No encuentro ningún placer en evaluar a nadie. Siempre me ha parecido algo excesivamente subjetivo como para ser ecuánime. Sin duda, hay signos y por signos podemos llegar más o menos a hacer un plano comparativo, pero nunca estamos muy seguros de que “hemos sido justos”. Es lo peor de un año académico: evaluar. Para mí, claro. Casi podría decir que odio tener que hacerlo. Si pudiera, lo evitaría. No sé como, pero lo evitaría. Es mucho trabajo, y con una compensación muy baja. Normalmente nadie queda satisfecho, o una minoría. La mayoría siempre piensa que podría haber sido calificado mejor. Sin embargo, en este país, y en otros, la evaluación es obligada, es tan obligada que uno puede hacer cualquier cosa o dejar de hacerla, pero no puede dejar de evaluar (se denomina un derecho, yo no lo entiendo, pero así es, tal vez es porque la gente lo que quiere no es aprender sino aprobar). Si lo importante fuera aprender, la evaluación sería una chorrada, algo secundario, sin importancia.

Hace años experimenté que los alumnos se calificasen a sí mismos, y tal vez por mi inexperiencia, o por la falta de costumbre, las cosas no salieron del todo bien, y tuve que rectificar. Me hubiera gustado que fueran ellos los evaluadores, si es que evaluar es algo obligatorio e ineludible. Pero no producía demasiada satisfacción y finalmente los alumnos, la mayoría, preferían que los evaluasen profesores que no sus compañeros. También experimenté el que los estudiantes se evaluasen a sí mismos, y resultó que los mejores eran más prudentes a la hora de evaluarse, que los peores, que eran un poco caraduras y se ponían notas que no merecían. Todo está relacionado: si uno es bueno, es responsable; si quiere aprender, se puede confiar en él; pero si no lo es, por lo que sea, al final sólo quiere beneficiarsede un sistema así.

Lo cierto es que cuando tuve que hacer evaluaciones en empresas a mis subordinados o las que me hacían a mi mismo, los resultados eran desastrosos, ninguno estaba contento y además, un mes antes de la evalúación y un mes después, la gente trabajaba muy poco, estaba afectada por lo que le pusieran. Horrible: un sistema inquietante e inadmisible. Dicen que los anglosajones lo llevan mejor, pero no me lo creo, sólo estarán más acostumbrados. A nadie le gusta que lo evalúen, a nadie. Ni siquiera a los evaluadores nos gusta evaluar, porque yo veo en estas fechas a profesores torturados por los pasillos y que cuando te encuentran te dicen lo agobiados que se sienten teniendo que corregir exámenes, y lo horrible que es hacerlo. Pocos serán tan sádicos como para “degustar” este plato de mal gusto.

Para reducir mi subjetividad, yo utilizo doce columnas de evaluación, basadas todas en datos que van aportando mis alumnos, datos en todo caso que han sido valorados por mí, y donde siempre la subjetividad está presente. Considero que mi sistema es bastante intersubjetivo y no siento demasiados remordimientos cuando por fin elaboro la lista final, pero mientras tanto, pierdo el tiempo, cuando podría estar dedicándolo a cosas mucho más importantes, como investigar o enseñar o crear grupos de trabajo y ponerlos en marcha. En fin, lo paso mal siempre cuando tengo que cumplir con esa horrible obligación que consiste en evaluar el trabajo de otros.

Una vez un grupo de compañeros psicólogos me invitaron a participar en un foro sobre selección. Preparé una presentación en la que básicamente defendía la tesis de que la mejor selección era ninguna, o al menos, tal y como se hacía la evaluación por expertos, que no sólo no lo eran tanto, sino que además, ocultaban su subjetividad bajo apariencias que les “cubrían las espaldas” de cara a cualquier crítica o protesta. Todos sabemos lo que es una entrevista de selección, algo que lo que menos se tiene es técnica, metodología y objetividad. Bueno, yo no aspiro a la objetividad, sino a la intersubjetividad, pero sabemos perfectamente de la importancia de que el aspirante “te caiga bien”, más que sea el adecuado. La mejor selección es ninguna, sigo pensándolo, porque no seleccionar es empezar dando confianza desde el primer momento, y esa persona: por una parte, se sentirá apoyado por quién lo ha metido sin seleccionar (”confían en mí”, pensará) y por otra, no se sentirá ni mejor ni peor que los otros (ya sabemos como los ganadores de una oposición o entrevista de selección se sienten como privilegiados y mejores que los demás, y como algunos de los rechazados, se deprimen), con lo que nos evitaremos mejores o peores, y la gente se sentirá mejor, en general, y menos en competencia por un puesto.

