Hay más tiranos de los que nos creemos. Hasta nosotros mismos somos tiranos de vez en cuando. La tiranía, como dice bien Sócrates, esta engendrada por el orgullo …. y ya en un punto, la distancia para no ser descubierto en sus «tiranías». Un tirano está huyendo constantemente, pero sin moverse, manteniendo el asiento, aferrándose a él, sólo entiende de ceses, nada de dimisiones, y su orgullo le lleva las más de las veces a guerras o competencias malsanas. El discípulo de Sócrates, Platón, menos realista que él, aunque algo más cauto, se dispuso a «reconvertir» a tiranos a la democracia …. tarea inútil. Los tiranos se enredan en sí mismos, en sus mismas redes del mal, y arrastran a todo el que pueden. Cuando se les denuncia, no puedes estar seguro de su orgullo herido. Cuando se les deja, tampoco uno puede estarlo del todo. Los tiranos casi siempre mueren en la cama, mantenidos casi artificialmente. Aunque pronto nos olvidamos de ellos, no pasan a la memoria histórica más que para ser valorados en justicia, como lo que son. Pero mientras tanto, hacen mucho daño.
La tiranía está más a la orden del día de lo que sospechamos. La tiranía como la alexithimia conlleva ningún sentimiento (frialdad) ante los demás, no feels for actions, en todo caso, sólo el sentimiento de que están seguros de que lo hacen es por el bien de …. todos (paradójicamente).
Odio la tiranía, al tiempo que no entiendo la jerarquía que no sea autoridad racional y basada en hechos y buenas razones. Hay mucha tiranía bajo la faz de la tierra. Y por tanto, mucha esclavitud, mucha dependencia sin posible respuesta, muchos problemas sin solución, y una falta evidente de respeto para quién se lo merece. Al final los tiranos hasta pueden ser entronados por sus propios pueblos o masas. Tienen seguidores, a veces interesados, otras incautos, pero seguidores, seguidores fieles, de esos que son también peligrosos, porque más de una vez buscan el absolutismo, el monopolismo, de las ideas y de las cosas. También de las personas, aunque estas siempre pueden seguir viviendo adentro de sí mismas, hasta que pueda ser posible otra vez salir.
Y las tiranías son lo contrario de la innovación social, lo digo por si no había quedado claro.
Estoy de acuerdo contigo a mí tampoco me gustan los tiranos, pero no hay que olvidar su existencia a través de la historia y como influyó su comportamiento en la sociedad. Si nos detenemos y pensamos por un instante, en los crueles personaje de la historia, formaríamos sin duda un mar de sangre. Desde el inicio del mundo, hasta hoy, hemos podido conocer las barbaridades cometidas por estos sujetos, como verdaderos enemigos de la humanidad.
Si recordamos a los hititas fué un reino de guerreros que a mediados del segundo milenio antes de Cristo, gobernó Asia menor y derrotó a los egipcios de quienes se sabía ya que eran unos feroces asesinos. Algo parecido ocurrió con los asirios, un pueblo belicoso que conquistó Mesopotamia y su dominio pasó por los valles del Tigris y del Eufrates a mediados del primer milenio antes de Cristo. Los hunos, también fueron seres abominables, crueles y salvajes, los vikingos destructores de templos, iglesias, y poblaciones enteras, los mongoles deseosos de sangre. Pueblos enteros han sido crueles, con una maldad colectiva, como los fariseos. Los judíos perseguidos en toda época, por ser culpables de la muerte de Cristo, ahora ellos derivan sus maldades contra el sufrido pueblo palestino.
Hitler quiso apoderarse del mundo…así podríamos recordar a otros muchos, Stalin, Herodes, Hernán Cortés, Nerón, Himmler, Calígula, Mussolini, Idi Amin, Atila, ….no acabaríamos, pero tenemos que recordar también la existencia de grandes genios que han contrarrestado esta destrucción: Einstein, Newton, Pitágoras, Miguel Angel, Shakespeare…. gracias a ellos hemos tenido innovación social.
Y …. finalmente, las peores tiranías son las que padecemos todos los días a manos u obras de pequeños tiranos, que son grandes tiranos. Todo pequeño tirano crece y sigue en el poder mientras puede, y en ese saber seguir y aferrarse, está su gran fuerza. No los mueve nadie: es más, siguen subiendo. El mundo corporativo es el mundo por excelencia de los pequeños-grandes tiranos. Corporaciones empresariales, corporaciones públicas, corporaciones en definitiva. En el mundo público, hasta el más pequeño de los funcionarios, de cara al ciudadano, se «nos hace grande», fabuloso, grandioso, aunque su pequeñez sea evidente. Esas son las peores tiranías, porque son las que vivimos en lo cotidiano.