Un colectivo demanda-exige muchas cosas, cosas que normalmente no encuentra en los espacios de aprendizaje, de intercambio (mercados, por ejemplo) o de vida. Y eso que demanda a veces ocurre que se le ofrece y otras muchas en que no es asi.

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Poniendo las cosas que se demandan por orden alfabético, sería:

El ciudadano no quiere que le dejen pasivo, que le pongan sólo a escuchar, prefiere acción, prefiere una “cierta aventura”, algo donde “él también sea algo”. La acción es fundamental. Si quiero enseñar y ser efectivo y satisfactorio, he de conseguir que el grupo no sea un mero objeto de recepción de mis señales acústicas. La pasividad puede, a veces constituir una postura, pero casi siempre cuando no hay otra cosa. Acción más que pasividad. Por supuesto, no siempre voy a estar haciendo cosas, hay momentos en que necesito recibir, sentirme cómodo escuchando un cuento o una teoría o la aportación de otros, pero siempre que me dejen moverme, que no me tengan “encarcelado”, como ocurre con los niños y los adolescentes “encarcelados” en aulas durante horas y horas.

La segunda exigencia, por orden alfabético, es actualidad. Nos motiva hablar de hoy, o de ayer, pero menos de anteayer o de teorías distantes. La actualidad nos motiva, la noticia, lo que ha ocurrido, si es cerca más. Si quiero generar espacios de aprendizaje, han de vincularse a la realidad vivida, o no vivida, pero conocida y sentida con inmediatez. Y lo local, lo particular puede ser tan buen fundamento del conocimiento como lo general, a veces mejor, porque es concreto. Lo concreto-cercano nos motiva, ¿por qué no dar sentido a nuestra vida, analizándola, analizando lo que otros hacen casi ahora mismo, comprendiendo situaciones reales e inmediatas? Ese es el segundo reto.

El tercer aspecto es “sentirse alguien”, participar. La mayoría de las veces no nos dejan participar, pero a nosotros nos gustaría poder hacerlo, y como no podemos, ¿qué ocurre?, pues que protestamos más insistentemente, buscamos razones para demostrar que los que participan tampoco son tan buenos, exageramos los “defectos” de los otros. Por ejemplo, en términos de aprendizaje, participar es construir un espacio de “mentoring” entre alumnos, o recuperar nuestras buenas prácticas docentes en la universidad -que también las hay y las hubo-, como forjar grupos de ex alumnos que siguen siendo aprendices …. y poco a poco, “oficiales”, profundizando sobre aquello que les gusta y ayudando a otros alumnos a hacer, entre otras cosas, que la llamada “masificación” sea menor. El mentoring es un buen formato para sentirse alguien, y para refrendar lo importante que es aprender, que no sólo consiste en que te permita obtener un mejor puesto de trabajo, sino también ser reconocido por los otros.

Un cuarto aspecto, sería incorporar formatos de colaboración en un sentido amplio. Colaboración, cooperación, apoyo mutuo …. refrendando la importancia de sentirse apoyado por los otros en un espacio grupal, frente al modelo más tradicional de individualización para todo. Casi la mayoría de las cosas se pueden hacer con mayor satisfacción y motivación si uno se encuentra acompañado, ¿por qué no intentarlo, por qué no facilitarlo, por qué no proponerlo?

Una quinta cuestión sería la cercanía. Según se “avanza” (sic) en las sociedades y sobre todo, según se producen más y más aglomeraciones, y más anonimato consiguiente, las personas encuentran muchas más dificultades para desenvolverse en distancias cortas, y normalmente tienden a “poner distancia”, a alejarse del otro. En cuanto pueden mostrar “poder”, “se suben a la tárima”. La cercanía es fundamental, sobre todo para aquellos que han llegado a algo y son responsables de otros. La cercanía no es estar pegados, tan pegados que resulten paradójicamente molestos, sino estar ahí; mostrarse cercano es a veces saber ser lo que se es, sin más intenciones. Esto es decisivo en el mundo del aprendizaje. Un profesor cercano es un profesor; uno lejano es un objeto o “de deseo” o “de escarnio y maldecir”.

Una sexta cuestión es la flexibilidad. Las normas no se hacen para que siempre tengan que cumplirse, sino para tenerlas y poder referenciarse. Los planes no se hacen para que se cumplan a “”rajatabla”, sino para que sirvan para orientar nuestro trabajo y nuestros objetivos. La rigidez es una “pequeñez”, y una estupidez. Tiene que ver con espíritus vagos que “para no complicarse”, nos aplican eso de “la norma es esta y hay que cumplirla”. La flexibilidad no tiene un sentido absoluto, sino que es una tendencia, tender a ser flexible. Las normas sí pueden ser un absoluto y por eso huímos de ellas, y queremos flexibilidad. Ser flexible es ser lo que somos, es decir, seres que queremos vivir, y que no tengamos que saltar continuamente “muros” interpuestos entre nosotros y la vida.