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Tampoco digo que la selección sea siempre algo inútil, porque sólo el hecho de proponérselo puede servir para anticiparse a algunas cuestiones que es necesario comprobar, pero sabemos que no puede ser, y repito, no puede ser, lo que buscamos. Como decía Pfeiffer, si tiráramos una moneda al aire, nos equivocaríamos lo mismo o hasta menos que con la evaluación, y en todo caso, lo principal son menudencias, matices, cuestiones poco medibles, y por más que nos empeñemos en “tecnificarla” no llegaremos más allá de lo que haría cualquier persona con un poco de sentido común.

Por cierto, en la mayoría de las empresas de selección, los que hacen la selección suelen ser gente muy joven y con poca experiencia. No puede ser que gente tan jóven, por muy preparada que esté técnicamente, pueda hacer una buena selección, ¿no creen?. Por tanto, y como nunca se dan las circunstancias perfectas de un investigador perfecto trabajando en condiciones perfectas y siguiendo métodos perfectos, la selección es poco útil y demasiado costosa, y precisamnete porque lo es, es por lo que al final se la encargamos a personas sin experiencia, y por supuesto, una selección sin experiencia sólo puede conseguir resultados muy deficientes. En consecuencia, mejor no seleccionar y disfrutar de las ventajas a que aludo en el post.

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5 comentarios en «¿Evaluar? No, gracias»

  1. Me ocurre todos los años …. y precisamente cuando empieza el año chino y cuando la primavera ya está a la vuelta de la esquina …. es deprimente empezar así una época tan vital e interesante.

  2. Me encanta el título Roberto. Todavía conservo pegatinas de mi época universitaria y anti-nuclear 🙂

    Comparto tu comentarios, en especial en una SOCIEDAD que tiene un inmenso afán por etiquetarlo todo. Los PROFESORES seguimos el juego porque resulta más cómodo poner suspenso o aprobado que profundizar en la relación y el intercambio con el alumno.

    La mayoría de los ALUMNOS dicen que el sistema de evaluación es malo, pero cuando propones alternativas no les interesa, porque implica mayor esfuerzo por su parte. Prefieren una etiqueta que diga aprobado, aunque no signifique realmente nada…

  3. El trabajo es trabajo y siempre carga, nunca he ejercido la labor de evaluación, no sé lo que es decirle a alguien si vale o no, pero sí sé lo que se me ha pedido y lo que se me ha dado en estas clases y eso, ya por sí mismo, es una forma de establecer un parámetro, a donde se quiere llegar y para qué. Con esto quiero decir que evaluar es un trabajo, creo que en este curso se puede saber muy fácilmente si se ha hecho todo lo que se pedía o no y no creo que esté mal exigir,las cosas hay que hacerlas y es importante tener claro eso. Alcanzar un objetivo, de una forma u otra, requiere un esfuerzo, una planificación y una acción. He aprendido, teoría y práctica y otras cosas tan importantes como son las relaciones entre las personas a la hora de trabajar. ¿Me habrían enseñado esto en otra asignatura? ¿Habría alguien dedicado tanto empeño en transmitir este mensaje?…
    Sr@s profesores su trabajo es importante, por favor, no desesperen en los momentos difíciles, los tenemos todos.

  4. Estoy de acuerdo, cada cual tiene que hacer su trabajo, aún cuando algunas de las cosas que tenga que hacer no le gusten demasiado. Yo ya he terminado la evaluación … sólo me queda pasarlo al metanosécuántos. Gracias, Laura, por el comentario.

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