Hoy me acordé de mi padre al hacer el comentario sobre el tabaco. Mi padre no fumaba, tampoco bebía mucho más de una cerveza y extrañamente. Yo no fumé hasta que la presión social de mis amigos, todos fumadores, de los ambientes progresistas, muy fumadores, y de la tensión social de un Madrid que siempre ha sido más inhóspito de lo que yo hubiera querido. Tal vez hubiera otras razones como «hacerme más hombre» con mi ex-mujer …. quien sabe …. Lo cierto es que aunque siempre me resultó algo que no me gustaba, y así lo decía, sin embargo, me pilló el vicio y lo acentué haciendo mi tesis doctoral, consumiéndome en el proceso de investigación y en esas dudas que uno suele tener de sí estará haciendo las cosas como se supone que hay que hacerlas. Llegué a ingerir el humo de más de dos cajetillas de tabaco negro o rubio. En cuanto superé todo eso, lo dejé, y tengo que decir que con una gran facilidad, y casi -por no decir, sin- apoyos. Me resultó fácil porque no me gustaba, me resultaba casi odioso, pero no podía dejarlo; bueno, más que no podía, no tenía tiempo para pasar por ese calvario una vez adquirido.
Pero esto iba de mi padre. Mi padre era maravilloso en casi todos los sentidos. Hoy algo de él está en mí, aunque menos de lo que me gustaría. Era un ser espontáneo y muy gracioso, con una gracia que no hacía daño a nadie, sino que la derivaba de la propia realidad. Pero más que gracioso, que lo era en momentos, era un ser que se hacía a sí mismo, que leía, que se interesaba por la actualidad y por las cosas que le rodeaban, que siempre era noticia, porque siempre traía noticias y las comentaba. Hubiera disfrutado con esto del periodismo ciudadano, aportando materiales a este tipo de prensa. Sus comentarios eran mordaces, y a la vez sonrientes y comprensivos. Sus ideas -que por dentro de él no serían tan claras-, eran claras y su moral tenía que ver con su manera de hacer las cosas. Era un ejemplo de cómo hacer las cosas respetando a los demás. Para mí, era un hombre extraordinario, claro, me diréis, era tu padre, pues si, pero lo era. Era un ser que estaba presente en la casa, que ayudaba a mi madre -en esa época eso era muy avanzado-, que iba a la compra con ella o solo, que a mi me parecía que siempre sabía lo que quería y cómo. Era un hombre que yo también veía guapo, más que guapo, era elegante y las mujeres amigas se arremolinaban en torno a él y sus cosas, porque era muy agradable con ellas, tenía una sensibilidad muy femenina (sic), se hacía fãcilmente querer por el entorno. Se preocupaba mucho por la familia, sobre todo por la suya, pero recuerdo que se llevaba muy bien con sus cuñados, de la familia de mi madre. Con su madre era algo especial. Era como el hijo que toda madre sueña. Había sido un buen hijo ya desde muy joven, y había, según pude saber cuando murió y de forma totalmente accidental, sido el sostén de la familia Carballo durante las persecuciones que siguieron a la ocupación de La Coruña por el movimiento falangista y franquista. Él, que era argentino, con pasaporte argentino, y sin pasaporte español, y con veinte años cumplidos, se presentó voluntario para evitar la represión sobre su padre, su hermano mayor, su tío-hermano de mi abuelo …. como demuestran sus cartas desde el frente, donde él las dirige a su madre, como si ellos hubieran muerto o desaparecido ……. evitando de esa forma la censura franquista y militar. Mi padre era un gran hijo, y muchas veces le oí hablar de su padre, de mi abuelo, con cariño, resaltando algunas de sus virtudes, que tengo que reconocer que eran bastantes, supongo que en parte exagerándolas por el cariño que le inspiraba.
Mi padre fue un buen marido, ya lo creo, «mais que demais» y mi madre lo adoraba. En cuanto tenía algo de dinero -que nunca fue mucho-, compraba regalos, de los de aquella época, y algunos de los de esta, como flores o un perfume o …… sólo su presencia y cariño. Era un magnífico conversador y le gustaba que le escucharan, yo creo que se crecía cuando veía que el auditorio -casi siempre mi madre y yo- le escuchábamos en sus relatos de guerra o en sus interpretaciones de la guerra civil o de la II República, o en sus relatos de películas que acababa de ver o de lo que le había pasado en la calle con alguien que se había encontrado. Todo era aportado al espacio común de la familia.
