Nietzsche tiene razón: generar falsas expectativas con ideologías más o menos venidas a cuento, cuando existe una realidad palpable y cierta que hay que abordar, no sólo es un engaño, sino que es inaceptable. La ideología, pienso, ha de servir para mantener la esperanza o la ilusión, pero no para «tapar» las realidades e intentar «abordarlas» (sic) desde la mentira.

Nietzsche es rotundo, como casi siempre, por eso nunca he sido muy bien visto por las instituciones y el poder establecido, ni tampoco por los poderes emergentes: decir la verdad y decirla tan bien tiene un alto coste para el sujeto que se atreve. El idealismo tiende a encubrir la realidad, y a dar falsas esperanzas. Prefiero mil veces antes el realismo, casi siempre pesimista, que al menos parte de donde están las cosas, y tal vez hasta peor, para intentar aprovechar las mínimas oportunidades y volcarse en arreglar los problemas.

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