..por encima de tus posibilidades

Hay muchas, cada vez más, personas que no saben adaptarse a lo que tienen y gastar razonablemente, sino que siempre viven por encima de sus posibilidades. El sistema capitalista fomenta este tipo de comportamiento, porque el principal punto débil del mismo es tal vez la llamada «presión para vender», y entonces, a través del crédito o sin darse uno cuenta, resulta que sus gastos «se van» por encima de los ingresos de cada cual.

Estos son momentos donde estos comportamientos se acentúan, pero ahora son más justificados, porque las fuentes de ingreso, en términos medios, decrecen, se hacen más inestables y no es posible hacer «alegrías», sino sacrificios para seguir sobreviviendo. Aún así, el cuerpo social está acostumbrado a la práctica de vivir a todo tren, y eso dificulta aún más lo que tendría que ser una vida más prudente. Por otro lado, el sistema tiene ahora más presión para vender, porque vende menos, y acentúa sus publicidades incitadoras de mayor consumo, como sea, porque sino nos vamos a la quiebra. Resultado de eso es un mayor endeudamiento personal, familiar, y social, y una mayor dificultad para poder afrontar los pagos de lo que se necesita y de aquello que no se necesita tanto, pero que uno espera que vengan tiempos mejores y se pueda pagar el préstamo.

Cuando las cosas son como cada vez son más en esta etapa crítica-depresiva del ciclo, todo se va acentuando, y por otra parte, las instituciones financieras se hacen más tacañas, porque aumenta su miedo a no cobrar cuando concedan préstamos. Total, que estamos en un momento en que hasta los que siempre gastan más de lo que ingresan, se encuentran inmersos en una dinámica donde cada vez tienen menos posibilidades de superar.

Esto es como haber engordado, y ahora querer adelgazar. Es muy dificil superar la tendencia. Estamos acostumbrados a comer más de lo necesario, y ahora tenemos que hacer un esfuerzo para comer menos de lo necesario, porque sino no se adelgaza. Resultado: la mayoría de las veces nos desesperamos y seguimos comiendo como comíamos, porque si comíamos así es que teníamos alguna necesidad de hacerlo, aunque fuera superflua. Al final, infarto que te crió.

¿Quién paga los «platos rotos»? Nosotros, y también las generaciones futuras. Ahora los Estados, las autonomías, los municipios tienen (sic) que seguir gastando, porque sino sus líderes no serán votados en las siguientes elecciones, y seguirán, algo menos, pero casi lo mismo, gastando mucho. Aquí, según Keynes, gastar mucho puede facilitar la compensación del gap de la demanda efectiva, y por tanto, esas compras pueden servir para que muchas cosas se vendan que antes no se iban a vender, eso mejoraría el estado de las empresas y organismos productivos y el empleo no se vendría abajo de la misma forma.

Lo que pasa es que esta vez hemos roto muchos platos, muchos, y el dinero se ha ido a acumulación privada de capital, a lo que se llama vulgarmente capitalistas. Estos tienen que seguir invirtiendo más que los otros capitalistas, y por tanto, no nos van a regalar nada, porque supuestamente son los que nos proporcionan empleos, y por tanto, renta para seguir comprando los productos que ellos mismos venden.

Es «su dinero», y no lo van a aportar en un sistema de libre mercado y de propiedad privada. Nos lo van a dejar, y también a los estados y demás, si les pagamos una compensación mayor que lo que ellos pueden obtener. Es bien cierto que ahora con los tipos de interés bajos, la retribución del capital a largo plazo no puede ser alta, por lo que tampoco es atractiva nada más que para asegurarse que el capital no se va a quedar en nada. Lo normal es que ese dinero lo empleen en ampliar sus dominios, comprar otras empresas, otras organizaciones, para de esa forma controlar una parte mayor de la tarta del mercado. Ahora, en esto, como en otras cosas, hay gangas, y no se pueden desperdiciar así como así. Además, muchas empresas, las que más habían exagerado su ambición, y algunas otras no suficientemente precavidas, están en muy malas condiciones, y se sostienen gracias a los millones y millones que ponen los estados y organismos supranacionales en la idea de que va a servir para algo, es decir, para que vuelvan a invertir. Pero están mal acostumbrados. También están mal acostumbrados.

