Estos días he podido hablar un poquito con mi nieto Andrés, que ha cumplido ocho años en enero. Es un chaval encantador, muy alegre, cariñoso, e inteligente. Más de una vez me sorprende. Bueno, hablo como un abuelo, probablemente no será muy distinto de otros chicos de su edad. Uno de estos días me vino a la cabeza una comparaciòn con mi propia experiencia, intentando buscar concomitancias y diferencias. Y no pude dictaminar con nitidez las mismas. Recuerdo bastante de cómo era yo a su edad, y lo primero que pienso es que este chico parece más feliz -tengo que suponer que eso hay que ponérselo en el haber a mis dos hijos, sus padres. A mí me parece evidente. Cuando le pregunto por cosas del colegio, por ejemplo, cuando voy a buscarlo al colegio, me doy cuenta de que no le gusta mucho hablar de todo eso … y me parece que era lo mismo que me pasaba a mí cuando era pequeño y mi padre me preguntaba. Ahora, de todas formas, estudian de una forma muy diferente a como estudiaba yo. Los van adentrando muy escalonada y burocráticamente en cada punto. Recuerdo hace unos años, me desesperaba que todavía no lo hubieran introducido en la lectura. Yo iba más en global, hacía la tarea de niños de mi edad, de menos y de más y mucho más. Ahora van en la tabla del 9 por ejemplo, y van en eso, y no les pidas que hagan un mayor esfuerzo, es lo que supuestamente se corresponde con su edad, porque así se ha convenido. Me parece poco eficiente y atractivo para los niños, parece que no tienen que hacer más que los que se les manda. Ese espíritu de búsqueda lo aplicarán sin duda en otros aspectos. Total, que estoy disfrutando con Andrés, y todo esto me hace pensar.

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