En camino, necesité echar gasolina. Quise comprar el periódico del día, y me dice el gasolinero: «no tenemos prensa, da mucho trabajo». Tengo que decir que el sitio estaba lleno de ofertas artesanales …. hasta había botas de esas de campo, pero muchas. Creí que no les faltaría la prensa. Me fijé que tampoco tenían nada de libros. Mi comentario, mientras me cobraba la gasolina, fue algo así: «es que en este país se lee poco». Y me contesta: «yo, nada, ni siquiera los deportes».

Y yo me pregunté que había de cultura social en ese comportamiento, que por supuesto, no es la primera vez que lo observo, y que habría de atribuible a la oferta cultural, sea prensa, libros o lo que fuera similar, y por tanto, sistemas de aprendizaje y de formación continuos. Y mis reflexiones tuve que dejarlas a un lado, porque me deprimía pensar lo que es este país.

Hace unos días me acerqué a Fuentetaja -una de las pocas librerías, que son librerías auténticas en Madrid- y estuve hablando con el mejor segundo de Jesús Ayuso, que lamento no recordar su nombre, pero nunca se me olvida quién es y lo maravilloso que te trata. Me comentaba que costaba muchísimo salir adelante. Ellos han hecho una inversión nueva, ubicándose en la misma calle fuencarral, cerca de la antigua universidad complutense, en un lugar precioso y lleno de historia -parece ser que fue casa y librería de Doña Emilia Pardo Bazán, y en la época en que se le supone liada con Pérez Galdós. Lo han decorado muy bien y hasta muy actual, con sitios para sentarse y leer, y con las antiguas estanterías de la librería de toda la vida, y en las que tuve el honor de participar en su construcción, aunque fuera parcialmente. Por supuesto, como el local es más grande, han puesto muchas más estanterias. Lo cierto es que me decía que se vende poco, demasiado poco, y no es un problema de la crisis. Es un problema de que se lee poco, hasta en las clases acomodadas y supuestamente más lectoras.

Las editoriales de estilo Planeta o las publicadoras de fascículos por doquier, y que han llenado los kioskos de materiales siempre repetidos, porque siempre se editan, y parece que se compran los mismos libros, esas pseudo-editoriales, más negocios que editoriales, están contribuyendo también a que se lea menos y se lea mucho peor. Sus promociones de siempre los mismos libros están acabando con el libro nuevo, y con las buenas ediciones de los libros de toda la vida. Eso ha conducido a que los libreros y sus ayudantes hayan ido perdiendo su antigua especialización, en la que llegabas y preguntabas y sabían de lo que hablabas y te recomendaban, si es que te dejabas recomendar. Ahora son vendedores; el libro es un producto de consumo más; y los libros se venden como si fueran patatas, al kilo, o en bolsas de tres o cuatro kilos.

Y un paso más, es que ni siquiera las gasolineras tengan periódicos, ni libros, sólo algunos dvds pornos y algún cd musical de los «cuarenta principales», pero de hace cincuenta años. Es un paso más en la degeneración y decrepitud del tejido cultural de este país, cada día más lamentable.

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3 comentarios en «Gasolinero»

  1. La prensa en Madrid es nacional; el resto es de provincias, y normalmente no aspira a traspasar más que los límites de su comunidad autónoma. Hasta la Vanguardia de Barcelona es poca prensa nacional, es más bien autonómica. La prensa llamada de provincias es una prensa interesante, más interesante que la nacional. Un ejemplo es La Voz de Galicia que conozco un poco.

    La nacional quiere estar por encima de todo, parece que se lo saben todo, y casi nunca tocan tierra ni aciertan. Sus ideologías son rotundas. Ahora bien, todos son independientes, que no lo son, sólo lo declaran.

