No son experiencias las que cuentan los interesados. Son experiencias lo que viven los que las viven. Contarlas es otra cosa.
Digo esto a propósito de la mayoría de las experiencias que se cuentan en el mundo empresarial, y casi siempre por profesores vinculados a escuelas de negocios. La mayoría sólo son ampliaciones de los sistemas de publicidad de la empresa en cuestión. La experiencia es una, lo que se cuenta puede ser otra cosa, porque en esas experiencias parece que nunca ha habido errores, ¿cómo puede ser posible? ¿no hay espacio para la equivocación? Pues no, todo es de color de rosa. Y así sólo son publicidad encubierta y a veces, bien pagada.
Esa no es la experiencia que necesitamos para apoyar y desarrollar sistemas metodológicos que ayuden a otros a tener buenas experiencias, y de esa forma, nadie aprende. No aprende el que la encarga o el que se siente favorecido porque alguien la cuente, es decir, la organización; no aprende el que la cuenta, engañando a aquellos que luego les traspasa «un caso» basado en esa experiencia; no aprende el que la lee, porque sólo tiene un color; no aprende nadie. Se aprende de la experiencia, pero no de esas «experiencias pagadas».
Sabemos que, como decía Buda, la realidad es un sufrimiento que hay que comprender y saber por qué se produce, y a partir de ahí, preverlo. Sabemos que la vida se mueve más tiempo en situaciones de tristeza, melancolía, decadencia, depresión que en momentos de felicidad. Sabemos lo difícil que es conseguir llegar adonde uno se propone. ……. Y sin embargo, nos quieren contar un buen cuento, adornado de más cuento. Está bien para niños o para creyentes, pero no para científicos.
Si queremos conocer la experiencia, hay que hacerse acompañar por alguien experimentado y que sepa investigar. Tiene que tener toda la libertad de mundo para poner lo que tenga que poner, y no que le hagan una censura previa a la publicación. Y eso no se da en casi ningún caso. Lo dicho: publicidad encubierta y muy provechosa para proyectar imágenes de perfección que no existen, ni aún por azar.
El mundo esta invadido de experiencias que no son tales, sino malos remedos de supuestas experiencias. Es fundamental la libertad del investigador a la hora de definir y analizar y comprender una experiencia. Hacer un libro como «En la espiral de la innovación» es no sólo difícil y costoso de tiempo y esfuerzo, sino y sobre todo, arriesgado, porque los que «salen en la foto», siempre con algun tinte de subjetividad o intersubjetividad, son los que son, y los que no salen, suelen sentirse maltratados. Los que no salen hasta piensan, como ocurrió en alguno de los casos no citados, que piensan que se ha pagado para que salgan los que salen, y ni hablar. Y los que salen, en un país de envidias como este, se sienten como vergonzosos, y no acaban de creérselo. Y además, y por desgracia, qué poco se lee en un país como este. Sobre todo las cosas importantes, aquellas que nos permiten aprender, como es el caso, porque disponer de un buen benchmarking, un benchmarking nacido de una investigación seria no es muy fácil.