Todos se han malacostumbrado. Se han acostumbrado a ganar mucho, demasiado. Este último ciclo de veinte años ha deparado una locura de beneficios y más y más. Y no es fácil de pronto ponerse a régimen. Por eso estamos donde estamos, porque no se acepta el régimen que es necesario, y se acude a lo más fácil: toda esa gente que teníamos vieja la cambiamos por otra nueva y que sea más barata y más dócil. Es cierto que perdemos en calidad y experiencia, pero ganamos en que reducimos los costes, y en estos momentos casi lo único importante es rebajar costes, y para eso están las precariedades laborales, para favorecer el abaratamiento de costes de la mano de obra, que es el factor más flexible de todos los que se conjugan en las organizaciones.

Total que las empresas reducirán sus costes, ajustando (sic) plantillas; los Estados y demás tendrán que endeudarse a largo plazo y hacer pagar a sus conciudadanos lo que no quieren aportar en empleo-rentas las organizaciones; individual y familiarmente, nos endeudaremos, si es que el aparato financiero nos lo permite, «si nos dan crédito», y aún así sufriremos una de las peores crisis de nuestra existencia, porque pienso que ya no quedan casi supervivientes de la crisis de los treinta, al menos que tuvieran uso de razón y pudieran comprender lo que les estaba pasando.

«La presión para vivir» aumentará las protestas, que llegará un momento en que las veremos como parte del paisaje y como molestas, porque «hacen cosas que ya no estábamos acostumbrados a ver». Y esa presión, a medio plazo, facilitará la «limpia» de los empresarios, su «saneamiento» de aquellos que son más molestos o viejos o que cobran demasiado. Otros necesariamente más adeptos y dependientes les sustituirán, y el modelo jerárquico del capitalismo se acentuará extraordinariamente. «Al que proteste, a la calle». Eso debilitará más si cabe a los sindicatos, y sus protestas se harán más desesperadas y tal vez más revolucionarias en algunos sitios.

Y me pregunto, y todo esto por qué. Pues para que la acumulación de capital siga. Para que dentro de unos años volvamos a fomentar que todos vivan por encima de sus posibilidades, y para que la sociedad se haga más y más dependiente de los que detentan los medios de producción y su propiedad y capacidad de decisión.

Menudo sistema. Es necesario buscar alternativas. La sociedad básica está por eso: altereconomía, altersociedad, alter …… modelos eficientes que nos permitan aún reduciendo un poco nuestro nivel de vida, vivir, y además, hacerlo en consonancia con la naturaleza -que no lo olvidemos es bastante más poderosa que nosotros y nos puede hundir-, con los otros, con unas tecnologías que se deriven de nuestras necesidades, no que creen necesidades y se deriven de las decisiones de un poder ambicioso en extremo que nunca parece tener todo lo que quiere tener.

Este sistema no es humano; este sistema no es viable; este sistema es muy destructivo; este sistema nos perjudica como seres humanos; este sistema es anti-ecológico; este sistema nos exaspera, nos indigna, llegando a empeoramientos en la distribución de la renta y de la riqueza extremos, y a distribuciones injustas que sólo generan pobreza y más pobreza, para seguir vendiendo productos y acumulando ganancias, que en el fondo sólo son disculpas para que los más poderosos-ambiciosos sigan destrozando nuestras vidas. No es humano.

El capitalismo de mercado es profundamente injusto, despilfarrador, inhumano, sobreacumulador, explotador ….. es indignante. Si fuéramos normales -y humanos-, si nuestros políticos asentados fueran normales -y humanos-; si esos poderosos también lo fueran, no podrían decir que un sistema que produce estas desigualdades puede ser algo que vale la pena, y se pondrían a trabajar, junto con todos nosotros en la construcción de un sistema alternativo, donde hubiera auténtica democracia -y no ese sucedáneo de democracia formal-, que pudiéramos participar activamente en nuestro presente y en la construcción de nuestro futuro; que pudiéramos educarnos en libertad y en formas cooperativas y de apoyo entre todos; que …….. en fin …. no lo harán. Ya sabemos por donde van. Van a intentar sofocar los fuegos que tienen sus empresas financieras dominantes y todo el tinglado privado que se ha montado con la desregulación que empezó con Reagan y Thatcher y que ha llegado «a las más altas cotas de la miseria» con Bush.

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