    En Madrid tenemos dos periódicos monárquicos, que en principio responden a posiciones muy conservadoras, podíamos decir tradicionales, o para mayores -mayores que lo son cuando nacen-, porque en sí mismo, ser monárquico es aludir a un formato de reproducción por sangre y no por igualdad de oportunidades, por tanto, es una posición que podíamos decir corresponde a un momento anterior a la revolución francesa de 1789 y todo lo que eso ha podido significar. Uno de estos dos periódicos es algo más culto y liberal, pero poco, cultura más bien tradicional, de tradiciones y de personajes ya muertos en su mayoría.

    Luego tenemos un periódico cavernícola, que ni siquiera apoya al PP en el poder, sino a lo más regresivo del PP, a una especie de alianza popular-neoliberal que ha ido surgiendo a la luz de Aznar. En algún momento, este diario fué más liberal, pero era mentira. Se mueve más bien por la grandiosidad de su director y en su extrema ambigüedad personal. Su mayor éxito fue denunciar exageradamente los últimos gobiernos de Felipe.

    Tenemos después El País que es un remedo de Le Monde, pero en carpeto-vetónico. Hoy casi es lo único un poco leible. Pero hay que tener en cuenta los orígenes de sus personajes directivos, y se comprenden los límites de su posición y hasta las posiciones de poder que defiende. De todas formas, sus crónicas internacionales no están mal del todo, y los ensayistas que colaboran suelen ser buenos.

    Por último, está el último «berrido» madrileño, un periódico que grita mucho, que clama en el desierto, que intenta ocupar un espacio ecológico, profundamente pelotas con el partido del poder -hasta ahora solo lo hemos conocido con el PSOE en el poder, no sabemos como será cuando no esté, si es que cambia-, pretende abarcar a un público jóven, que gusta de leer poco y de ver mucho: estar al día viendo fotos. Y esta es la prensa nacional, o lo que es lo mismo, la prensa de Madrid.

    O sea que la oferta es más bien de pena, flojita, sin muchas alternativas. No tenemos un Liberation o un Washington Post o un The Guardian, por sólo decir algunos periódicos nacionales que se diferencian.

    Ah, sus páginas web son muy poco ágiles, comparadas con La Nación o A Folha de São Paulo, por ejemplo, y la distribución internacional, casi nula. Cuando vas por el mundo, ya sabes que te puedes olvidar de la prensa. Claro que en realidad, te pierdes muy poco, y no la echas mucho de menos. Al revés tienes la oportunidad de informarte por New York Times o el Washington Post, por Le Monde o Liberation o por The Guardian, todos ellos muy superiores.

    Cuando regresas de vacaciones te cuesta volver a aclimatarte a este nivel tan vulgar. Pero lo de comprar el periódico por la mañana, es como un vicio, ya saben.

    Una de las razones por las que la gente no lee el periódico es que son malos-regulares y no fomentan el interés del público.

  2. Ah, por supuesto, los diarios nacionales más leídos son los deportivos: como no los sigo, no sé cual de ellos tiene más tirada, ni me importa, pero todos sobresapan a la prensa llamada nacional, pero por mucho.

    Ser periodista deportivo es ser lumpen-periodista, eso entiendo yo al menos, y sólo hay que ver los personajes que salen en la televisión o en la radio y supongo que en la prensa. Sólo hay que saber gritar un gooooooooollllllll incabable al estilo argentino.

  3. Estoy seguro, aunque no conozco cifras, que el departamento de libros de El Corte Inglés, y tal vez el grupo Planeta-Espasa Calpe son los que más libros venden, junto con los kioskos de periódicos. Con eso ya creo que se dice todo de la oferta de libros. Mucha oferta, pero se los leen los latinoamericanos. Nosotros, sólo best sellers, parece ser.

    Tampoco tenemos un Amazon español. Sin embargo tenemos unas editoriales y un sentido editorial e independiente bastante acentuado, pero empequeñecido por las grandes editoriales, que no son más que máquinas de venta de libros. Claro, las tiradas son bajas, porque la lectura y la promoción del libro es baja, y la gente no lee o lee poco o muy poco.
    Aprovechamos cuando hay un premio nobel y entonces, hacen más tiradas, y en los premios literarios, pero aún así las tiradas son pequeñas, y más en libros científicos.

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