La séptima cuestión, seguimos el orden alfabético, es la libertad, la autonomía. Las sociedades demandan autonomía. No pedimos un absoluto: “la libertad”; demandamos un relativo, tener autonomía, es decir, que nos dejen llegar adonde queremos, y que nos faciliten los recursos, aunque sean muy escasos, pero que estén en nuestras manos, para ir como nos parece mejor hacer las cosas. La libertad, así entendida, confluye en responsabilidad, y como sabemos, la responsabilidad nos “evita el pecado”, o que se nos juzgue por el pecado. Cuando los países son muy dogmáticos y autoritarios, nos juzgan con “tribunales inquisitoriales” y a través de la sospecha y el pecado. Nos obligan a exiliarnos, nos obligan a expatriarnos, nos obligan a “comulgar” con sus cortas miras. El ciudadano, el ser humano, el aprendiz de la vida que todos somos, queremos autonomía, nos motiva que nos digan que lleguemos a un sitio y que lo podamos hacer nosotros.

El octavo es un número muy redondo, por eso quizás ha coincidido que esté aquí algo que cada día se demanda más: aprender a aprender. Es decir, menos contenidos enciclopédicos, menos erudiciones -probablemente poco necesarias- y más método, más que nos enseñen a hacer las cosas bien, más que nos ayuden a probarlas y a equivocarnos, más que sinteticemos lo que hemos aprendido y lo podamos aplicar en otras esferas de la vida. Necesitamos método, metodología, y eso ha de ser la gran aportación de los líderes, sean estos políticos, sean profesores, sean empresarios, sean …… Aprender a aprender, ese es el deseo.

Aparece en noveno lugar alfabético la practicidad, que las cosas puedan hacerse prácticas. Si nos enseñan algo, que “veamos” que tiene aplicación, si nos introducen en una nueva situación o teoría, que le “veamos” su relación con lo que vivimos, en fin, aplicabilidad, practicidad. Las sociedades “teóricas” son excesivamente ideológicas y dogmáticas. Sabemos a que nos está conduciendo tanta “teoría”, que finalmente acaba justificando posiciones deleznables. Las personas quieren que esa teoría sea práctica, y para ello hay dos rutas: una simple, que sencillamente consiste en que todo tenga su aplicación o aplicabilidad o utilidad, es un proceso deductivo, va de la teoría a su aplicación; o una ruta más compleja, que es la seguida por la creación de las teorías y modelos, que es plantearnos como es la realidad, investigarla, tener la oportunidad de comprenderla, y a partir de ahí buscarle la interacción, una vez sintetizada, con la realidad misma. En el primer formato, el que sabe genera las condiciones para la aplicabilidad y las contrasta con los otros; en el segundo formato, todos participan en un proceso que al ser completo, hace práctica en sí misma la teoria.

Un décimo aspecto es el trabajo constante, continuo. Esto lo hemos aprendido últimamente, porque sobre todo nosotros operábamos y -muchas veces seguimos haciéndolo- de manera espontánea, y además creemos que al final sale mejor. Pero no es asi. Para hacer las cosas bien es preciso que sepamos que no es una tarea de “chasquear” los dedos y ya está, es una tarea continua, es una práctica continua. ¿Qué es más útil y satisfactorio, preparar enloquecidamente exámenes puntuales, donde uno se juega “todo el curso”, o trabajar desde el primer día en el aula, y ir acumulando conocimientos y trabajando en temas que te inducen a forjar un continuum de aprendizaje? La respuesta es obvia, y ya se ha incorporado en nuestra conciencia social. Queremos trabajo continuo, frente a actuaciones puntuales. Y si no es así, es porque nuestras resistencias culturales en forma de la vagancia de la que nos hablaba Mallada, siguen demasiado presentes en nuestras familias, en nuestros líderes y en nuestra sociedad.

Y un úndécimo tema, este como síntesis de todos, pero que al surgir al final, tiene esa consideración de integrador o sistematizador: en último extremo, lo que nos hará distintos, lo que nos permitirá innovar, lo que nos permitirá sentirnos más satisfechos de nosotros y de los demás, lo que nos vincula finalmente al mundo y a los otros, es la generación continua de espacios de relación, de intercomunicación, de intercambio, entre tal y tal, entre tal y cual, entre cual y el otro, entre grupos sociales, que opere como un estímulo frente a la atomización e individualización que sigue siendo dominante socialmente. Comunicación, comunicación, comunicación, es decir, intercomunicación, espacios para compartir, espacios para intercambiar, espacios para aprender, espacios para vivir.

Y esto es todo, puede ser que me digan que soy atrevido formulando estos horizontes sociales, pero he asistido a una reunión que me los ha facilitado. Sólo he tenido que ordenarlos y poco, pues para evitar la dificultad de jerarquizarlos, lo he hecho de forma alfabética. Poca es mi aportación, excepto algunos comentarios, que como suele ser mi estilo, son arriesgados y “políticamente incorrectos”. Gracias a todos por leerme, y no se corten, pueden aportar sus ideas y contraideas. Para eso están estos maravillosos instrumentos que la tecnología nos aporta, gracias a los seres humanos que la han hecho posible. Nunca dejaré de asombrarme de las cosas maravillosas que podemos crear. Saludos a todos.

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