Las estadísticas oficiales aceptan tres millones y medio de parados, pero después de «pulirlos» y reducirlos en casi medio millón. Total, más de cuatro millones, la misma cifra que adelanté yo a principios de este año, pero alcanzada unos meses antes de finalizar. El final del verano y el otoño que probablemente aumentará mucho el desempleo, nos va a llevar a 4 millones y medio de parados. ¡Impresionante!. Si bien se sigue diciendo, sin muchas razones, que el desempleo ha tocado fondo, todo porque no sigue creciendo como en los primeros meses -si hubiera sido así hubiéramos llegado a seis millones, pero era imposible porque entonces es que la actividad económica habría casi desaparecido, y solo quedarían los funcionarios y los grandes ejecutivos-, lo realmente cierto es que todavía queda mucho por recorrer, y lo que es peor, el empleo no se va a recuperar en muchos años, si es que alcanza alguna vez las cotas de empleo que se obtuvieron hace tres o cuatro años.

La atracción de mano de obra barata inmigrada permitió ampliar extraordinariamente los niveles de empleo precarios, mantener los salarios a la baja, y aumentar de forma coyuntural, a corto plazo, el número de empleados, pero en situaciones altamente precarias, lo cual ha conducido a que cuando ha aparecido la crisis-depresión, las cifras de desempleo nos hayan escandilizado, situándonos en muy pocos meses en el doble de la media europea, y manteniéndonos ahí hasta hoy y ya veremos.

El modelo capitalista español es sobreexplotador -como ya escribía yo y otros hace muchos años y que algún día recuperaré esos escritos para incorporarlos a este blog, dada la mala memoria que tienen las generaciones- y se fija más en la tecnología -importada- para sustituir mano de obra que en el interés de mejorar los servicios añadidos, precisamente a partir del uso de las personas y no de máquinas. Es un capitalismo oportunista, que aprovechó la bonanza para hacer casas inútiles, cargarse el paisaje y la ecología, y abaratar los costes medios salariales, mediante la creación de empleo malo, lamentable, precario, que les permitía seguir especulando en el sector del cual gusta más, en el de la construcción y derivados.

Es un modelo sin futuro, un modelo que va a continuar aunque se hagan esfuerzos en sentido contrario, porque la cultura española es de «hacer negocios» y ¿donde se pueden hacer mejores negocios que especulando en la construcción?. No es de «hacer empresas», no existe paciencia para construir y hacer las cosas bien, sino que hay que «hacerse rico en dos días», eso es lo que se valora socialmente, y eso es lo que ocurre.

El último ciclo económico ha estado nuevamente basado en lo mismo, en la especulación del suelo y la construcción en gran medida innecesaria de mausoleos a cómo no hay que hacer las cosas. Solo hay que ver las ciudades para darse cuenta de las burradas que se han hecho en estos últimos años.

Ayer paseaba por La Coruña, y lo veía en todos los sitios. Lo comenté con las personas que me acompañaban. Para colmo, si no fuera suficiente con el espectáculo interior de la ciudad y de su «elevación» a ritmos incalculables, a la salida me encontré con algo inventado en estos años, el Burgo, que antes era un lugar apacible rodeando la ría de su nombre, y hoy es un conglomerado de construcciones, todas muy cercanas unas de otras o pegadas, de diez pisos, auténticas colmenas, pero es que el paisaje según se mira para Montrove o para San Pedro de Nós, o hasta Vilaboa es idéntico, una gran aglomeración innecesaria y destructiva de casas superpuestas unas a otras. Por supuesto, para salir a la autopista los atascos son más monumentales que en Madrid, que ya es decir. ¿Tanta especulación para qué? Para destrozar el medio ambiente, para crear empleos precarios -ahora casi todos en la calle-, para que los constructores se pongan las botas, para que los bancos se pongan igualmente las botas con hipotecas y más hipotecas, y para que la gente viva mal, en condiciones de auténticas favelas hacia el cielo, en vez de seguir el curso de la montaña, como ocurre con las brasileñas. Es lamentable, porque todos esos monstruos arquitectónicos no tienen solución ni a medio ni a largo plazo, y quedarán ahí como un monumento al «cortoplacismo», a los «explotadores» y a los políticos corruptos que lo han permitido.

