Reproduzco los tres primeros parrafos de un post de Eduard Punset, de hoy mismo. Se titula: «Los politicos no velan por la mayoria» y dice asi:

¿Qué es lo que le importa a la inmensa mayoría? Su bienestar depende –es lo que sugieren los mejores estudios académicos– de poder ejercer un mínimo control sobre su vida y su trabajo. No el Gobierno, sino ellos mismos. A la mayoría le gusta saber que no todo está en manos de la maquinaria administrativa o corporativa.

La última de las cajeras en un supermercado se siente mejor si los clientes le preguntan y ella puede ayudarlos a elegir el producto. Tiene entonces la sensación de que su trabajo sirve para algo y de que controla, por lo menos, una parte de todo el tinglado. Idéntica preocupación se extiende al mundo corporativo: los ejecutivos funcionan mejor como equipo si se sienten partícipes de un proyecto.

¿El estamento político y administrativo centra sus esfuerzos en alcanzar ese objetivo? ¿O más bien en todo lo contrario? Se diría que la única ocasión en que se ocupan de la mayoría es cuando pueden penalizarla controlando, cada vez más, los movimientos de una minoría hasta no dejarlos ni respirar. Limitar la circulación en determinados tramos a 80 kilómetros por hora, luego a 60 y después, justo cuando se inicia una bajada que obliga a frenar, antes de que el control de radar grabe la supuesta infracción, a 40; porque así se le ha ocurrido a un déspota disfrazado de especialista de la circulación. ¡Y después otra vez a 60!

No cabe duda que los intereses de los ciudadanos y los de los gobernantes, dirigentes o empleadores no son los mismos, ni sus formas de actuar. Lo que quieren unos, no lo quieren los otros. En el primer caso, siempre buscamos un poco de libertad de actuacion, grados de libertad para hacer, para que se note lo que hacemos, para sentirnos nosotros mismos; sin embargo, «los poderes» quieren que caminemos por sus rutas, y que si es posible siempre estemos controlados y haciendo lo que ellos desean. Es lo que ocurre con los organismos estatales, como indica Punset, que ponen las limitaciones de velocidad para controlar, y en un ejercicio casi de equilibrista, tener que responder antes sus exigencias nada razonables; es lo que ocurre con los empleadores que gustaria -y muchas veces, consiguen- que estuvieramos «alineados» y tirando en la direccion que ellos dicen -o lo que seria lo mismo, bien, pero bien alienados, que para el caso casi es lo mismo-; es el caso de cualquier dirigente que establece unas reglas del juego que el entiende, pero que luego si quieres entrar por el aro, y competir dentro de ese marco, bien, y si no es asi, te quedas fuera. Es el caso de los concursos propuestos por la burocracia y los politicos, que reducen la transversalidad en beneficio del control y de la mediocridad.

Todos necesitamos grados de libertad y hasta de espontaneidad para vivir una vida digna, pero eso no esta en los intereses de los que gobiernan, gobiernen lo que gobiernen, no esta en sus intereses, sino que pasemos por el aro cirquense de sus directrices.

Y sin libertad, o con poca libertad de accion, no puede haber ni vida ni innovacion. La innovacion se nutre de todos los que, detectado un problema, una necesidad, que se llega a ser en nosotros casi causa de indignacion, podemos buscar opciones para superarlo, porque lo necesitamos hacerlo, necesitamos resolverlo. Y eso requiere mucha valentia, pero tambien grados de libertad razonables, sin los que seria imposible que encontraramos la solucion. No se llega a la solucion de los problemas, y por tanto, a innovar, porque se nos encienda una lucecita y tengamos una idea, como se ha propagado por el poder, sino porque podamos experiementar, y dar continuidad a nuestros esfuerzos, con un cierto grado de libertad, y sin tantos corses. Sobran corses administrativos y faltan grados de libertad. Las instancias burocraticas del Estado tienden a regular nuestra actuacion, reduciendo los grados de libertad …..

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6 comentarios en «Sin libertad, no hay innovacion»

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