La tertulia son como el pais, sorprendentemente dispersas y caóticas.
Cuando alguien dice algo, antes de que acabe, siempre hay alguien que quiere aportar lo que piensa, casi siempre en contradicción con lo dicho, con lo que tiende a producirse un «barrullo» incontrolable en el que todos acaban hablando de dos en dos o de tres en tres o para sí mismos, pero todos al mismo tiempo. Esto tiene ciclos. Casi siempre hay un esfuerzo inicial para hablar de algo, una rápida o rápidas elecubraciones de otros participantes, y enseguida, una aceleración del discurso caótico hacia cotas casi insospechadas para los mismos que están en la tertulia. De tal forma, que estoy casi seguro que los que participan no son del todo conscientes de la falta de sentido y desproporción en que se mueven, nos movemos. Y volvemos a la tertulia, y vuelven a ocurrir ciclos una y otra vez de características formales similares. Si alguien quiere poner orden, no tiene más de un minuto o dos para hacerlo. Y enseguida se vuelve al barullo. Por supuesto, se dicen muchas cosas originales y curiosas, pero se sale con una sensación de mucho cansancio, como si estuvieras subiendo una cuesta y no hubieras avanzado nada al final de la jornada, pero realmente la has estado subiendo.
Cuando se pasa de cuatro miembros, la tertulia se convierte en lo que Boadella explicaba a los franceses que era una tertulia española, o españoles en tertulia -en un programa de tve de hace ya algunos años y que se puede encontrar en youtube-, todos hablando al mismo tiempo y queriendo «imponer» o al menos, decir, sus tesis, sus ideas, sus hipótesis, sin mucho interés es contraponerlas o complementarlas con las opiniones de los otros.
Hacia mucho que no iba a una de mis tertulias, la de los miércoles, tal vez porque necesitaba pensar por mi cuenta …. pero ayer se me ocurrió volver con la mejor intención. Lo cierto es que fuímos más participantes de lo habitual, creo que eramos ocho o diez, no me puse a contar, y tratamos muchos de los temas ….. de actualidad, curiosamente menos el nuevo gobierno que alguien lo propuso, pero no tuvo éxito. La gimnasia dialéctica que desenvuelve la tertulia es muchas veces sorprendentemente positiva, porque encontramos momentos para aportar aquello que hemos aprendido, los saberes antiguos, aunque no se cumple casi nunca lo que dice Confucio de que los tengamos en cuenta para «construir» verdades nuevas, más bien hay una recopilación de información dispersas ….. Más de una vez he pensado que tal vez sea bueno para evitar el alzheimer, por la gimnasia mental que requiere ….. aunque es indudable que la gente sale más dispersa y maleada de cuando llegó, al menos yo.
Hablar, hablar y hablar ¿por hablar? no lleva casi a ningún sitio. Si no se escucha, si no se observa, si no se interrelaciona, si no se sintetiza, si no se desarrolla, si no se aplica …… no se consigue mucho más que estar en el mismo sitio, o tal vez un poco más atrás …. aún después de un supuesto largo camino. Las tertulias y nuestras formas de interrelacionarse son parte de nuestro fuerte componente narcisista, que por cierto se va haciendo más patente en nuestras sociedades que no se porqué llamamos avanzadas …. al menos en algunas cosas.
Pasar del hablar ….. ¿por hablar? a trabajar un tema y aprender ….. es un paso de gigante que en pocas ocasiones hemos conseguido dar en nuestra cultura. Se dicen muchas cosas, muchas, y muchas veces originales, pero es un esfuerzo vano o más que vano es inútil, y el aprendizaje es más de gadgets que de conocimientos, y menos prácticos. Así nos va igualmente en el plano político, en el empresarial, en el social y en tantos otros. Todos los espacios estan llenos de palabras y no de hechos, a las palabras no les siguen más que palabras, y miramos de vez en cuando, y nos vemos casi en el mismo sitio, solo que un poco más viejos ……. El discurso competitivo y narcisista no lleva más que a heridas que es preciso reparar con otros discursos del mismo tipo, y es muy cansado, y cuando queremos hacer algo, ya no tenemos fuerzas.
Sin duda, es parte de nuestra cultura …. como lo es el juego, o lo son algunos de los placeres perjudiciales de los que nos habla Confucio: la ociosidad y la juerga, por ejemplo. Tal vez todos ellos estén interrelacionados y la tertulia sea nuestra particular juerga para llenar nuestro tiempo ocioso.