Yo también iría a Comala o adonde fuera para reencontrar a mi padre, pero hace mucho que no puede ser. Y aún así casi todos los días me reencuentro con mi padre, con mi padre en mí mismo, con sus gestos, con sus decires, con sus expresiones jocosas, con sus relatos, con su ejemplo. Mi padre fue para mi un ejemplo de sacrificio, un ejemplo de «buen hijo», un ejemplo de «buen padre», un ejemplo de inteligencia, un ejemplo de pasión por el aprendizaje continuo, un ejemplo de …… tantas cosas. El padre lo llevamos dentro, pero mientras existe en parte es algo que queda dormido, y que va despertando cuando no lo puedes encontrar.
Pude dialogar poco con mi padre, en realidad, me da la sensación de que se dialoga poco con los padres, es difícil, hay como barreras para hacerlo, es más su presencia que otra cosa lo que importa, su existencia. Pude dialogar poco, supongo, porque murió demasiado pronto -siempre se muere demasiado pronto-, pero recuerdo muchos de los diálogos, todos importantes, todos marcando pautas internas en mi vida, que me han ayudado a vivir y a reencontrarme. Muchas veces, hecho en falta poder dialogar con mi padre, lo necesito como referente. Siempre sentí su cariño, su orientación, su apoyo, su orgullo de que fuera su hijo. Y siempre sentí a mi padre.
Uno se imagina a su padre, porque en realidad nunca llega a conocerlo -¿conocemos realmente a las personas que queremos? ¿no serán fantasías que nos hacemos?-, lo idealiza, lo convierte en lo que uno mismo quiere ser. Mi padre era el modelo -¡y lo era, ya lo creo que lo era!-. Hacía feliz a todo el mundo a su alrededor. Era una buena persona, por eso tanta gente lo quería. Era auténtico. Y nunca dejó de sentir que tenía que seguir aprendiendo, y que todo lo que aprendía tenía que contarlo para que otros lo conocieran, y que aunque no se llegase, valía la pena seguir intentándolo. Lo recuerdo leyendo, en una butaca, habiéndose quitado los lentes, unos lentes Truman; lo recuerdo contando historias de la Guerra Civil en la cocina, historias verídicas, muy bien noveladas por él, mientras mi madre hacía la cena al calor de una «cocina bilbaina»; lo recuerdo entrando en casa, como si entrase la luz, pronto para darnos un beso y hasta traernos algo de regalo, cualquier cosa, la mayoría de las veces original, que se le ocurría; lo recuerdo preparando una mahonesa a mano, para hacer una ensaladilla rusa en los días en que era posible ir a la playa en verano; lo recuerdo levantándose temprano, llamándome hasta con cuidado para que me levantase y preparando el desayuno para que nos fuéramos al colegio; lo recuerdo recogiendo a mi madre y volviendo todos andando desde el centro de la ciudad a nuestra casa, por linares rivas y cuatro caminos; lo recuerdo hablando con amigos o conocidos, con esa ironía que le caracterizaba, una ironía para que todos disfrutáramos; lo recuerdo llevando regalos a todos; lo recuerdo el domingo cuando íbamos algunas veces poco antes de comer a comprar unos pasteles, que le encantaban -a mí también, claro- y volvíamos con ellos a casa; lo recuerdo haciendo felices a todos los que se acercaban a nosotros, «inventando» cosas, siendo tan original como yo siempre he deseado ser; lo recuerdo en la muerte de mi madre, en el cementerio; lo recuerdo en los días siguientes, abatido -no pude estar más de tres días con él, tuve que volver a mi trabajo-; lo recuerdo riendo, y también viendo fotos en unos álbumes maravillosos que él ilustraba y algunos de los cuales yo todavía conservo; lo recuerdo a través de su firma y de su letra; …… quedan tantos recuerdos, pero ahora no puedo hablar con él, aún encontrándolo en mi mismo, necesitaría hablar lo que no he podido hablar, y no puedo.
Mi padre me había puesto su mismo nombre. ¡Es tan importante un padre!
Como colofón a tu sensible y cariñoso comentario sobre la figura paterna te envio este poema en el que subyace ese respeto, amor y enseñanza que nos transmiten los padres y que valoramos más cuando nos faltan:
«Enseñarás a volar,
pero no volarán tu vuelo.
Enseñarás a soñar,
pero no soñarán tu sueño.
Enseñarás a vivir,
pero no vivirán tu vida.
Sin embargo…
en cada vuelo,
en cada vida,
en cada sueño,
perdurará siempre la huella
del camino enseñado.»
Madre Teresa De Calcuta
Añado:
Si no te preocupas demasiado de que hagan tu vuelo, volarán bastante más cerca.
Si no te preocupas excesivamente de que sueñen lo que tú sueñas, continuarán probablemente tu camino.
Si no viven como tú, acabarán imitando muchos de tus modos y costumbres.
En todo caso, si quieres que los demás sigan tu ejemplo, da ejemplo. La experiencia es la base de cualquier formación. Mucho más que cualquier teoría.
Se aprende de vivir, no se aprende en libros o escuchando teorías, se aprende viviendo.
Ah, y hay muchos caminos posibles, y todos pueden conducir a un buen fin. También hay muchos que no es conveniente coger, pero muchas veces las cosas se tuercen y no hay forma de hacerlo de otro modo.
Gracia´s por tu aportación.