No me gusta reconocerlo, porque no confió nada en el azar, en lo que llamamos comúnmente suerte, pero es así. Si no aprovechas lo que te dan, es difícil obtener lo que deseas. Pocas veces llegas adonde te propones, sino adonde te llevan las circunstancias erráticas de la vida. Es cierto que proponerse cosas y proyectos es de lo mejor que podemos y sabemos hacer: tener un proyecto no sólo es necesario, sino que es bueno para uno mismo, aunque no se llege a cumplir. Yo suelo decir que los proyectos se tienen no para cumplirlos y llegar a un destino, sino para saber adonde quieres ir y recordártelo de vez en cuando, tener tu propio camino. Pero lo cierto es que la vida te lleva, el rio va por donde le place ir, cambia el ritmo, el color, su composición, sus paradas, sus saltos, y así es la vida. Y uno tiene que estar preparado para saber adaptarse -lo más rápida y ágilmente posible- a las oportunidades que surgen de ese fluir constante, pero intermitente. Lo que llamamos suerte o azar es eso, son esos momentos en que la vida nos ofrece oportunidades y estas se acercan a nuestro proyecto, y ya saben: «vale más pájaro en mano que ciento volando», y nosotros lo aceptamos, aunque vemos que puede ser una desviación en lo que nos proponíamos, pero al final vale la pena adentrarse en ese remanso o en esa colmena o en ese hormiguero y dar así un paso más, aunque rodee tu camino, pero disfrutando de esa nueva oportunidad. Y la mayoría de las veces, hacemos eso, es decir, seguir las caprichosas rutas del azar, que acaba «imponiéndonos» sus condiciones.
Además, parece como si el azar se concentrase en momentos, de tal forma que de pronto ocurren muchas cosas en un mismo sentido, casi siempre en un sentido que dificulta tu camino, que hace más penoso el avance. La depresión en que nos estamos metiendo, sin un fondo claro, el agujero negro en que de pronto nos hemos sumergido, tiene unas causas, que podemos explicar, pero otra que no, como es su dimensión y su extensión, y todo tan súbitamente. Sin saber cómo nos hemos metido en el agujero, y no hay escaleras para volver a la superficie. El azar, compuesto aquí de muchas razones excesivas combinadas que han corroyendo el sistema y que se han manifestado casi juntitas, nos ha metido en el pozo, y ¿ahora qué?.
Yo recomendaría dos cosas, simples, disfrutar como experiencia de algo que no hemos vivido en nuestra vida, pero que vamos a vivir, queramos o no, saber mirar lo que estamos viviendo como viajeros. Nos habían hablado de la depresión económica de los veinte y treinta en Europa y de los treinta en EE.UU. y en el mundo occidental. Nos habían hablado de los nacionalismos y fascismos de los años treinta; nos habían hablado del proteccionismo a ultranza; nos habían llamado de la impotencia que produce intentarlo todo y no funcionar las medidas que se toman; nos habían hablado …… Tal vez sea una buena oportunidad para convertirnos en viajeros, en observadores-participantes, en reflexivos sobre lo que pasa ……. para no deprimirnos demasiado.
Una segunda cosa es aprender. En los errores es cuando se aprende. Esta crisis-depresión ha sido consecuencia de múltiples errores, que además se van a repetir, seguro que se repetirán -en los años cuarenta, después de una guerra mundial horrible- ya estábamos pensando que el mundo iba a ser de nuevo feliz, gracias al plan Marshall y a otras cosillas, un poco mejor hechas que después de la primera gran guerra -pero poco más-; en los años noventa del siglo pasado nos decíamos que éramos incombustibles al ciclo a largo plazo, que ya no iba a haber más que pequeñas depresiones a corto, pero fácilmente superables. El sistema, nos decíamos tenía respuestas. Es curioso que lo primero que hemos oído este año y ya el pasado en el foro de Davos es que no hay respuestas, que no estamos preparados para lo que se nos ha venido encima, que estamos sorprendidos de la profundidad de la crisis, y que no tenemos recetas estudiadas para hacerle frente y por tanto, buscamos, casi a ciegas, nuevas soluciones. Pues bien, mi segundo consejo es aprender de los sucesivos errores que vamos a cometer. Va a ser muy interesante aprender tan intensamente, mucho más que cuando nos ponemos a leer un libro, aquí podemos experimentar para salir de la situación actual. Y experimentar no es hacer cosas, sino diseñar correctamente el experimento, probarlo, verlo en su realidad, y luego, analizarlo en su evolución y sacar conclusiones provisionales sobre su validez en este momento. No es hacer y analizar los resultados diciendo si ha servido o no para lo que queríamos. Tenemos que tener más paciencia, mucha más de la que estamos acostumbrados a mostrar. Ya dijo Keynes que el sistema en que nos movemos, el sistema de mercado impone el «a largo plazo, todos muertos», vive un presente que yo llamo súbito, un presente sin presente, un presente marginal, y en ese corre-corre somos incapaces de pararnos a comprender lo que hacemos o lo que experimentamos. No nos damos tiempo para aprender. Es preciso aprender. Va a ser una buena etapa para aprender. Aprendamos.
Por tanto, mis mejores consejos son convertirnos en viajeros, disfrutando del paisaje, y aprender de los errores, y ser más humildes y menos soberbios y orgullosos en nuestra vanagloria de nosotros mismos.
¿Qué os parece?
Tus reflexiones me han hecho recordar este poema de Pedro Salinas y una circunstancia que viví hace 4 años en una madrugada afortunada, gracias al azar…era un amor intenso, distante y algo imposible, amor que aún amo…
(…)Parece el azar. Flotante
en brisas, olas, caprichos,
¡qué disimulado va,
tan seguro, a la deriva
querenciosa del engaño!
¡Qué desarraigado, ingrávido,
entre voces, entre imanes,
entre orillas, fuera, arriba,
suelto! Parece el azar.(Pedro Salinas)