Le veías llegar de trabajar, saludar a mi madre y a nosotros, a veces se le notaba muy cansado o lleno de problemas. En esos casos, se quitaba las gafas, cogía un periódico o un libro, se sentaba en un sillón y se ponía a leer durante un rato, siempre después de haberse puesto unas zapatillas.
Tenía muchas pasiones, pero siempre racionalizadas y desde una base de empirismo y de interpretación. Una de ellas era el futbol. No era forofo de ningún equipo, aunque le gustaban los que jugaban bien. Después de verlo todos los domingos, tenía cierta satisfacción si el Deportivo ganaba, pero parecía que no le afectaba demasiado, si es que habían jugado mal. Le encantaba Di Stéfano, probablemente por la ascendencia argentina. También recuerdo que hablaba de vez en cuando de la «Orquesta Canaro», que fue una delantera que tuvo el Depor que le llevó al subcampeonato un año en la liga, algo extraordinario. Lo cierto es que se integraba por cuatro argentinos (Corcuera, Oswaldo, Franco y Moll) y uno, como decía mi padre, «de la aldea», pero que tiraba muy fuerte y marcaba muchos goles: Tino. Cuando el Madrid ganó las cinco copas de Europa seguidas, él era del Madrid, porque era el mejor equipo. Pero le oía hablar del Honved o del Santos o del Botafogo o del Boca Juniors, del cual se sentía cercano en la lejanía. La afición al futbol me viene de él. En verano íbamos a un campo en las afueras de Coruña, a La Granja, un campo de futbol donde se jugaban los partidos del campeonato de aficionados. Casi íbamos todos los días, andando unos buenos kilómetros hasta llegar al campo. Nunca olvidaré aquellas caminatas y luego, aquellos partidos. Luego pude jugar yo como juvenil en aquél campo con el Victoria de Santa Lucía, aunque pocos partidos, porque mi padre me dijo: «tienes que estudiar, lo tuyo es estudiar, juegas bien, pero no llegarás más que a seguir jugando en aficionados». Yo tenía locura por el futbol, por jugarlo. Y él tenía razón y interpretó correctamente lo que era y podría ser.
Otra pasión suya era hablar sobre la Guerra Civil y la II República, conocía muchas anécdotas y había vivido y había leído mucho sobre el tema, yo diría que era un experto en la materia, le encantaba leer sobre esos temas. Yo aprendí muchísimo de sus charlas, de sus comentarios, de sus detalles y énfasis. Algunos libros que leí después, me parecieron poca cosa al lado de los comentarios de mi padre. Iba a las librerías de viejo, a las trastiendas y obtenía libros sobre el tema, que luego tenía muy guardados, porque claro la represión franquista había que controlarla.
Mi padre no era mi padre, era papá.
Ya sé ….. estos recuerdos no parecen lo más oportuno en un blog sobre innovación ….. pero no puedo remediarlo, me gusta recordar aquello que ha contribuido a hacerme y que probablemente también tenga algo que ver con mi descendencia. Por otra parte, es lo que siento, y cada día más, probablemente son los años, o sencillamente madurez a la hora de comprender que todo está interrelacionado, y que no podemos determinar con certeza que es antes y que después, que es más importante y qué no lo es tanto, y los recuerdos son una parte de la propia experiencia, en la que nos hemos forjado. En absoluto, intento justificarme, sino buscar las razones que yo mismo busco en mi mismo sobre mis aportaciones. Me gusta saber, aunque sea a posteriori, porque hago las cosas.
No sé porqué, pero llega mi cumpleaños y me acuerdo de mi padre ….. es algo curioso y que no acabo de entender muy bien, pero ocurre. Tal vez es que él era el primero de la dinastía (sic) de robertos ….. el segundo fué un hermano mío que murió a los trece días de nacer, eso me dijeron mis padres; el tercero soy yo; el cuarto mi hijo Roberto y el quinto, mi nieto Robertiño. Los cinco hemos sido Roberto Carballo. No está mal …… para no ser monáquico.
Cada vez me parezco más, hasta físicamente, a mi padre.
De pequeño todos decían que me parecía a mi madre …. pero con el tiempo ha ido surgiendo en mí los gestos y las formas de ser y de hacer de mi padre …. y me siento muy bien por ello.