Nadie pone en duda que hay que empezar conociendo, analizando las necesidades, sabiendo desde donde empezamos. Pero ….. pero …. las prisas y otras razones culturales impiden que se empiece por donde hay que empezar, y las necesidades las «ideamos» a partir de nuestra propia experiencia, proponiendo ideas que solventan lo que nosotros creemos. Es un formato muy corriente: trabajar desde la idea, desde nuestra idea, en lugar de trabajar a partir del análisis de las necesidades reales -tal vez no hubiera necesario recalcar lo de «reales», pero por si acaso-, y las necesidades no están en nuestra cabeza, sino que se sienten por personas, por personas que son las primeras demandantes de soluciones para abordarlas. Personas y grupos que pueden permitirnos comprender mejor lo que ocurre y por qué ocurre, y hasta pensar posibles soluciones, que ellos, dado que sienten la necesidad, han buscado y a veces, ideado. Las cosas empiezan por donde hay que empezar, si es que queremos hacerlas bien.
Y la INNOVACIÓN empieza por las NECESIDADES, normalmente sociales, porque si son individuales se resolverán en otros ámbitos: Necesidades sociales. Y por ahí hay que empezar SIEMPRE. Las ideas más o menos personales sobre lo que se necesita, pueden llevar circunstancialmente a buenos negocios, pero el porcentaje de error es muy grande, porque no se sabe, sino que se cree. De ahí que casi todos los programas de emprendedores empiecen por ideas, y sean tan poco eficaces. Normalmente a los posibles participantes se les pide que aporten «su idea» y que se apasionen con ella. Luego se les forma para que pongan en marcha la idea que tenían, en muchos casos, una empresa. Se les forma en términos técnicos, en habilidades concretas. No, las cosas no empiezan por las ideas, sino que las ideas, que no son tal y como ahora se conciben, sino como representaciones complejas de lo real, las ideas, repito, surgen del conocimiento de lo real, y el conocimiento básico de lo real se consigue profundizando y conociendo en directo, analizando e interpretando lo que está ocurriendo y lo que realmente se siente como necesario, y para eso analizar a los potenciales clientes es decisivo. La fuente de información básica serán personas y grupos, y los recursos de análisis básicamente cualitativos. Los cuantitativos son muy costosos y poco eficientes. Cuando Irizar quiere saber lo que necesita un cliente y como le puede diseñar una carrocería para su flota de autobuses, sencillamente se sienta con ellos y analizan las necesidades reales. Los de Irizar evalúan cada uno de los factores, y acaban buscando una buena síntesis que finalmente se forjará como un diseño concreto. Esa ruta es casi ideal, pero las rutas han de empezar por donde tienen que empezar, y la innovación nace en el analisis de las necesidades. Otro ejemplo, ¿cómo vamos a hacer una buena educación si no le preguntamos a los alumnos actuales, anteriores y futuros cuales son sus necesidades y que les gustaría tener y participar? No son ellos probablemente los que han de encargarse de definir, porque para eso nosotros somos técnicos educadores y conocemos más en profundidad las posibilidades, pero si no pensamos desde nuestros alumnos, sencillamente creemos, pero no pensamos. Se cometen demasiados errores, y algunos terribles, por no atender a la máxima de empezar por donde hay que empezar.
Y esta «otra innovación» se proyecta o construye o diseña desde las necesidades y desde los actores principales en ese proceso, a aquellos a que van a ir destinadas nuestras ofertas.
Los «clientes», entendiendo la palabra en un sentido muy amplio, como sociedad, pero en concreto, son los que saben mejor que nadie lo que necesitan, aunque muchas veces no tengan ocasión, sobre todo individualmente, de definirlo con precisión. En cuanto se les agrupa y se interacciona con ellos, la necesidad surge sin grandes dificultades, y se expresa con toda la intensidad e interés que produce el descubrimiento de que sabemos lo que queremos.