Y, en definitiva, si aún hubiera sido en favor de mantener muchos años a mucha gente empleada, hasta podíamos decir que por lo menos, algo es algo; pero no, los que han sido empleados precariamente en todo eso, están ahora cobrando el paro, o sin cobrarlo. Sólo beneficios injustos y mucha destrucción, mucha destrucción. ¡Qué pena de país!

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15 comentarios en «Paro»

  1. Por desgracia no es fácil defenderse de la globalización del trabajo precario, porque no existen alternativas dentro del sistema, es decir, no puedes irte a otro sitio para encontrar otro tipo de trabajo, porque todo tiende a ser precario e informal.

  2. Comentando con un amigo mío el mismo tema, nos llamó la atención que asociamos el fracaso de nuestro cuento de la lechera con la «invasión del extraño», y el inquietante aumento de la «otro-fobia» colectiva que se está gestando desde las distintas situaciones de drama individual. Maslow, con su audaz pirámide de las necesidades humanas, ya intuyó que la persistencia de la miseria humana, en su variada tipología desde hambre a incultura, es el germen de un acerbo de conflictos de variada estirpe, pero con fuente común. Las reformas económico-financieras, a todos los niveles, deben sobrepasar el «Virgencica, que me quede como estoy», velando por aguantar el chaparrón para que todo siga igual, pero más apuntalado. Es posible que sea el momento de discutir si el derecho a la salud universal no es menos importante que el derecho a no morir de hambre, y discutir propuestas «innovadoras» -como el impuesto negativo de la renta, de la década de los 40 del siglo pasado. Recuperar el derecho a vivir junto a la familia, leer un libro por las tardes, o charlar con los amigos. Una crisis, una oportunidad. Un abrazo.

  3. Desde una perspectiva estructural, el paro es endémico en nuestra sociedad. Sólo excepcionalmente, raramente, se ha reducido a niveles del 8 ó 9%. Mientras otras sociedades tienen su «pleno empleo» en un 3 o un 4%, nosotros lo tenemos en torno al 10%. Y eso está muy bien explicado en el artículo: «Caracterización estructural del capitalismo español» en el libro: «Crecimiento económico y crisis estructural en España (1959-1980)» publicado en 1981 por Akal.

  4. «Corbacho -ministro de Trabajo- teme (sic) un paro del 20% …..» Alucinante, primero porque el paro ya es realmente demás del 20%, si contamos todos los «arreglos estadísticos» que se hacen en el INEM y en Población Activa; segundo, porque además, existen muchas personas en edad de trabajar y que siguen sin manifestar que quieren tener un empleo. Si nos comparamos con Europa, aproximadamente un 15-20% de menor tasa de actividad en términos medios; tercero, porque «teme» que la gente quiera trabajar y se «meta» en la población activa, como parado real-estadístico y no como está ahora, que está encubierto. Y ….no hablemos de la economía informal, cada vez más potente, porque entonces los niveles de paro estarían como están: desbocados.

  5. La CEOE quiere empeorar las condiciones de trabajo y hacer más precarios los empleos existentes o por aparecer. Para ello se empecina en consolidar los contratos temporales de tres años «por obra» y facilitar la precariedad de los fijos, convirtiéndolos en «discontinuos», menudas palabrejas para encubrir lo único cierto, que quieren bajar los salarios por unidad de producción, que es el gran objetivo de cualquier capitalista que se precie (Marx dixit).

  6. O sea más desempleo, mucho más, y peores condiciones de empleo, mucho peores, dan igual a lo que se llama «competitividad», que dicho en términos para entenderlo, quiere decir, más excedente, beneficio o plusvalía para los bolsillos de los propietarios, empresarios y capitalistas.

  7. La CEOE -empresarios- también quiere que le bajen los impuestos y las cotizaciones sociales, que les ayuden al I+D ese que no tienen ni tendrán nunca, que se elimine el impuesto de actividades económicas y se reduzca el impuesto sobre sociedades. Un buen programa. Algo sacarán: «el que no llora, no mama».

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