¿Líderes naturales? No, gracias

Lideres naturales: NO, GRACIAS

Buscamos, por tanto, un líder que nos oriente. Pero lo primero que detectamos es que el líder no está formado para tales menesteres, sino que como mucho es un buen líder natural, lo cual no tiene que ser necesariamente bueno, porque muchas cosas de la Naturaleza no lo son, aunque la mayoría lo sean y para eso estamos nosotros, seres humanos, para modificarla suavemente o corregirla si podemos y hacerlo hacia intereses de vida y de desarrollo y no de muerte y de denigración o suplantación.

Si, mal resuelta, porque el líder que buscamos no está disponible, y si existe y está formado (que puede haberlos) será inmolado en el altar de los sacrificios sociales y “convertido” en el líder que necesitamos, en una especie de “padre de la horda primitiva”.

Por todo esto es por lo que es tan importante el papel del liderazgo en la sociedad actual, pero también por todo esto es por lo que lo que es importante, se convierte en un mal sucedáneo de liderazgo, que difícilmente nos conducirá a un sitio distinto que no sea la desolación y la pena.

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Y este es nuestro destino si no llegamos a indignarnos, como dice Winnicott, con esta situación. No valen subterfugios o medias tintas, necesitamos autentico liderazgo. Nada de sucedáneos y otras perversiones propias de gentes con pocos escrúpulos o con actitudes especulativas y especuladoras y poco comprometidas; dejemos lo “light” a un lado y enfrentémonos con la dura realidad que, por supuesto, es limitada y limitadora, pero a la vez enriquecedora personal y grupalmente y motivadora.

Si, precisamos de líderes formados en el compromiso, en el esfuerzo, en los limites de su poder, en la continuidad, en la constancia, y sobre todo, en la justicia y que esta sea transparente y equitativa horizontal y verticalmente.

Una sociedad que tiene lideres que imparten la justicia y la distribuyen equitativamente y lo hacen de acuerdo con baremos de responsabilidad y la hacen publica, como los juicios de los atenienses (pública, para que no haya duda de lo que se juzga y de la justicia con que se hace); una sociedad así tiene presente y futuro, y también pasado y experiencia.

Pues bien, si no formamos a nuestros lideres en estas virtudes, seguiremos en manos de aquellos que piensan que “han nacido” y por eso tienen el privilegio de la sangre y no el compromiso de lo democrático.

Y lo cierto es que es posible formar y desarrollar a nuestros lideres en estas virtudes y contrapesar así las tendencias “naturales” y “automáticas” de la sociedad y del mercado, poniendo énfasis en el sublimador más significativo de nuestros instintos: el trabajo bien hecho, la tarea, la integración de lo manual y de lo intelectual, de la teoría y de la praxis, de la vida y del conocimiento, de la filosofía y de la acción; en definitiva, del trabajo bien hecho y conseguido con esfuerzo que nos ayuda a comprender y aprender y vivir aprendiendo cada día y todos los días y nos mejora suave, pero constantemente en el modo de vida y en la comunicación e interacción social.

Esto es en esencia lo que dicen muchos grandes hombres y todos los hombres, desde Epicuro, Platón y Aristóteles hasta Kant, Nietzsche y Ortega. Yo lo he aprendido sobre todo de mis maestros, de José Luis Sampedro y de José Antonio Rodríguez Piedrabuena, que siempre han predicado con un ejemplo de trabajo de calidad, de aprender enseñando, de mejorar día a día y verso a verso, como decía el poeta, de ser ejemplo de lo que se dice o se propone.

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