«Tres elementos o, si queréis, tres principios fundamentales constituyen las condiciones esenciales de todo desenvolvimiento humano, tanto colectivo como individual, en la historia: 1) la animalidad humana; 2) el pensamiento y 3) la rebeldía. A la primera corresponde propiamente la economía social y privada; a la segunda, la ciencia y a la tercera, la libertad» Mijail Bakunin («Dios y Estado»)
¿Por qué Bakunin y otros autores expresan la profundidad y la libertad? Sobre todo porque saben relacionar lo que parece que está distante para otros muchos, aislado. No existe lo aislado, sino que la interacción estructural es un hecho global en el caos en que nos desenvolvemos.
Economía social y privada = mercado; pensamiento = conocimiento = intercomunicación; libertad = indignación = rebeldía. Para mostrar unas cuantas igualdades …… más, pero …. hay interacciones entre todo esto.
El mercado es la no libertad ….. pero produce rebeldía e indignación por su mala distribución de renta y riqueza, y como superficial libertad de comprar -para los que pueden hacerlo- tiene una fuerte interrelación con la no-libertad … la desigualdad individual y social.
El mercado conduce a sociedades sin libertad, porque en la esencia misma del mercado está precisamente la tendencia a la no-libertad, porque sólo unos pocos pueden acceder en condiciones superficiales de libertad …. la libertad no se vive más que desde la vertiente de alguna de la oferta, pero casi nunca de la demanda, excepto que uno sea un gran demandante, en cuyo caso, los vendedores se «someterán» a la libertad de ellos. Algo organizado para ser automático, no puede hacer libre al ser humano, sino dependiente de «sus caprichos», de los caprichos de distribución del mercado, que por otra parte pueden ser perfectamente comprendidas, como leyes tendenciales hacia la concentración y centralización del poder y de los recursos. Nos mienten con la «automaticidad» del mercado y con la llamada «mano invisible». Ni mano invisible ni automatismos, sino «manos negras» que mueven los resortes del poder, aprovechándose de sus tendencias ya automáticas, para fomentarlas y ampliarlas. Es un mundo ideal para los especuladores, para los inestables, para la locura, para la ambición innecesaria y desmedida, para el egoismo, para la competencia y para la guerra …….
Decía que a la vez que es inhumano, el mercado produce indignación, porque sus efectos son indignantes, son desiguales, son antidistributivos, son concentradores de poder, son perversos en su misma esencia. El ser humano siempre responde igual ante la perversión, le resulta incomprensible y le cabrea -a no ser que él mismo la haya puesto en marcha- Por eso, el mercado no es cabreante para los que tienen buena posición en la pajarera, pero si para todos los demás ….. y la indignación se basa en la incomprensión de que unos pocos manejen sus destinos sin poder hacer nada para remediarlo. Y que cuando esos pocos -por ejemplos los que engañaron con las hipóteca basura- se encuentran en dificultades, el Estado -que es su mejor representación- les ayuda económica y financieramente, sin ninguna traba, y por supuesto, hace que el resto de los seres humanos tengan que pagar esa cuenta de la mala gestión de los especuladores.
El mercado indigna por su perversidad. Nos da complacencias pequeñas …. que resuelven algunas ansias derivadas precisamente de la diferencia entre las expectativas y las realidades, entre lo que nos incitan a comprar y lo que podemos comprar. Esas complacencias o satisfacciones son totalmente pasajeras …. porque el sistema tiene una gran «presión para vender», una presión tal que necesita que sigamos y sigamos consumiendo, aún lo que no tenemos, y si no lo tenemos, para eso pueden poner a disposición nuestra adelantos, en forma de crédito, para que hipotequemos no sólo nuestra vida, sino también la de nuestros hijos, nietos y aún biznietos. Sólo eso puede hacer que las cosas se vendan, una vez producidas, porque el sistema quiere vender mucho más de lo que aporta como renta para ser consumido en el mercado.
Perversidad que lleva a la indignación, al mayor de los cabreos … que a veces nos paraliza, pero otras nos convierte, para desgracia de todos nosotros, en posible destrucción.
Y, ¿que papel le dejamos al pensamiento, al conocimiento, a la ciencia? Por supuesto, el de conocer lo que es el mercado. Pero ocurre que la «ciencia oficial» «reconoce» al mercado como la mejor forma de distribución de renta y riqueza …. ¿cómo es posible pensar y justificar algo tan poco sólido? Pues así es.
El mercado es finalmente una ideología, casi un dogma, o tal vez un dogma para muchos.
Decía en el prólogo a mi obra: «Experiencias en grupo e innovación …» que la indignación era el principio del cambio …. continuo en la misma línea.
Por eso, la indignación es también el principio de la libertad …. sin ella,no hay más que palabras que se quieren pensar como libertad, pero no hay seres libres ….. ¿cómo es posible no indignarnos de lo que ocurre a nuestro alrededor?. Indignarse es el antecedente de rebelarse …. hay poca indignación en esta sociedad y mucha aceptación y dependencia, evitación del dolor y huidas hacia adelante. Estas alineados, drogados, eternamente convencidos, cosificados, enajenados.
Y el mercado y su ideología es parte de la alienación ….. y la marca uno de sus agentes …. aunque hay muchos otros. Demasiados factores y agentes trabajan para el mercado …. nunca un dios tuvo tantos servidores.
Pero también el conocimiento puede convertirse en nítidamente alienante. Depende de lo que se conozca y cómo se conozca. Sabemos que cualquier conocimiento tiene un gran engarce y hasta dependencia de la ideología dominante, de las concepciones del mundo que son más patentes y de las posiciones subjetivas e intersubjetivas de los agentes que producen conocimiento.
El conocimiento va por la dirección marcada. Se financia lo que interesa que se financie, y muchas cosas, sólo se miran de reojo y es preciso dedicarse en cuerpo y alma y vocacionalmente para que avancen … y lógicamente pocos son los que se atreven a motivarse en esas condiciones ….. La ciencia como institución está al servicio del poder … y por eso más que ciencia hacemos tecnologías, porque éstas son más manejables y al tiempo más prácticas para mantener el poder, para ganar y conservar el poder. Lo que no nos damos cuenta es que en la tecnología está lo que se ha dado en llamar fuerzas productivas, fuerzas de cambio, también social.
¿Es posible la rebelión? Siempre es posible, pero los márgenes son cada vez menores. Las fronteras de la democracia se acortan más y más a cada paso, y enseguida los que se salen un poco de la dinámica dominante, los dejan fuera de la foto. Sólo tenemos que pensar en lo que ha ocurrido con una huelga general como la francesa, sucesión de huelgas generales durante más de tres meses …. el poder ha logrado aislarla, acallarla y hacer más difícil otra respuesta. A pesar de ser quizás la huelga general más amplia y organizada de la historia de los siglos XX y XXI, con pocas excepciones, ha sido casi barrida del mapa por el poder presidencialista-absolutista. Y no podemos olvidar lo de la Thatcher con los mineros y resto de sindicatos británicos. Casi se puede decir que fueron abolidos, y el Labor Party siguió sus pasos. Algo equivalente a lo que fue la persecución de los sindicatos en los veinte primeros años del siglo XX en USA.
Ahora se persigue inmediatamente al «infractor», siempre puede existir alguna ley que lo denuncie ante la sociedad, y sino se inventa o se provoca, como ocurre ahora con Julian Assange, el personaje visible de Wikileaks.
Dice el Zeitgeist que el «terrorismo» es un algo inventado por el poder …. un invento muy rentable … para quienes lo han inventado.