Es la cifra de parados, contabilizada por el nuevo INEM (todavía no se me da poner el nuevo nombre). Estamos en los mismos niveles que cuando ganó Aznar en 1996, si mal no recuerdo. Y todavía no se había producido el boom inmobiliario, ni tampoco el correspondiente boom inmigratorio que ha añadido más de cinco millones de personas -probablemente seis o más- a las cifras de residentes, y casi a la población activa y de cotizantes a la seguridad social.

Esto quiere decir muchas cosas: la primera es que ahora «nos repartimos» el paro con los inmigrantes. Probablemente en 1996 la mayoría de los 3,5 millones de parados fueran nacidos en España; ahora está más repartido. No conozco las cifras, pero está más repartido.

En un año se han perdido más de un millón de cotizantes a la seguridad social, lo cual situa sus cuentas en una situación difícil, porque además, ha aumentado en más de un sesenta por ciento los gastos por prestaciones de desempleo (por paro, para entendernos, porque toda la terminología parece querernos complicar la vida).

La situación se hace cada día más desesperada. Se están practicando dos tipos de políticas para ello: la propiamente neoliberal bajando los tipos de interés y haciendo inyecciones de dinero en el sistema; y la keynesiana -la gran olvidada en toda la etapa neoliberal- de aumentar el deficit y el endeudamientos públicos y generar «demanda efectiva» añadida por el Estado, lo que se llamaba en su tiempo deficit spending. Las expectativas sociales y empresariales son muy depresivas, reduciendo sus gastos y costes, lo que a su vez genera empleo inducido en otros sectores. No se ve claro el horizonte, porque no se ve claro como tomar las riendas de un carro que se había dejado llevar por la corriente, y ahora la corriente es más fuerte y se ha hecho como una torrentera, donde es difícil manejar nada. Tomar las riendas nuevamente es además muy difícil, no sólo por cuestiones de comportamientos sociales dominantes admitidos y que ahora hay que rectificar, sino y sobre todo, porque el tema no es nacional como lo ha sido en otras épocas, y entonces, no se trata de que un país grande, por ejemplo, los U.S.A. remonten la situación -que además lo tienen pero que muy mal, según todos los expertos-, sino que ahora ese país depende mucho más del conjunto de países, del proceso de globalización, y eso quiere decir que no sólo depende de sus exportaciones o de sus importaciones básicamente, sino de los flujos de capitales, y también y cómo no, de que no es tan predominante como era. Los mercados mundial se han hecho independientes y las cosas no se arreglan a nivel de país, como mucho se pueden paliar algo, y creo que con poco éxito. Esto va a significar que seguiremos por la misma tendencia y ruta durante mucho tiempo, y las medidas a corto y medio plazo no surtirán muchos efectos, más que paliativos -de parche-, como está ocurriendo con el agujero negro de la banca y los seguros. Sería más razonable a largo plazo, dejar que el mercado que nos ha llevado a la recesión, siga con sus efectos y se cargue el sistema financiero. De nada van a servir las medidas paliativas de insuflarle dinero a los bancos para que puedan pagar sus pérdidas y sus malas gestiones. El sistema tendría que dar un vuelco, y como decían los neoclásicos, tendría que sanearse de verdad, profundizando la crisis. Los gobiernos se creen que pueden evitarlo, pagando los gaps, y además, tienen que hacerlo, porque sino no justificarían su nómina y haber ganado las elecciones, pero me temo que sus buenas intenciones no van a tener mucho resultado. Un banco como el Citigroup o el Bank of América o una aseguradora como AIG tendrían que ir a la quiebra, que es donde están realmente. Pero ese espectáculo que se produjo derivado de los suicidios de Wall Street de 1929 no se quiere volver a repetir.

Por cierto, se tiende a decir por algunas personas poco documentadas que la crisis es básicamente financiera y provocada por los bancos y su gestión, pero ese es un error, la crisis es una crisis de sobreproducción, o subdemanda, generada por el mismo crecimiento del sistema a ritmos imposibles de compensar con las rentas generadas. El gap entre oferta real y demanda potencial en el mercado se ha ampliado de forma extraordinaria, y sólo se ha mantenido ampliand constantemente el crédito a familias, empresas y demás, lo cual ha conducido a que cuando se ha hecho una mínima reducción del crédito o se ha analizado más, para evitar más subprime, todo el sistema se ha deesmoronado, sencillamente «porque no hay rentas suficientes, sin adelantarlas con el crédito, para comprar las mercancias y servicios que se ofertan». Eso conduce primero al aumento de stocks, después a la pérdida de ventas, más tarde, a la pérdida de puestos de trabajo, todavía menos rentas para comprar y finalmente a entrar en un círculo infernal de depresión. Los bancos y su mala gestión no son más que síntomas del problema. El problema es la tendencia innata del sistema capitalista de mercado hacia la sobreproducción, o como gustaría más a los neokeynesianos, subconsumo o insuficiencia de la demanda efectiva. Yo prefiero hablar de sobreproducción, es mucho más correcto, y además, no carga sobre las espaldas de los consumidores, que somos todos, la responsabilidad de haberse cargado el sistema, sino que dicha responsabilidad se pone en los que realmente mandan en el sistema, en aquellos que son los productores, empresarios, banqueros, etc. que me parece más justo.

Es impresionante recordar los discursos del presidente del gobierno en las elecciones del año pasado, hace menos de un año.

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2 comentarios en «3.481.859»

  1. Me parece interesante la hipótesis de la sobreproducción. La dualización de las rentas que se experimentó en las últimas décadas en, practicamente, todos los países habría terminado por «pasar factura».
    Pienso que poco keynesianismo se ha aplicado hasta ahora. No olvidemos que el gasto público se ha orientado más al salvataje de empresas (bancos) que a crear salarios indirectos y apuntalar la demanda agregada. Lo peor del asunto es que el gobierno se ha desfondado al comienzo de la crisis. Hemos pasado del 1 por ciento del superávit al 4 por ciento de déficit en un abrir y cerrar de ojos. Cuando la crisis se profundice aún más el margen de maniobra del Estado para reactivar la economía se habrá agotado. Entraremos en un escenario imprevisible.

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