El poder mata a la gente, a la otra y a uno mismo. Demasiado poder es siempre lamentable para los otros y para uno mismo -después-.
El sistema tiende a concentrar renta y riqueza, y a generar más y más poder, más y más estrados desde donde -bien alejados- mirar por encima del hombro a los pobres que no lo tienen. El sistema además hoy tiene un gran aliado, un aliado imprescindible, los medios de comunicación. Estos viven del dinero del poder, de la publicidad. Sin ella, no serían nada. Los que no hacen publicidad no tienen medios de comunicación, y los que tienen los mass media precisan depender de los que tienen el poder y «les dan publicidad» para seguir diciendo -¿?-, o tal vez fuera mejor decir, mintiendo. La objetividad sabemos de siempre que es imposible, pero ni siquiera se pretende. Y eso es lo que es el poder …. básicamente arbitrariedad. Igual que su expresión más avanzada, el Estado, no es más que agresión sea económico-financiera a través de impuestos -fíjense en la palabra, correctísima, por cierto, impuestos-, y de su agresión para que los que tienen conserven su poder económico y del otro, mediante policía y ejército. Y esa es la esencia: del poder, la arbitrariedad, es decir, la subjetividad, el capricho, la parcialidad; del Estado, la agresión que la acompaña. Porque si vamos a ser y somos arbitrarios, necesitamos agresión para compensar las manifestaciones que esa forma de hacer implica.
Todo esto viene a cuenta del sistema capitalista, que yo hace tiempo que lo doy por terminado, aunque tiene mucha tela que cortar aún y mucha arbitrariedad que impartir aún, y mucha agresión que aplicar aún. Pero esto se extiende y la coalición poder-dinero-Estado-agresión-mass media-subjetividad se reproduce a sí misma de una manera cada vez más ampliada.
No me sorprende por ello ni que las mass media no hablen prácticamente de las denuncias de este sistema impresentable y corrupto, ni que sepan analizar la realidad y ser mínimamente equilibradas en sus posturas. No me sorprende que la prensa sea de tal o cual tendencia, con objeto de ganar dinero porque hay un trozo de mercado por el que uno puede apostar, y de esa forma, seguir publicando y ganando cada partícipe sus buenos euros por ello. No me sorprende que los mass media sean cada vez más de derechas, porque el dinero está en las «derechas» y por tanto, son los que además ponen anuncios, y por tanto, los que dan de comer a los que escriben en la prensa. No me sorprende que los periódicos provoquen ser fan de algo o de alguien, como puede ser con los periódicos deportivos que se hacen de un equipo y lo defienden como si en ello les fuera la vida -y realmente, les va porque según crean adictos y fans lo que están reproduciendo son lectores para su propio periódico-.
Una vez me entrevistaron por la radio y me preguntaban que entendía yo por innovación. Lo expliqué someramente, para no ser un pesado, y el entrevistador quiso saber más, y yo le dije, bueno, puedo ponerte un ejemplo, «en último extremo, es innovador quién no necesita hacerse publicidad, porque el boca a oreja es su publicidad», a lo que el locutor muy asustado me replicó que «si yo quería dejarle sin empleo». Eso es, nada más. El poder mata, mata el conocimiento, nada la intersubjetividad, mata la vida, mata las diferencias, mata la independencia, mata la libertad, y sobre todo, fomenta todo lo contrario.
Desde hace mucho tiempo, y más de una vez ya lo dije en este blog, hay comportamientos que hay que denunciar, y si yo fuese hincha del Madrid se me caería la cara de vergüenza, porque es la expresión más actual del poder. Tiene sus antecedentes, pero ahora ha conseguido expresarse de la forma más auténtica -como ya he dicho en otro momento- que uno pueda de acuerdo con su forma ¿originaria? de ser. Todo el mundo ha visto muchas veces lo mismo durante esta temporada, siempre una agresividad desmedida, una incapacidad para asimilar la derrota y felicitar al adversario, y una ruindad en muchas de las acciones individuales o colectivas, inducidas por su entrenador y por su presidente, que le ha dado todos los poderes. Para mí son una expresión clarísima de lo que he dicho más arriba: el poder mata, mata hasta los más nobles sentimientos, es como esa ameba que dicen los norteamericanos haber descubierto que es minúscula, microscópica, se mete por la nariz de sus victimas -hasta ahora pocas, menos mal- pasa directamente al cerebro y lo destruye en ppcos momentos, porque es claro que el poder mata el conocimiento -también lo he afirmado muchas veces, y por supuesto, no es una idea mía, sino una idea muy aceptada por las personas que sólo sabemos que no sabemos nada o casi nada-. Si el poder mata el conocimiento, lo impide, en sus propios inicios, y evita que relacionemos unas cosas con otras; mata también la memoria -sólo hay que recordar el famoso cuento Farenheit 451 o a los nazis-, mata todo lo que tenemos de positivo y se transforma en un monstruo que se lo come todo, hasta a los mismos -eso dicen, aunque yo no lo he visto- que lo han fomentado y propugnado.
¡Mala cosa es el poder!