No empezar por arriba, sino por donde se sienta la necesidad. Es difícil transformar una dinámica institucional si no siente la necesidad de hacerlo.

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Es por tanto preciso trabajar desde la necesidad, y normalmente, la necesidad “la impone”, “la obliga”, el cliente y los que están más cerca de los clientes están más dispuestos a buscar nuevas fórmulas para manejar mejor la situación que soportan. Si no se siente la necesidad, todo se convierte en un “juego de salón”, y las intervenciones son infructuosas y hasta inconvenientes, y suelen conseguir pocos resultados. Supongamos, como me ha pasado a mí, que el director general está muy concienciado, y quiere conseguir que los otros sigan el camino de la innovación, y no se dan condiciones en la empresa, condiciones de competencia, o no han llegado más que teóricamente -desde los libros o desde la moda de algún gurú americano- a las alturas de la organización, las cosas serán muy difíciles y avanzarán poco. Este es un caso en que es preciso que sea el mismo directivo el que dé ejemplo, y se ponga al frente de un programa que tome la iniciativa, y conduzca al grupo a la necesidad que no sentía -aún así los resultados no serán probablemente mucho más que mediocres-.

La dirección ha de cuidar las condiciones para que la intervención sea posible, siempre que exista un clima adecuado. Mi estrategia suele centrarse en niveles intermedios hacia el cliente, y cuidar un programa de redes horizontales, de tipo profesional, para la alta dirección, que les introduzca en los métodos de trabajo basados en el intercambio de experiencias. Aunque casi resulta una tontería ofrecer una ruta, porque cada caso requiere ubicarse en el lugar más adecuado, y las opciones son tantas que no es posible trabajarlas de forma teórica y en unas páginas y superficialmente.

A finales de los ochenta pudimos comprobar con contraste esta ruta. Diseñamos tres intervenciones, bajo diferentes perspectivas y planteamientos metodológicos, aunque evidentemente no podíamos calibrar las diferencias personales e interpersonales de los participantes. Suponiendo que fuesen razonablemente similares, los resultados fueron evidentes. Las actuaciones “desde arriba” no lograron “pasar el corte” de resultados y pronto se acabaron disolviendo en un mar de dudas; sin embargo, la que montamos de la mitad para abajo, la experiencia UGIS, nos demostró, y hasta cierto punto, nos abrío los ojos, sobre este tipo de ruta que podíamos llamar caliente o profesional. La experiencia UGIS obtuvo unos resultados altamente valorados por todas las instancias intervinientes y por todos los observadores iniciales y futuros. Tengo una deuda con dicha experiencia. Hace mucho que me planteé escribir sobre ella, pero primero el trabajo y luego que fue “alejándose” en el tiempo, me hizo que tuviese pereza al abordarla. Lo cierto es que fue una experiencia muy aleccionadora y enriquecedora para todos. Tal vez mi próximo libro recupere un antiguo proyecto de escribir sobre las experiencias en que he participado, con objeto de guiar a otros profesores, investigadores y desarrolladores en esta materia.

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