanzar el poder personal.
Estamos ante un momento irrepetible en el tiempo, diferente a todos los que propiciaron otros movimientos sociales durante la historia.
Y probablemente va a ser inevitable que vivamos el cambio para sumirnos en un planeta avocado a la destrucción y al apocalipsis. O bien lo que se está fermentando sea el indicio de un cambio de mentalidad, de un despertar hacia el prójimo, hacia nuestros hermanos, hacia la salvación nuestra y de los que nos rodean.
Con insatisfacción o sin ella, el cambio se producirá y no nos tocará más remedio que vivirlo.
Es la mano del hombre la que debe de conducirle hacia su propia salvación, no debemos abandonar nuestro futuro en manos que no miren por el bien común.