Otra experiencia global fue mi paso, durante ocho años, por la Escuela de Altos Estudios Mercantiles de La Coruña, la llamada Escuela de Comercio, donde encontré un tipo de enseñanza profundamente liberal y ofertada por profesores, muchos de los cuales eran de un altísimo nivel profesional.

ESCUELA COMERCIO edificio.jpg

He calificado de liberal su enseñanza, porque cursé sus estudios entre 1954 y 1962, años de represión franquista y donde era difícil encontrar algún tipo de enseñanza que no fuera profundamente religiosa y autoritaria. Por eso es excepcional lo que ocurría en la Escuela de Comercio. No había casi control del alumno. El alumno «tenía que hacerse a sí mismo». No llegaba ninguna información a nuestros padres, excepto a final de curso, y en forma de una «papeleta» que indicaba si estabas o no aprobado o que nota te habían puesto. Tenías clases de una hora, pero siempre te dejaban quince minutos antes para que jugaras por la calle de al lado o hicieses pasillos con tus compañeros. Los profesores eran muy respetuosos, pero en general muy liberales, con una enseñanza que buscaba lo nuevo y reforzaba lo ya sabido. Había una cultura profundamente liberal, en muchos de ellos. Se nos trataba -siendo todavía muy niños- como maduros, como personas mayores. Se nos exigía, sobre todo, responsabilidad, y en la mayoría de los sitios, trabajábamos por objetivos, que se marcaban al principio de cada parte del curso.

Recuerdo grandes profesores de esa descripción: La profesora de Geografía, Mercedes Lens; el de Historia, que ya he dicho que no recuerdo su nombre, aunque era de origen vasco y era algo así como Urquidi o parecido; el profesor de Derecho, que también era secretario de la Escuela; el de francés que era el Director; el de contabilidad, que era Rivas, un hombre serio y trabajador; el de Integración de balances, que era a su vez subdirector del Banco Pastor, y que recuerdo que durante varios días nos contó como «defraudar» a Hacienda -no digo su nombre para evitar posibles responsabilidades-; la profesora de Ciencias Naturales, a la que gustaba que le lleváramos animales y plantas para verlas en clase, y estábamos mucho tiempo en el monte cazando escánceres y lagartijas; la profesora de Literatura, que era bellísima, y al tiempo, suave como la seda …. todos estábamos enamorados de ella; y muchos más. Casi todos catedráticos de su materia ……

Me acuerdo muy bien de las aulas, me acuerdo también de la cafetería que estaba en el sótano, me acuerdo de la sala de proyección que sobre todo utilizaba la Sra. Lens, me acuerdo de los partidos de pelota-vasca que jugábamos en los frontones de detrás de la Escuela, y cómo no de los partidos de futbol que jugábamos en la calle y también en campos de tierra, donde representábamos a la Escuela, tengo tan buenos recuerdos que sólo pueden ser forjados por una experiencia tremendamente positiva de esos ocho años, donde cursé el peritaje y el profesorado mercantiles.

Además, el programa de estudios era muy diverso y heterogéneo, y abarcábamos todas las materias que se cursaban en bachiller, pero también otras más propias de lo que estudiábamos ….. lo que aprendí me sirvió de mucho en mi vida profesional, y muchos de mis compañeros de Económicas se beneficiaron de lo bien que aprendí economía de empresa y contabilidad en esa maravillosa escuela. Hace poco hicieron una cena cuando se cumplían cincuenta años de nuestro ciclo de aprendizaje. Nos reunimos muchos compañeros y todos añorábamos la calidad del aprendizaje que se impartía allí. Lo habíamos pasado muy bien, nos habían dejado libertad, nos habían educado sin presiones religiosas, políticas o de otro tipo -cosa que era tan común en esas fechas- y habíamos aprendido todos mucho.

Entradas relacionadas

6 comentarios en «Mis experiencias (2)»

  1. Una enseñanza básicamente liberal …. abierta …. eso es lo que necesita el espacio de aprendizaje. Que el estudiante tenga libertad para buscar, para encontrar, para crear, para participar, …. es cierto, con unos límites que lo orienten hacia un horizonte de aprendizaje, y sobre todo, de amar el aprender, enamorarse de lo que se puede aprender …. vivir en un enamoramiento permanente.

  2. Sin libertad, o con lo que suele ser parecido, «con disciplina», se consiguen muchas menos cosas …. Sin duda, la disciplina se introyecta y da lugar a personas que son muy disciplinadas …. pero son poco personas, demasiado frías para ser personas …. es verdad que pueden llegar a pensar muy bien, pero cuando tu miras sus biografías te dan un poco de pena …. pobre gente, parece que nunca ha hecho lo que ha querido …. o lo que le gustaría …. es muy duro.

  3. En mi opinión, la disciplina sólo sirve para alienar o alinear, según a uds. os guste más. Enajenar las conciencias, para repetir el discurso, por una parte, y homogeneizar y reducir la diversidad por otra parte. No me gusta que quieran alienarme, ni tampoco alinearme. Sólo no siendo consciente … podrían hacerlo.

  4. Casi ningun profesor pasaba lista en clase y yo tenía 10 años ….. y éramos más de ochenta alumnos en clase. Poquísimos, contados con los dedos de una mano, a lo largo de los cursos. En realidad, el profesor que pasa lista es un controlador …. que quiere que los alumnos vayan, porque teme que lo que diga no sea de suficiente interés como para que vayan. Lástima, lástima da.

  5. El pasillo era fundamental … había unos grandes espacios de pasillos, que no eran tales, sino salas inmensas, y también recovecos y pasillos, donde podíamos jugar, hablar, pensar, discutir …… hasta pelearnos. En dichas salas pasábamos por lo menos un cuarto de hora, a veces, algo más, entre clase y clase. Combinar los espacios formales con los informales es una necesidad. Los programas actuales, tan excesivamente cargados, nos impiden casi esa veleidad, y los alumnos se pierden tal vez lo más importante de asistir a una escuela o universidad, poder jugar o hablar con tus compañeros, conocerlos, tratarlos, imitarlos …….

  6. El alumno era responsable de sí mismo. No eran los padres los que estaban mirando lo que hacías …. era tu responsabilidad. Mis amigos y compañeros del Instituto recibían en sus casas las notas que habían obtenido, y tenían que firmarlas para ver que les habían llegado. En la Escuela de Comercio eso no ocurría. Sólo se extendían papeletas a final de curso, con una nota. Es cierto que en algún caso había un profesor -muy mal visto, por cierto- que exigía que los padres viesen la mala nota que había sacado su hijo y pedían que las firmasen, pero había todo un sistema «estructurado» de alumnos que podían «falsificar» las firmas sin demasiada dificultad. Lo cierto es que se impedía el control, entre otras cosas, porque el control era de baja intensidad.

    Recuerdo que empezamos unos ochenta en primer curso, a los diez-once años, y éramos más de sesenta en quinto curso -catorce-quince años-. O sea que no se habían perdido muchos en el camino ….. como ahora.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *