En muy poco tiempo, las instituciones del capitalismo han ido revisando sus previsiones a la baja, y ya no nos sorprende que cada mes o quince días, bajen un poco más sus recientes previsiones. Es como una escalada. El otro día, la CECA nos anunciaba que el déficit iba a ser superior al 7% del PIB. Ayer o anteayer, el FMI decía que la Unión Europea al menos bajaría algo más de un 3% y no se esperaban signos de recuperación antes de finalizar 2010. Y sin embargo, parece que siguen sin darse cuenta de la verdadera profundidad de la crisis, y actuando, como suele actuar el sistema, en el corto plazo. Ese cortoplacismo impide ver el horizonte de la crisis. En realidad, no tienen instrumentos para conocerla. Sus instrumentos se mueven en el corto plazo, como mucho en el medio plazo. Pero una crisis estructural, como esta, no se ve en esos métodos tan poco sofisticados.
La verdad es que las cifras se convierten en auténticas losas sobre las conciencias de los ciudadanos que no entienden como hace «unos días» las cosas iban bien, y de pronto, se han puesto horribles. Recuerdan que hace menos de un año, se hicieron unas elecciones en España y nadie quería aceptar la realidad de la crisis que se avecinaba; sólo hace de eso, un año. Casi parece imposible. Los síntomas de la depresión ya estaban en ese momento, y hasta seis u ocho meses antes, pero ni los que los manejábamos podíamos prever -o no queríamos creer lo que estábamos viendo y previendo- las dimensiones que está alcanzando todo esto. Y lo peor es que no sabemos donde está el fondo de este agujero. Casi ni idea …. solo que cada día las cosas van peor. Y hay muchos que todavía siguen conservando la esperanza de que «no sea para tanto». Lo cierto es que lo es, y se veía venir y ha venido.
La crisis de sobreproducción es patente. Se teme que los precios decaigan, se produzca deflación, pero no hay otra salida, al menos en el modelo neoclásico, que sanear, y una de las formas de saneamiento que conoce el sistema es bajar los precios. Claro, las resistencias son totales. Tenemos un sistema muy monopolizado y «antes muertos que bajar los precios». Además, el daño es muy importante en las rentas y no hay crédito que salve ese escollo, porque nadie confia en nadie, y menos aquellos que ganan dinero con el nivel de confianza que nos aportan. Al ser tan importante a nivel de rentas y de expectativas de empleo, las expectativas están muy bajas, pero que muy bajas.