A Popper le gustaba hablar de la falsación en términos de gnoseología científica. Por eso no le parecían suficientes las verdades y leyes desarrolladas por las ciencias humanas, porque, decía, no podían ser falsadas. Hemos ido haciendo caso omiso del radicalismo popperiano, al menos en este punto, porque sino nos hubiéramos quedado sin trabajo, y tampoco es para eso. Pero hay algo que no se debe olvidar, y es que es preciso enfrentar la falsedad. Y es cierto, que en ciencias humanas, es fácil caer en falsedades que en otras donde la contrastación científica y hasta la falsación popperiana son posibles o casi.
Si algo veo mal, es mi deber como ser humano, demostrar que es algo falso. Si no lo hago, soy cómplice de esa falsedad. Es cierto que no es fácil hacer eso, y precisamente Sócrates, antecedente de Aristóteles, tuvo que tragarse la cicuta por esa razón, por seguir diciendo su verdad en un mundo convulso que lo acusaba de traidor, precisamente por eso, por decir siempre lo que razonaba como no falso. Los falsos sufrían mucho con el gran Sócrates, porque les interrogaba …. y aún más, lo hacía en la calle, y no era fácil salir de sus razonamientos. La falsedad quedaba demasiado expresa, y el juicio contra él era también la justicia para tapar la falsedad, para seguir en la falsedad.
No siempre soy la persona valiente que debería ser, pero seguiré denunciando lo que esté al alcance de mis conocimientos. Más de una vez he tenido que beber la cicuta de los falsos.