Un hospital en el barrio de Sant Andreu. Nace Roberto, mi segundo hijo, mi primer hijo varón, al cual pude felicitar, una gran persona, un placer para un padre tenerlo como hijo. El dia anterior fue muy intenso, la noche también, todo ha salido bien, pero ha sido muy complicado y con muchas consecuencias, también personales. Salgo a desayunar, seràn las seis o siete u ocho de la mañana …. miro el televisor ….. el hombre está poniendo un pié en la luna, o eso es lo que nos dicen. Me parece impresionante, pero también en el fondo me fastidia un poco, me hubiera gustado que lo hubieran puesto primero los soviéticos, ya lo habían hecho con Laika y también con el primer hombre que circunvaló la tierra, Gagarin, ¿por qué no en la Luna? Tal vez la luna no tiene el mismo significado para los soviéticos, supuestamente más preocupados de sobrevivir que de soñar, que para los americanos, que como todo occidental que se precie idealiza en la luna muchos de sus deseos incumplidos o por cumplir.
Me he acordado muchas veces de la epopeya americana de la luna, sobre todo, esa marca de bota espacial en la tierra lunar, una marca tal vez hasta excesiva, dado que nuestra presión sin atmósfera tenía que ser menos acusada. Más de una vez se ha puesto en duda si aquello fue real, o fue una buena ficción preparada por el poder americano y el cineasta que nos deleitó con «To be or not to be» y otros films.

El tango dice: «veinte años no es nada», pero ….. ¿cuarenta?, en realidad es como dos veces veinte, pero si veinte no es nada, ¿nada por dos es igual a nada? o será una falacia más que nos evita ver como el tiempo pasa sin límites.

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Un comentario en «¿40 años?»

  1. Este tango se lo he oído cantar en directo a mi padre, que tenía una buena voz y mucho estilo porteño cuando apostaba por ello, ya que él siempre se siguió sintiendo argentino y porteño, del barrio de La Boca.

    VOLVER
    Música: Carlos Gardel
    Letra: Alfredo Le Pera
    Orquestra de Terig Tucci
    1935

    Yo adivino el parpadeo
    de las luces que a lo lejos,
    van marcando mi retorno.
    Son las mismas que alumbraron,
    con sus pálidos reflejos,
    hondas horas de dolor.
    Y aunque no quise el regreso,
    siempre se vuelve al primer amor.
    La quieta calle donde el eco dijo:
    «Tuya es su vida, tuyo es su querer»,
    bajo el burlón mirar de las estrellas
    que con indiferencia hoy me ven volver.

    Volver,
    con la frente marchita,
    las nieves del tiempo
    platearon mi sien.
    Sentir, que es un soplo la vida,
    que veinte años no es nada,
    que febril la mirada
    errante en las sombras
    te busca y te nombra.
    Vivir,
    con el alma aferrada
    a un dulce recuerdo,
    que lloro otra vez.

    Tengo miedo del encuentro
    con el pasado que vuelve
    a enfrentarse con mi vida.
    Tengo miedo de las noches
    que, pobladas de recuerdos,
    encadenan mi soñar.
    Pero el viajero que huye,
    tarde o temprano detiene su andar.
    Y aunque el olvido que todo destruye,
    haya matado mi vieja ilusión,
    guarda escondida una esperanza humilde,
    que es toda la fortuna de mi corazón.

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